miércoles, 28 de mayo de 2025

GUATEMALA-CHILE IRISARRI FILÓLOGO- *MONTANER BELLO* 10-16

ANTONIO JOSE DE IRISARRI Y ALONSO ,Nació en Guatemala,  Hijo de María de la Paz Alonso y Barragán Espinosa (De Salamanca, España)  y Montemayor Juan Bautista de Irisarri Larazaín Vicuña y Aranibar ( De Navarra, España )*

Don ANTONIO JOSE IRISARRI,

FILÓLOGO

Por RICARDO MONTANER BELLO

Discurso de Incorporación a la Academia Chilena» correspondiente de la Academia Española

Publicado en la Revista " A t e n e a" de la Universidad de Concepción

SANTIAGO DE CHILE

1922

I M P R E N T A U N I V E R S I T A R IA

Si se hiciera un florilegio de sus chistes, mofas y sátiras, la colección sería tan amena y alegre como intencionada y maliciosa, y si se hiciera una antología de sus pensamientos serios y de sus ideas sociales, sería otra colección de sabias observaciones políticas y de lecciones de experiencia muy útiles para la enseñanza de los que viven entre las evoluciones y combates de las democracias. La obra de Irisarri da paño abundante para

estas dos colecciones.

Y así, picando al azar, por cualquier lado de sus escritos, encontramos, por ejemplo, esta aguda frase en que responde a un escritor majadero que insistía mucho, discutiendo con Irisarri, en lo que él llamaba la elasticidad de las lenguas:

«En cuanto a la elasticidad de las lenguas, yo no tengo que decir cosa alguna, porque jamás me he divertido en tirar la lengua a nadie para ver hasta donde se le alarga, pero me parece que en cuanto a elástica, ninguna lengua le ganará a la de la vaca, pues como todos sabemos, esta lengua se alarga y se extiende tanto que sirve de pañuelo de narices a su dueño.¡Vaya al diablo la elasticidad de la lengua!»

En una polémica harto desagradable con el periodista venezolano Blas Bruzual, a propósito de ciertos actos de Irisarri, escribe éste en uno de sus periódicos:

«Continuaré manifestando que el desgraciado Blasillo es el más ridículo embustero, el más despreciable bicho de cuantos componen la ochlocracia venezolana, pues no dice, ni por equivocación, una sola palabra de verdad, excepto en aquello en que se acusa él mismo como un tonto.»

Bruzual, por su lado, zahería a Irisarri en términos que le causaban profunda irritación. Conviene conocer algunos términos de esta polémica para calcular el temperamento general de las polémicas que sostenía Irisarri.

«Llamamos desgraciada, dice Bruzual, la pluma de «El Revisor» (Irisarri), no porque carezca de algún mérito, sino porque a pesar de tenerlo, pierde todas las causas que defiende. Irisarri defendió al Presidente Arce en Centro América, y salió desterrado junto con él; defendió a los chilenos contra Santa Cruz y quedó triunfante el Supremo Protector; defendió después a Santa Cruz contra los chilenos y salieron de espeta perros el Protector y los protegidos; defendió a Flores, y salió como todos saben; defendió a Mosquera y éste es el que ha salido mejor de todos los clientes de Irisarri; vino a Venezuela con intención de defender a Páez, y están juntos en Curazao escribiendo papelitos. He aquí uno de los méritos de la pluma de Irisarri, tumbar a sus defendidos; pero el mayor mérito consiste en su gran facilidad para acomodar su pluma a todos los tonos: es un buen bailarín que al son que le tocan baila.»

En una página de la primera y única parte publicada de su Historia del Perínclito Epaminondas del Cauca, señalamos esta donosa consideración:

«A mí me importa poco que el dinero se halle, contestó Epaminondas, pues él está destinado, como su merced me ha dicho, para volvérselo al Señor Don Prudencio, y supuesto que ladrón que roba a ladrón gana cien días de perdón, como se dice por acá, Ruperto está perdonado por el robo que me hizo, y más perdonado quedará el que robe al ladrón del ladrón del ladrón, porque a proporción que la cosa sea más robada, debe merecer mayor indulgencia el que la roba.»

