miércoles, 7 de mayo de 2025

VALENCIA, ESPAÑA *TORREGROSA* 116-126

 CUARENTA

AÑOS DE LUCHA

MOISÉS TORREGROSA

SANTIAGO DE CHILE

1921

116-126

Mier-7-5-25

CAPITULO VI

DE NUEVO EN ALCOY

I

Una vez en Alcoy, tuvo conocimiento don José de que el pastor Ben Oliel había sido nuevaniente encarcelado, y que había salido de la cárcel porque la iglesia reunió dinero y entregaron la causa en manos de un abogado y de Dios.

118 MOISÉS TORREGROSA

Don José no tenía colocación. El pastor sugirióle la idea de fundar una escuela nocturna. Hízolo así, estableciendo dicha escuela con 25 alumnos y con la ayuda de ellos y del pastor se sostuvo don José durante 4 meses.

De vez en cuando ocupaba el púlpito. Esto dió ocasión a que sus antiguos enemigos le tomasen ojeriza.

El señor Seguí, persona rica, amigo de don José, buscó a la esposa de éste, y dijóle: «¿Qué ganas tú viviendo con José?»

Ella era católica y aun no estaba convertida; pero aquello de apartarse de su esposo no lo aceptó

. El señor Seguí trabajó con las señoras devotas, para que consiguieran separarla del lado de su marido, con su familia.

Este señor llamó, por fin, a don José y le dijo: —¿Qué negocio tienes o qué os dan

CUARENTA AÑOS DE LUCHA 119

cuando entráis en esa iglesia, que os hacéis tan empecinados?

A lo que le replicó don José:

—La causa de ser empecinado consiste en haber alcanzado mi salvación... el cielo, el cielo es mío: Cristo me lo dió.

—¡Qué barbaridad! ¿El cielo es tuyo?

Don José trató de explicarle el significado de aquella afirmación; pero no llegaron a ningún entendimiento y don José se retiró.

Como su esposa interrogase, después, a don José sobre su entrevista con el señor Seguí, él contóle todo y ella, entonces, también le puso en conocimiento de las gestiones de aquél, acerca de ella y la familia.

 Esto dio ocasión a don José para hablar a su esposa del Evangelio, con mayor fuerza.

Ella, sin embargo, permanecía indiferente.

Cierto día, empero, don José sintió que, en este asunto de su familia, estaba faltando ante Dios. Llamó a su esposa y le dijo:

<Aquí soy yo cristiano. Soy el padre. Todos los que viven en esta casa deben seguir estas creencias. El que no quiera acompañarme, tiene la puerta abierta». Desde ese mismo día cesó la oposición.

La señora comenzó a dedicar su atención a la Biblia y concurrió al cuito alguna que otra vez.

II

Partida a Barcelona

Pero el hambre atacó segunda vez de frente a don José en Alcoy. Partió, pues, para Barcelona, solo, en busca de algo, habiendo sido ayudado por el pastor para su viaje.

Llegado a Barcelona encontró don José a un pastor bautista, el señor Cifre, quien le hospedó en su casa muchos días y luego le hizo una proposición.

—Pienso darle a Ud. el puesto de predicador local, díjole el señor Cifre.

Le suministró dinero y don José trajo su familia a Barcelona. Habitaron en un departamento de la casa pastoral. Fué tanta la confianza que inspiró a este siervo de Dios, que le asoció a la predicación y le instruyó mucho en el arte de predicar.

Hacía don José la obra de evangelista, visitando los pueblos adyacentes: Garriguella, Pau y Figueras.

Durante uno de estos viajes, recibió don José carta del pastor, asegurándole de la conversión de su esposa.

Tuvo, pues, el gozo de poder tratarla como hermana en la fe, desde ese momento,

y así se lo escribió.

III

Comienzo de la obra en Figueras

La iglesia bautista confirió a don José el título de evangelista y, en este carácter, comenzó la obra en Figueras.

Corría a la sazón el año 1879. En aquel entonces, contaba la ciudad con

4,000 habitantes. Don José no tenía allí amigos. Dirigióse al hotel y toda aquella noche la pasó velando y dirigiendo esta interrogación: «¿Qué quieres que haga. Señor?» Al día siguiente salió sin rumbo. Al cabo de dos días veía, con pesar, que nada se le presentaba

que facilitara su proyecto

. Al

tercer día se hizo amigo de un caballero de apellido Serra, abogado. Al decirle que había ido a abrir obra evangélica y que buscaba facilidades, le hizo mención del presidente de la Sociedad de Socorros Mutuos. Era una sociedad fuerte.

Se dirigió don José al presidente que era un caballero de apellido Ramírez.

En pocas palabras dióle a saber don José lo que de él solicitaba, sabiendo que era liberal. Cedióle este caballero el gran salón de la Sociedad de Artesanos, con luz, asientos, etc.

Aquel señor hizo propaganda.

A las 8 P. M. se hallaba el salón lleno de gente: lo mejor de la aristocracia

de Figueras. Pusieron, al principio, mucha atención, si bien, cuando don José comenzó a hablarles de Jesús, asomaron sonrisas a los labios. Prosiguió, sin embargo, pintándoles los beneficios que reporta la fe en Jesús, su carácter inmaculado..

Díjoles que era su propósito abrir una escuela y obra evangélica. Allí mismo se comprómetieron a ayudarle con dinero, por suscripciones mensuales.

Estableció, realmente, una escuela nocturna. Tuvo unos 30 alumnos al principio.

 Con mucho tino y gran prudencia les fué hablando poco a poco del Evangelio. Al cabo de unos días, tenía un coro de jóvenes y se alquiló un armonio. Tomó un local en arriendo, y permaneció allí dos años, haciendo el trabajo de un pastor, sin estar afiliado a una misión determinada. Al partir, había en Figueras, una congregación que contaba con 120 miembros.

IV

En Valencia

Después de un viaje de tres meses a los Estados Unidos, con su familia, regresó el señor Torregrosa a Valencia.

Corría el año de 1883.

CUARENTA AÑOS DE LUCHA 125

La primera noticia que tuvo, a su regreso, fué que Valencia era inexpugnable para el Evangelio, es decir, para el protestantismo, según el entendimiento de ellos. Nadie había anunciado allí tales doctrinas.

Un extranjero, llamado Armstrong,

—le dijeron—vino, hace poco a predicar.

Se extendió la voz. Dos desconocidos se le acercaron y le dijeron: / a Armstrong/  «Ud. toma el tren y se vuelve al punto de donde vino. Aquí no queremos verle más».

A la semana siguiente de aquel suceso, fué cuando llegó don José Torregrosa a la misma ciudad. Aquí hay lugar para que fijemos nuestra atención en los caminos de la Providencia.

Cierto día, se hallaba don José en la Glorieta, que es un paseo público, y un colportor le ofreció la Biblia.

 Supo entonces que el señor Armstrong se había ido

. Yendo, en seguida, al Grau  (que es un populoso barrio de Valencia) encontró a cuatro o cinco obreros que salían de una reunión.

 

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