HOWARD
EL HEROE CRISTIANO
POR LAURA C. HOLLOWAY
NEW YORK
1885
HOWARD EL HEROE CRISTIANO*HOLLOWAY*1-9
INTRODUCCIÓN
Las dificultades que acechan la trayectoria de un biógrafo, incluso en las circunstancias más favorables, son bien conocidas; no disminuyen en absoluto cuando el sujeto de las memorias aún vive.
Presentar a un hombre a un público compuesto por sus amigos y enemigos es una tarea de suma delicadeza. Aún no ha llegado el momento de publicar todos los hechos de la carrera del General Howard; él sigue ejerciendo activamente su profesión y rebosa de promesas de logros futuros. Ni siquiera el más estricto sentido de la justicia evitará que el biógrafo defraude las expectativas de sus amigos ni lastime los sentimientos de quienes han participado en la fama de la vida de Howard. El propósito del presente volumen no es relatar los acontecimientos militares con los que se relaciona el nombre del General Howard ni criticar a los diferentes personajes con los que se le ha asociado.
El general O. O. Howard, el soldado cristiano, es el tema de esta biografía, que se espera que revele a quienes lo conocen mejor su agitada y distinguida vida, y presente a quienes no lo conocen un personaje que merece la pena estudiar. El general Howard ha sido llamado el Havelock del ejército estadounidense, y comparado con Palmer, con Vicars y, más tarde, con Gordon, cuyo carácter espiritual era afín al suyo. La comparación con el Gordon chino, precisamente, se sostiene mejor para ambos. 6 INTRODUCCIÓN: "La paz tiene sus fronteras no menos renombradas que la guerra"; Los triunfos de Gordon en África y China encuentran sorprendentes paralelismos en los servicios de Howard a los libertos y sus misiones con los indios del oeste. A diferencia de Gordon, Howard tuvo la oportunidad no solo de luchar por la liberación de los esclavizados, sino también de liderar su instauración en condiciones de vida diferentes. Para profundizar en la comparación, el elemento religioso ha sido intensamente fuerte en ambos; pero la religión, entre ellos, ha sido un sentimiento vivo, que se ha negado a doblegarse ante cualquier sistema eclesiástico
La generosa creencia de ambos ha suscitado repetidas críticas por parte de los sectarios. Si bien es injusto comparar y contrastar los principios religiosos que profesan, se puede afirmar con seguridad que el efecto general en sus caracteres, producido por sus profundas convicciones religiosas, ha sido similar. En todos los actos de la vida, cada uno ha sido primero cristiano y luego soldado o administrador. También se parecían en que no consideraban la pobreza honesta como un reproche, sino que estimaban la riqueza en su verdadero valor: como un medio para alcanzar fines nobles y varoniles. Tampoco deben pasarse por alto las diferencias entre ambos caracteres; cada uno posee una individualidad propia y muy marcada, que incluso un observador superficial no dejaría de notar. Pero si bien ambos son producto de las mismas condiciones de nuestra civilización, la ascendencia peregrina de Howard y su temperamento, curiosamente, discrepan de las teorías aceptadas sobre la herencia, lo que hace imposible clasificarlo junto con este otro personaje eminente. Es innecesario establecer más paralelismos, ya que las cualidades que asemejan al sujeto de estas memorias a los ilustres nombres que hemos mencionado, así como sus diferencias, son demasiado llamativas como para pasar desapercibidas.
El progreso de la civilización y las influencias que la ciencia ha ejercido sobre la guerra han alterado el carácter de la vida del soldado y han eliminado de la profesión las posibilidades de heroísmo físico que alguna vez existieron. La guerra también ha perdido gran parte de su salvajismo y romanticismo: se ha reducido al nivel de una gigantesca partida de ajedrez, que implica aterradoras masacres de soldados rasos, pero que requiere de los líderes mayor inteligencia, rápida observación y menos fuerza en los brazos.
