PERSECUCIONES Y BATALLAS
DE LOS
VALDENESES.
POR. J. T. HEADLEY.
1853
39-46
Los Valdenses entendieron la trampa, pero continuaron hasta dentro de una milla y media de un puente que cruzaba el Doria, cuando describieron en el fondo del valle ardían casi cuarenta fogatas. Los cristianos necesitaban descanso y alimentos • pero, antes de que pudieran obtener ninguno de los dos, había que librar una batalla feroz y desigual. Sin embargo, continuaron hasta que la vanguardia cayó en una emboscada, y un fuerte disparo, los disparos de mosquetería despertaron los ecos de los Alpes. El intrépido Arnaud vio que había una crisis de hecho ven. Ante él había un bien designado ejército francés, dos mil quinientos hombres fuertes, 2,500 al mando de un estrecho puente. Deteniendo su cansada columna, les ordenó a todos que se arrodillaran, y allí, en la tranquilidad de la tarde, ofreció oración a el Dios de las batallas que los salvaría de la destrucción que parecía inevitable. Apenas se había extinguido la oración solemne en el aire de la tarde, antes del repiqueteo Se oyeron las armas, y en una densa columna, los exiliados se dirigieron directamente hacia el puente.
A medida que se acercaban, los centinelas del otro lado gritaron : "¡Quién vive!" a cual los valdenses respondieron: "Amigos, si están sufriendo por seguir adelante!" Inmediatamente ellos Gritaron : "¡Mátalos! ¡Mátalos!" a través de la oscuridad, y luego la orden: "¡fuego!" Se escuchó entre las filas. A continuación más de dos mil mosquetes dispararon desde el puente, y llovió una tormenta de plomo a todo lo largo y ancho.
Los enemigos esperaban, y con razón, que, bajo un fuego bien dirigido, el pequeño grupo de los exiliados serían aniquilados; y así habría sucedido de no haber sido por la prudencia y previsión de su pastor y líder Arnaud.
Esperando tal recibimiento, había dado órdenes que sus seguidores, el momento que escucharan la palabra "fuego" del enemigo, deberían caer de bruces. Ellos obedecieron a su mandato, y esa ardiente lluvia se fue a la deriva pasando salvajemente sobre sus cabezas.
durante un cuarto de una hora continuaron estas fuertes andanadas, envolviendo ese puente en llamas; sin embargo, durante todo ese tiempo, solo un valdense fue herido.
Al final, sin embargo, un disparó se escuchó en la retaguardia: las tropas que pasarían por el montaña por la mañana, había seguido después, a propósito para evitar su escape de la trampa que había ha sido fijado para ellos. Aplastado entre dos poderosos cuerpos de soldados, con dos mil mosquetes ardiendo en sus caras, y un estrecho puente ante ellos, el caso del los errantes exilados en este momento era muy desesperado y sin esperanza.
Viendo que había llegado la última hora para los valdenses, Armaud ordenó a sus seguidores para que se levanten y asalten el puente. Ocurrió una de esas exhibiciones espantosas. presenciadas en un campo de batalla.
Con un grito salvaje y emocionante, ese pequeño grupo se precipitó hacia adelante.
A través de el fuego devorador de los enemigos, sobre el traqueteo, del temblar y ruido del puente, hasta estas trincheras; hasta los puntos de los bayonetas, los valdenses acometieron en una ola irresistible Su ensordecedores gritos ahogaron el rugido de los mosquetes y, llevados por ese elevado entusiasmo que ha hecho al héroe en cada época, al tener el peligro delante de ellos.
Las solidas filas (francesas) cayeron con tal terror y repentinamente, que no tuvieron tiempo ni siquiera para huir. Los valdenses enfurecidos se apoderaron de ellos por las cabezas, y los pisotearon y con sus pesados sables los partieron a la tierra.
Los aterrorizados franceses emprendieron la defensa disparando con sus mosquetes, y, al interponerlos entre sus cuerpos y el enemigo, los sables valdenses prendieron ( ignición= que inicia o desencadena una combustión) fuego a los barriles de pólvora hasta que las chispas volaron en todas direcciones.
El Marqués de Larry se esforzó durante un tiempo por resistir este comienzo abrumador; pero, encontrando todo perdido, gritó: "¿Es posible que yo haya perdido la batalla y mi honor?" y Luego exclamó "¡Salvese quien pueda !" y en seguida y huyó.
El ejército de dos mil quinientos hombres se convirtió entonces en una manada de fugitivos en la oscuridad, aniquilados a cada paso por la espada del valdense. -No multipliquéis palabras de grandeza y altanería; Cesen las palabras arrogantes de vuestra boca; Porque el Dios de todo saber es Jehová, Y a él toca el pesar las acciones.-* Perseguí a mis enemigos, y los alcancé,Y no volví hasta acabarlos.38 Los herí de modo que no se levantasen; Cayeron debajo de mis pies.*-
La matanza fue terrible y la victoria completa: todo el bagaje y los suministros fueron tomados; y por fin, cuando la brillante luna salió sobre los Alpes, inundando de luz el extraño escenario, Arnaud llamó a su pequeña banda para que abandonara la persecución. Habiéndose aprovisionado de toda la pólvora que deseaban, reunieron el resto y le prendieron fuego.
Un repentino resplandor iluminó cada pico y peñasco, y todo el campo de la muerte, con la claridad del mediodía, seguido por una explosión como el estallido de cien cañones, y que se escuchó casi treinta millas en las montañas.
Un profundo silencio sucedió a este extraño estruendo, y entonces Arnaud ordenó que sonaran todas las trompetas, entonces cada hombre arrojó su sombrero al aire, y gritaron : "¡Gracias al Eterno de los Ejércitos, que nos ha dado la victoria sobre nuestros enemigos!" Ese grito glorioso fue retomado y prolongado hasta que el enemigo que huía lo oyó en las lejanas gargantas de la montaña.
La pérdida total de los Valdenses en este cruento combate no alcanzó los treinta hombres, mientras que el terreno estaba abarrotado de los cadáveres de los franceses. Estos últimos se habían negado a destruir el puente, y así detener eficazmente el avance de los exiliados, porque querían destruirlos. Pero Dios les había dado la victoria, y su grito recordó el antiguo grito de Judá en batalla.
Esa noche, los cansados Valdenses durmieron sobre sus armas en el campo sangriento que habían ganado; y cuando salió el sol de la mañana, allí yacían los restos de la lucha . En medio de la llanura pisoteada, elevaron su oración matutina y su voz de renovado agradecimiento a Aquel que los llevaba en el hueco de su mano; y retomaron la marcha
No hay comentarios:
Publicar un comentario