sábado, 14 de diciembre de 2024

UN MONJE ESPAÑOL

 

LA VIDA

DE

RAMON MONSALVATGE

UN MONJE ESPAÑOL CONVERTIDO,

DE LA ORDEN DE LOS CAPUCHINOS.

CON UNA INTRODUCCIÓN, POR EL REV. ROBERT BAIRD, D. D.

"Para manifestar las virtudes de Aquel que me llamó de las tinieblas a su luz admirable".—1 Pedro 2: 9.

NUEVA YORK:

IMPRESO POR J. F. TROW & CO.,

33 ANN-STREET

89-96

En cuanto a mí, el Arzobispo se interesó por mí también, y amablemente me envió un coronel español, quien me dijo: "El Arzobispo me ha enviado a usted para decirle que ha recibido una carta anónima en español, afirmando que si no abandona Besançon, un día de estos será apuñalado. Y, para que eso no ocurriera, el Arzobispo dice que sería bueno que abandone la ciudad inmediatamente. Él desea que le traiga una respuesta, ya sea que se vaya o no". Respondí que iría a agradecerle al Arzobispo personalmente por su advertencia, y luego le expresaría mi determinación. En consecuencia, al día siguiente hice la desafortunada visita. El Arzobispo repitió que debía abandonar Besançon; a lo que respondí que estaba demasiado cómodamente situado allí para desear irme; que no temía nada, ya que no buscaba hacer daño a nadie. El arzobispo perdió entonces toda la paciencia conmigo y exclamó: "Señor, es mi voluntad que abandone la ciudad dentro de veinticuatro horas, y si en ese tiempo no se ha ido, tomaré otros medios".

Entonces respondí: "Señor, si desea que me vaya absolutamente, depende de usted; fije una pensión de tres francos por día, e iré a donde usted elija, siempre que no sea a un seminario". Me impuso silencio, diciendo que lo había insultado; y, ordenándome que abandonara el apartamento, fue inmediatamente a ver al prefecto y le pidió que me diera un pasaporte para algún lugar lejano, con la orden de salir inmediatamente. '^ El prefecto no pudo satisfacerlo; "No he recibido ninguna queja", dijo, "de la policía en relación con este hombre; y, en consecuencia, no puedo obligarlo a abandonar la estación que le ha sido asignada, a menos que pida su pasaporte por su propia iniciativa".

*** Esto después aprendí del subprefecto***

¿Qué hará entonces el santo varón? Tiene demasiada influencia para no seguir con este asunto, pensando así aterrorizar con mi ejemplo a cualquier español que, iluminado por los rayos de la Verdad, pudiera sentirse tentado a abandonar Roma y sus errores por el Evangelio. Escribió al Ministro del Interior, pidiéndole que me asignara como residencia forzosa la ciudad de Langres (Haute- Marne), que él conocía bien, y que respondería a su objetivo mejor que cualquier otra, ya que no hay protestantes allí. De hecho, conocía muy bien Langres, ya que había sido obispo allí. El Ministro del Interior no dejó de tener en cuenta la solicitud de su noble peticionario.

El 21 de enero de 1842 recibí la visita de un policía, que me ordenó presentarme al Prefecto para oír una decisión ministerial: Langres me había sido asignada como domicilio. El Prefecto recibió al mismo tiempo la orden expresa de informar a las autoridades de esa ciudad de mi llegada, y el Subprefecto recibió la orden de hacer saber al Ministro si había obedecido su mandato. Pedí tres días para prepararme para partir; y el 24 de enero tuve que subir a la diligencia en presencia de dos policías, como si hubiera malhechor; mi pasaporte me fue entregado en el momento en que el cochero hizo restallar el látigo para ponerme en marcha.

 Allí estaba yo, con sólo dieciocho francos en el bolsillo, viajando hacia un lugar extraño, en un país extranjero, y sin saber cómo sería recibido. Llegué a Langres el día 25 y me detuve en una posada, donde gasté mis dieciocho francos en pocos días. Allí me encontré con unos veinte españoles, pero ninguno me reconoció como compatriota, pues habían sido informados por sus amigos de Besançon de lo que allí ocurría, y ninguno se me acercó nunca, a menos que fuera para insultarme. Mis perseguidores tomaron tales medidas para hacerme conocido desfavorablemente entre los habitantes, que pronto todas las miradas de aquella ciudad se volvieron hacia mí.

