UN HIDALGO EXPLORADOR
(Tomado de Sin Fronteras. Libro de lectura. Cuarto Grado. ODECA..-1976 )
En la historia de España, en relación con el nuevo mundo, abundan los héroes.
La gloria de unos, como Hernán Cortés, Vasco Núñez de Balboa, Francisco Pizarro y otros capitanes apaga con su brillo a todos los demás. Por este motivo el nombre de Gil González no es muy conocido. Este capitán no tomó parte en grandes batallas, conquistó sin lastimar, realizando sus hazañas por medios pacíficos. Fue sobre todo un explorador admirable y la historia no le ha dado su verdadero lugar.
Gil González Dávila vio la primera luz en Ávila, España. Nació en un ambiente distinguido, en familia de hidalgos. Pasó sus primeros años en Castilla, con Juan Rodríguez de Fonseca, Obispo de Burgos y Presidente del Consejo de Indias. Este hombre poderoso lo protegió y le confió el mando de una flota para explorar el pacifico. Gil González arregló su equipaje y salió en busca de las Islas Molucas, famosas por su producción de clavo de olor.
El rey ordenó a Pedro Arias Dávila, Gobernador de Catilla de Oro, hoy Panamá, que entregará al joven capitán los barcos embargados a Vasco Núñez de Balboa.
Pedro Arias Dávila, llamado también Pedrarias, era un hombre que anidaba malos sentimientos en su corazón. Balboa, glorioso descubridor del Pacifico, entregó su espada y su vida a este hombre
El joven capitán, González Dávila se presentó, en el Darién, con sus hombres y tres naves, a pedir la flota que necesitaba. De nada le valió ser joven y distinguido. De nada le sirvió ser capitán de la armada, para lograr su propósito. A pesar de que en su pecho lucía la cruz de Santiago, el gobernador no le entregó los barcos.
Las naves que fueron de Balboa se hallaban en el puerto de Panamá, en la costa del Pacifico. Por eso Gil González las pidió, ya que las suyas estaban en el Atlántico.
Para evitar un encuentro desagradable con el fiero gobernador, tomó una decisión heróica. Repetiría la hazaña de Balboa: transportaría a Panamá, a través de la cordillera, los materiales para construir su armada exploradora. Vencería a la selva, como otros la habían vencido. Contaba con su fortuna personal y tres mil pesos del Consejo de Indias para realizar su misión. El capitán, obedeciendo a su deseo de aventura y a su espíritu Valiente, comenzó su obra.
Miles de dificultades, y la muerte de cien hombres de su ejército, le ocasionó el gran trabajo. Cuando terminó la construcción de su flota, vio con gran pesar que el fango se comía las embarcaciones.
Pesdrarías era muy ambicioso, y, a pesar de no ser amigo de González Dávila, participó en la aventura, el González Dávila lograron conseguir esa participación. Así pudo obtener los barcos que necesitaba. Finalmente las naves estaban listas para salir de la Isla de las Perlas, cerca de Panamá, en el año 1522. Su ayudante, Andrés Niño, no estaba seguro de poder ir muy lejos. Por eso trataron de no distanciarse de la costa. No habían navegado mucho, cuando Niño dijo al capitán:
_”Ha sucedido lo que pensaba. El fango estaba dañando las embarcaciones en Panamá y tienen los fondos deshechos__”.
Mandaron un barco a Panamá en busca de materiales para arreglar la flota. Mientras arreglaban los barcos, pensaron explorar la costa y reunir provisiones
Entró con su gente en tierras de lo que hoy es Costa Rica. Encontró al gran cacique Nicoya, el primero con quien el capitán se enfrentó, pero no en batalla. Había impuesto a sus hombres la orden de no dañar a los indios en su persona, ni obligarlos a dar sus bienes.
González Dávila explico a Nicoya que estaban allí para conocer el país. Le habló del Rey de España y del Creador de todas las cosas. Le dijo poco más o menos esto:
__“En lo alto hay un Señor eterno, sabio y poderoso. El hizo todo lo que hay. Su obra la forman el mundo en que vivimos, el sol, el cielo, la luna y las estrellas. Obra suya es también el hombre”.__
Sin luchas, tan solo por su ingenio, obtuvo lo que deseaba: el cacique fue convencido y aceptó las nuevas ideas que el capitán le había explicado.
El oro corría de mano en mano, hasta en marqueta, pero no era estimado por los indios. Ellos tenían otra moneda, el cacao. Abundaban también, la caza, la pesca, la miel y una bebida de frutas muy buena. Del cacao se hacía una bebida sólo para los reyes.
Tierra adentro encontraron varios caciques que les regalaron oro. La caballerosidad del capitán, impresionó y convenció a todos ellos.
Continuó su marcha a través de la selva y entró a Nicaragua con su ejército Allí conoció al cacique Nicarao de gran sabiduría y distinción. Gil charlaba con Nicarao “el sabio”. Hablaban de la noche y el día. De cómo se sostienen las estrellas en el cielo y de otras cosas muy interesantes.
Su primer descubrimiento en esa tierra, fue el inmenso lago de Nicaragua. Gil, al verlo, pensó que era el mar. Su caballo bebió de sus aguas y él se convenció de que era agua dulce. ¿Habrían encontrado el paso al otro mar?. Los indígenas le explicaron que el lago estaba muy cerca de la costa del pacifico y que se comunicaba con el atlántico por medio de un gran rio. Estas explicaciones hicieron que Gil se olvidara de las Molucas.
Encontrar una comunicación entre los dos mares llegó a ser su eterno ideal.
El valiente explorador recorrió casi todas las selvas de América Central en su intento de encontrar ese río, el río San Juan
Se dirigía siempre con rumbo norte, siendo ese su gran error, rodeó los lagos de Nicaragua y Managua y descubrió el golfo de Fonseca.
Lo nombró así en honor a Rodríguez de Fonseca. Después regresó a Panamá y salió rumbo al Atlántico. Allí se embarcó y llegó al territorio de Honduras, a la bahía de Amatique y al lago de Izabal, en Guatemala.
Siendo un hidalgo valiente cumplió su palabra: compartió el oro con Pedrarias.
Los otros conquistadores sabían que era estimado por los indios y un peligro para su ambición. Por eso Cristobal de Olid le quitó su libertad en Honduras. Después de la muerte de éste, lo hizo prisionero Francisco de las Casas quien lo llevó a México. Allá, Cortés lo obligó a regresar a España.
Volvió a su patria sin ambiciones, desilusionado y sin intención de explorar otra vez las ricas selvas centroamericanas.
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