En otra página de este mismo libro, hallamos esta humorada sobre la teoría de Proudhon respecto de la propiedad particular:

«Así es que el Señor Proudhon nos ha demostrado lógica y matemáticamente que tres de los mandamientos de la ley de Dios, de aquella ley que trajo Moisés de la cima del monte

Sinaí, están mal traducidos en todas las lenguas, pues el hurtar no puede estar prohibido, puesto que no hay propiedad que respetar; ni debe condenarse el codiciar las cosas ajenas, porque no hay cosa que no pertenezca a todos los codiciosos, ni debe tenerse a mal el desear la mujer del prójimo, porque la mujer no puede ser propiedad de nadie, pues ninguno puede decir que es suya una mujer cuando no hay tuyo ni mío.»

Y más adelante anotamos estas sabias frases que pueden figurar en la segunda de las colecciones:

«El que siembra flores, recoge flores; el que abrojos, abrojos;

12 R. Montaner Bello

preciso es que cada cual recoja lo que siembra. Aquellos falsos demócratas, pues, que invocan el nombre del pueblo para ser los opresores de sus conciudadanos y para hollar con sus pies los derechos de la democracia; aquéllos mentidos republicanos que quieren que la república dependa de los caprichos de ellos mismos y la tratan como si fuese una propiedad que les perteneciese, aquellos liberales, en fin, que se quieren hacer dueños de la libertad de todos, sin dejar ninguna a los que no son de su partido, deben conocer, por poco entendimiento que tengan, que sólo trabajan en desmoralizar a los pueblos, y en establecer el reinado de la arbitrariedad, de la injusticia y del

desorden, de que es preciso que ellos mismos sean las víctimas

En su novela autobiográfica titulada El Cristiano Errante de la que sólo se publicó la parte primera, encontramos esta página que es una muestra de excelente buen humor:

«Yo no sé muy bien si Dios me hizo a mí para disfrutar de mucha libertad o de poca; pero sí sé que hasta ahora he sido lo menos libre que era posible. En primer lugar, yo vine al mundo después de haber estado muchos meses en una prisión estrechísima, atado con mis propios miembros, sin poderme mover de un lado al otro, luego me hallé envuelto en pañales que eran verdaderas prisiones, y mi libertad era la que tiene un fardito bien liado. Después no pude ir de un lugar a otro sino con andaderas y conducido por mano ajena. En seguida el aya y después el ayo, me trajeron y llevaron como les dió la gana. Yo siempre hice lo que otros quisieron, hasta que murió mi padre, y después de muerto aquel a quien debía sumisión y respeto por ley de naturaleza, he hecho sólo lo que me han dejado hacer los que no son padres ni parientes ni superiores, sino hombres que han querido y han podido oponer su resistencia a mi libertad. Digo, pues, que si yo nací para ser libre y si a los demás les sucede lo que a mí, la libertad no es una gran cosa, porque es la dependencia de todo cuanto nos rodea...

«Paréceme a mí que la voluntad de Dios de hacer al hombre la más libre de sus creaturas, se hubiera manifestado con toda evidencia haciéndole la más independiente, la más ágil, la más fuerte; que le hubiera dado un par de alas, proporcionado a su peso; un par de nadaderas convenientes para atravesar los ríos, lagos y mares; un par de piernas tan ágiles como las del gamo; un cuerpo tan ligero como el del tigre; una fuerza igual a la dei león, y entonces sí que vencería el hombre todos los obstáculos y sería libre sobre la tierra, sobre el aire y sobre las aguas...

«Y después de esto, con todas mis alas, con todas mis nadaderas, etc., mi libertad no sería mejor que la de los demás hombres, porque todos volaríamos, nadaríamos, correríamos, asaltaríamos y resistiríamos del mismo modo, sin haber conseguido otra cosa que hacer en el aire y en el centro de las aguas lo que hacemos sobre el haz de la tierra. Nos perseguiríamos volando y nadando como nos perseguimos sin volar y sin nadar, y nuestra pobre libertad andaría siempre de mala data, porque esta reina del mundo no puede reinar sino como reinan los que reinan, es decir, unos sobre otros.»