No podía salir de casa sin oír estas palabras: "Allí va el monje español; mira al seminarista que se ha hecho protestante. Lo expulsaron de Besançon". Los curiosos a veces me hablaban y me decían: "¿Es cierto que te has hecho protestante? ¿Quién os ha hechizado para que entréis en un partido que os debe parecer sospechoso por su novedad, puesto que nunca existió en ninguna parte del mundo antes de que Lutero y Calvino, sus autores, establecieran esa religión? ¿Cómo habéis podido abandonar la Iglesia, que es columna y fundamento de la verdad, que desciende de los Apóstoles por la sucesión ininterrumpida de sus pastores?

Yo les respondí: "Sí, soy protestante, y es por la lectura de la Biblia por lo que fui “hechizado/ convencido/

Y en cuanto a lo que decís sobre mi entrada en el partido de Lutero y Calvino, os diré que soy de su partido en la medida en que ellos son del partido de la Biblia. "Erráis al pensar que la religión que profesan los protestantes fue fundada por Lutero y Calvino, pues no tiene su origen en la tierra ni en ningún hombre vivo o muerto. La verdad no se encuentra en Roma, puesto que ella actúa en contra de los mandamientos de Dios y de la Biblia; y, por último, no podéis hablar de sucesión, puesto que los Papas se han opuesto por completo a la doctrina y a la práctica de los Apóstoles

." Visité a todos los barberos de aquella ciudad para ver si alguno de ellos estaba dispuesto a emplearme, y al fin logré encontrar uno que me acogía sin otro pago que mis comidas. Pero apenas habían transcurrido tres semanas cuando me despidió, diciéndome que era censurado por todos, y especialmente por algunos sacerdotes que eran sus clientes, y que no quería por mi causa exponerse a que su hijo fuera expulsado del seminario de aquella ciudad, en el que estaba entonces. ¡Qué triste situación era la mía en ese momento, sin ayuda del gobierno, obligada a considerarme prisionero, pero sin recibir el pan que la ley concede a los prisioneros, y contrastándola con mi situación anterior. Quería ganarme la comida sólo con el trabajo de mis manos; sólo conocía un oficio, y nadie me quería emplear. No tuve libertad para buscar empleo en otro lugar, y no pude encontrar ninguno en la casa que me habían asignado. Dos peticiones que dirigí al Ministro del Interior para obtener permiso para ir a Dijon o Estrasburgo, donde fácilmente podría haberme ganado el pan, no tuvieron ningún efecto. Mis padres tampoco respondieron a mis cartas. ¿Qué será de aquel a cuyas justas reclamaciones todos parecen sordos? ¿Cómo terminarán las incesantes persecuciones de estos extranjeros y los repetidos insultos de sus compatriotas? ¿Adónde lo conducirá el desprecio de aquellas personas que desdeñosamente le apartan la cara en cuanto se dirige a ellas?

Debe caer, a menos que Aquel que es todopoderoso se convierta en su apoyo. Si confía en un brazo de carne, la desesperación se apoderará de él. Reconozco con sinceridad que mi alma en ese momento estaba muy triste y miserable, y más que nunca expuesta a la derrota total.

Tal vez haya sorprendido a dos tipos de personas con el relato de mi vida desde el 14 de septiembre de 1841 hasta este momento.

 Los inconversos habrán dicho con asombro: "¡Qué conversión se ha operado en este español!" Pero yo les diré: vosotros, que no tenéis el espíritu de Cristo, os apresuráis a considerar como discípulo de Cristo a uno que todavía no le pertenecía en modo alguno. Los redimidos de Jesucristo habrán percibido que yo no estaba todavía convertido a Aquel que es el único que nos puede dar la vida. También se habrán asombrado igualmente al ver el valor con el que, aunque todavía en el error, soporté todas mis pruebas.

A vosotros, mis hermanos en Cristo, os libraré de vuestro asombro diciendo algunas palabras respecto al carácter español.

 Uno de sus rasgos principales es la perseverancia. Cuando un español ha adoptado cualquier opinión, prefiere morir antes que abandonarla. Por eso, cuando conoce alguna doctrina opuesta a lo que cree que es la verdad, No puede dejar de condenarla, e incluso, si es posible, de perseguir con fiereza a quienes la profesan. Y es muy difícil persuadirle de que su creencia es errónea, de que su opinión no es la que debe tener, de que su religión no es la verdadera.

Pero una vez convencido, será fiel a su convicción, renunciará con valentía a su opinión o doctrina anterior y avanzará firmemente en el nuevo camino en el que ha entrado, aunque sea erróneo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

ENTRADA DESTACADA

HEROINAS DE LAS CRUZADAS * POR CELESTIE ANGENETTE BLOSS* 9-20

HEROINAS DE LAS CRUZADAS POR CELESTIE ANGENETTE BLOSS 1853 A MIS ALUMNAS ESTÁ DEDICADO CON CARIÑO POR LA AUTORA 9-20 En cierta...