En la época moderna, los logros militares, por brillantes que sean, rara vez permiten a un soldado alcanzar la gloria como aniquilador de numerosos enemigos; pero al mismo tiempo, han eliminado del carácter del soldado esa mancha de asesinato que se adhiere incluso a personajes tan heroicos como el Rey Arturo. Es curioso observar cómo Murat, posteriormente rey de Nápoles y uno de los mejores oficiales de caballería que Europa haya visto jamás, libró doscientas batallas sin haber perdido la vida.
El hecho mismo de que las dificultades para alcanzar la gloria mediante logros militares sean ahora tan grandes, añade un brillo adicional a la fama de quienes han ganado, reconocidos por su valiente liderazgo en la batalla.
El general Howard, en Fair Oaks y Atlanta, ofrece ejemplos notables de una valentía deslumbrante llevada al borde de la temeridad gracias a oportunidades que él mismo se ha forjado. El crecimiento de una opinión pública ilustrada y de sentimientos humanos, que impiden el desarrollo de un Alba moderno, no impide que un soldado se incline también ante un filántropo. Por supuesto, la guerra en sí misma, considerada desde el punto de vista moral más elevado, es una violación de esa ley del amor que el filántropo reconoce instintivamente y obedece con alegría.
Pero, como dice Cowper: "Tales hombres son elevados a la posición y al mando, cuando la Providencia significa misericordia para una tierra. 8 INTRODUCCIÓN-. Él habla, y ellos aparecen; a él le deben habilidad para dirigir y fuerza para asestar el golpe; para manejar con destreza, para aprovechar con pobreza la crisis de una hora oscura y decisiva”
La defensa de los inocentes y los oprimidos se considera, en todos los países, el mayor privilegio de los puros y fuertes. Desde la introducción de la artillería en la guerra, los estragos reales causados en las filas enemigas han dejado de glorificar al soldado. El estudioso de la historia militar busca elementos de grandeza diferentes a la mera valentía personal o la furia de la destrucción. La vida se ha vuelto artificial, y toda cualidad natural que pueda ser simulada por el arte ha dejado de atraer atención especial. Nuestra civilización intelectual negará el reconocimiento a las armas atronadoras de un Áyax y colocará la corona de laurel en la cabeza de un Nelson mutilado. La tendencia dominante de los últimos siglos ha sido suprimir el elemento personal en todos los aspectos de la vida. Las buenas costumbres han resentido este peso deprimente, privando al mundo del encanto de una expresión sincera de sentimientos, que ninguna época ni país puede permitirse perder. No tienes coraje personal, y la valentía escapó a la influencia recién introducida. A juzgar por el pasado, no parece imposible que pronto llegue el día en que la valentía activa no se considere un mérito, sino una necesidad, pues desaparece lentamente. Cada época admira más aquello que necesita. A medida que se reconoce el verdadero valor de la vida, su exposición imprudente, que las posesiones salvajes poseen en tan gran abundancia, será merecidamente considerada un crimen. La verdadera valentía consiste en arriesgar la vida en el cumplimiento de un deber; desperdiciarla por cualquier otro propósito es suicidio. INTRODUCCIÓN. 9 La opinión pública ha dado indicios inequívocos de su decisión al negarse a reconocer la valentía agresiva como digna de mención a menos que vaya acompañada de otras dotes intelectuales especiales.
Ningún historiador de hoy en día dará prioridad al heroísmo a aquel cuyo único mérito reside en aniquilar a varios adversarios en un combate singular, compitiendo con aquel cuya habilidad frustra una estratagema del enemigo. La nuestra es una época eminentemente intelectual; incluso las bellas artes muestran la influencia del intelecto, que parece haber tallado las formas de belleza con las que los centros de la civilización están llenos de sólidos bloques de oro. El mismo ojo intelectual contempla con admiración la fuerza moral de un soldado, su previsión y su capacidad para la combinación.
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