Irisarri admiraba la riqueza de la lengua castellana, en la cual se han escrito largos discursos omitiendo artículos y pronombres y aun letras del abecedario; pero él fué más lejos, porque para dar mayor prueba de esta riqueza, compuso historietas y relatos con una sola vocal, excluyendo las otras cuatro.

 Estas piezas son puros juegos de ingenio, desagradables al oído y sin méritos literarios, en que el autor se vió obligado a usar construcciones amaneradas, a variar el género de algunas palabras y a echar mano de voces anticuadas. Así, por ejemplo,

sólo empleó la a en el cuento Amar hasta fracasar» » la e en «•Pepe, el de Jerez» y la o en «Los mozos gordos». En «Amar hasla fracasar» cuenta Irisarri los desventurados amores de Ana y Blas, vecinos de La Habana, y la narración tiene como ochocientas palabras. He aquí el primero y los últimos párrafos:

«La Habana aclamaba a Ana la dama más agarbada, más afamada. Amaba a Ana, Blas, galán azas cabal, tal amaba Chactas a Atala.

«Ya pasaban largas albas para Ana, para Blas, más nada alcanzaban. Casar trataban; mas hallaban avaras a las hadas para dar grata andanza a tal plan...»

Y sigue la historia de las contrariedades hasta terminar todo en un naufragio en que perecen los dos amantes.

«Faltaba ya nada para anclar; mas la mar brava, brava, lanza a la playa a la fragata, la vara.

«La mar trabaja las bandas: mas brava, arranca tablas al tajamar, nada basta a salvar la fragata. ¡Ah! tantas almas lanzadas a la mar, ya agarradas a tablas, claman, ya nadan para ganar la playa... La mar traga a Ana, traga a Blas...

Ambas almas abrazadas bajan a la nada...»

Sus polémicas con algunos escritores chilenos, fueron excepcionalmente ásperas y enconosas. Irisarri hizo cara a todos sus adversarios a la vez, combatiéndolos alternativamente con seriedad y buenas réplicas o con sarcasmos y burlas. A uno de

ellos que había publicado sin nombre de autor, una composición en verso titulada «Poema Elegiaco» Irisarri lo corrige, diciendo que había una errata del impresor, pues en vez de

14 R. Montaner Bello

poner «Poema Elegiaco», debió haber puesto iPoema el Ajiaco »  porque en el impreso no había cosa de elegía, sino todo lo que debe haber en un mal ajiaco, que es un guisote compuesto de carne y menestras en que entran diversas yerbas.

Los libros históricos de Vicuña Mackenna fueron los blancos de sus últimos dardos y el Ostracismo de O'Higgins le dió motivo para hablar sobre el negocio de ostras del general. Irisarri se defendía de los cargos y alusiones que se le hacían. «Que Vicuña Mackenna es hombre laborioso, escribió Irisarri, no puede negarse y preciso es confesar que ha trabajado como un negro recogiendo noticias y papeles, por aquí y por acullá, y digiriéndolos con toda la potencia de un avestruz, que como es bien sabido digiere los metales más duros, como yo las brevas y los merengues ¡Bendiga Dios, su buena digestión»!

Un año antes de su muerte, publicó Irisarri en un volumen sus poesías satíricas y burlescas, que nada añaden, en verdad, a su nombre, porque este campo de las bellas letras no se acomodaba a las cualidades de su espíritu, y, al contrario, esas poesías dieron flanco vulnerable para los ataques y críticas de sus adversarios. Irisarri no tiene finezas para el epigrama, ni vis cómica para la sátira: en esta materia, su dicción es más

bien pesada, tosca y poco elegante. Quedó muy lejos, no sólo de Quevedo, sino aun de todos los inferiores de Quevedo, que cultivaron en España el género satírico y epigramático, como Diego González, Juan Pablo Forner y Josélglesias de la Casa.

