domingo, 12 de octubre de 2025

LA GRAN TRIBULACIÓN*MAURO*1-11

 LAS SETENTA SEMANAS

Y LA GRAN TRIBULACIÓN

UN ESTUDIO DE LAS DOS ÚLTIMAS VISIONES DE DANIEL Y DEL DISCURSO DEL SEÑOR JESUCRISTO EN EL MONTE DE LOS OLIVOS.

Por PHILIP MAURO

BOSTON

1923

“He venido para hacerte saber lo que ha de acontecer a tu pueblo en los postreros días” (Dan. 10:14).

 LA GRAN TRIBULACIÓN*MAURO*1-11

LAS SETENTA SEMANAS Y LA GRAN TRIBULACIÓN

CAPÍTULO I.

Principios que Deben Regir la Interpretación de la Profecía.

 Nuestro objetivo en la presente serie de artículos es presentar a nuestros lectores algunos resultados de estudios recientes sobre la profecía de las Setenta Semanas (Daniel 9) y el discurso del Señor en el Monte de los Olivos (Mateo 24, Marcos 13, Lucas 21).

 Los escritos y discursos sobre profecía siempre despiertan interés, porque apelan a la curiosidad, característica de la naturaleza humana. Sin embargo, tales escritos y discursos solo son beneficiosos en la medida en que interpretan correctamente las Escrituras.

 En el caso de las profecías incumplidas, esto suele ser un asunto difícil; por otro lado, quienes escriben sobre temas proféticos se ven constantemente tentados a caer en conjeturas y especulaciones, e incluso en la imaginación. Se han propuesto muchas interpretaciones de la profecía que no están en absoluto probadas, pero que no podrían ser refutadas excepto, como en los casos en que se han fijado fechas para la venida de Cristo, por el acontecimiento mismo

Otro hecho que nos ha impresionado en relación con esto es que no ha habido progreso en la interpretación de la profecía incumplida durante muchos años. En las "conferencias proféticas", y en libros y revistas, se repiten hoy, con pocas variaciones, las mismas cosas que se dijeron hace dos décadas. Parecería que, por alguna razón, el Señor no ha estado, últimamente, arrojando nueva luz sobre esta parte de su preciosa Palabra.

Nuestra propia opinión al respecto es que los escritores de profecía han llegado tan lejos en avanzar, y el pueblo de Dios en aceptar, más conjeturas, teorías no probadas o, en el mejor de los casos, más probabilidades, como interpretaciones de la verdad profética de las Escrituras), antes de que pueda haber un avance real en la comprensión de esta parte de la Palabra de Dios.

Teniendo esto en mente, al iniciar esta línea de estudios, nos proponemos regirnos por ciertos principios que, creemos, deben regir en todo momento a quienes se proponen exponer la Palabra de Dios a sus hermanos santos.

El primero de estos principios rectores es no aceptar ni dar como interpretación establecida nada que se base en conjeturas o meras probabilidades, sino únicamente lo que esté respaldado por pruebas directas de las Escrituras o por una deducción razonable de ellas.

Sostenemos que es mucho mejor no tener explicación alguna para un pasaje difícil que aceptar uno que pueda resultar erróneo. Pues no es fácil renunciar a una idea una vez que nos hemos comprometido con ella. De hecho, lo que principalmente impide la aceptación de la nueva luz y verdad de las Escrituras es la fuerte (en algunos casos casi invencible) reticencia de la mente humana a rendirse, o incluso a examinar el fundamento de las opiniones sobre la Palabra de Dios.//la resistencia de la fortaleza de la mente a rendirse ante la verdad de Dios, ejemplo a abandonar la idolatría…//

Otro principio rector es que las pruebas que sustentan cualquier interpretación deben tomarse de la propia Escritura. Estamos convencidos de que toda la información esencial para la interpretación de cualquier pasaje de la Escritura se encuentra en la propia Biblia. De no ser así, las Sagradas Escrituras no podrían perfeccionar al hombre de Dios, es decir, hacerlo completo y enteramente preparado para toda buena obra (2 Timoteo 3:16, 17). Por supuesto, debemos recurrir a la historia para demostrar el cumplimiento de la profecía; pues no puede demostrarse de ninguna otra manera. Pero la interpretación de la Escritura es otra cuestión. Además, siempre que presentamos una declaración u opinión al lector para su aceptación, nos sentimos obligados a adjuntarla a las pruebas que la consideran establecida. Esto debería exigirse a todo escritor. Pero, lamentablemente, circulan ahora muchos libros que tratan temas bíblicos, cuyos autores se consideran tan altas autoridades que suelen hacer afirmaciones radicales sin citar prueba alguna.

 Advertimos encarecidamente a nuestros lectores que tengan cuidado con este tipo de afirmaciones. No está en la mente de Dios que su pueblo deba confiar en ninguna autoridad humana. Estos documentos se preparan para el beneficio del pueblo llano.

 Por la gracia de Dios, nos comprometemos a hacer cada afirmación y conclusión tan clara, y a respaldarla con pruebas tan claras extraídas únicamente de las Escrituras, que el lector común pueda comprender por sí mismo el significado del pasaje, independientemente de toda autoridad humana.

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