Así, por ejemplo, el prólogo en verso del tomo de sus poesías,

comienza con estas redondillas:

Lector, si gustas de chanzas

Y no de lectura seria,

Aquí encontrarás materia

Conveniente a tus holganzas.

Todo aquí es burla, no serio,

Aunque talvez lo parezca

Y algún pasajillo ofrezca

Cierto olor a vituperio.

Todo es burla ciertamente,

Y así es que burla burlando

Voy mis flechas disparando

Con intención inocente.

Si trato acaso de burro

A alguno de mis cofrades,

Semejantes libertades

Que son del arte discurro...

Don Antonio José Irisarri, Filòlogo 15

Y termina con estos otros versos:

Me será, pues, permitido

Llamar malvado al malvado,

Al abrutado, abrutado,

Y al que es bandido, bandido.

Con todo, fama ninguna

Con mis versos he quitado,

Ante más bien las he dado

A los tundidos alguna.

La tenían tan escasa

Aquellos pobres tundidos,

Que sólo eran conocidos

En su oscurísima casa.

Los hubiera allí dejado

No metiéndome con ellos,

Empero, irguiendo sus cuellos,

Tanto se han insolentado

Que al fin ha sido preciso

Infligirles una pena,

Que diera en cabeza ajena

Al inocente un aviso.

La verdad es que estos versos son ramplones y vulgares.

El tomo contiene una colección de fábulas de índole política, dirigidas contra los demagogos que acaudillaban en aquel tiempo las facciones populares.

Talvez la parte más aceptable son los epigramas, que tienen desde luego, la ventaja de ser breves, lo que no sucede con las sátiras, que son versificaciones largas e insulsas.

 He aquí tres de esos epigramas:

Tú dices que yo por viejo

Ya no valgo ni un comino,

Di lo mismo por el vino

Que es mejor cuando es añejo.

Desmejora con la edad

Todo lo malo que crece,

Mas lo bueno que envejece

Gana mucho en calidad.

¿Oyes tú lo que te digo?

Preguntó Martín a Luisa,

Y ella contesta: sí, amigo.

Y le repuso Martín:

Así como oyes la misa,

Sin entender el latín.

No te cases con Don Diego

Porque es un bestia, decía

Ayer tarde a Rosalía.

Pero ella repuso luego:

Bien puede ser incipiente

El pobre de mi querido,

Mas para hacer de marido

Me consta que es competente.

Los verdaderos títulos literarios que tiene don Antonio José de Irisarri para que su nombre llegue a la posteridad, no son los del nativo desenfado de su genio cáustico, sino su conocimiento profundo del idioma, su familiaridad con los mejores modelos clásicos y sus grandes condiciones de escritor.

 Desde muy joven, por inclinación natural y por gusto, empezó sus estudios de la lengua castellana, que prosiguió incansablemente durante toda su vida, venciendo las dificultades de su carrera nómade y azarosa.

 Doquiera que fuese, llevaba consigo sus libros escogidos, sus anotaciones filológicas y todos sus papeles con glosas, apuntes y comparaciones.

 Este método de trabajo incesante, le dió un fondo enorme de erudición y conocimientos

que lo habilitaron muy pronto para discurrir con autoridad en materia de lenguaje y para perfeccionar su propio estilo.

Irisarri, como lo expresa él mismo, no hizo su largo estudio de la lengua castellana, en las gramáticas publicadas desde los días de Lebrija hasta los de Salvá, sino en los escritos de los clásicos de todos los siglos.

En ellos buscó las reglas a que está sometida la lengua, según el uso que han hecho de ella las que la formaron y los que la han seguido hablando y escribiendo hasta ahora.

 Así se formó idea de lo que fué en sus principios el castellano y de las alteraciones que en él se han ido haciendo, porque en los escritos de los clásicos están las reglas de la verdadera gramática.

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