*Traducido del inglés antiguo, el jueves 2 de Octubre de 2025.*
UNA DEMOSTRACIÓN
DE LA AUTORIDAD DIVINA
DE LA LEY NATURAL Y DE LA RELIGIÓN CRISTIANA
Por Samuel Parker,
Doctor en Teología, de Canterbury.
LONDRES: Impreso por M. Flefher, para R. Royfton, Librero de Su Majestad, 1681.
LEY NATURAL Y DE LA RELIGIÓN CRISTIANA *SAMUEL PARKER*1-4
PREFACIO.
Este tratado, escrito en cumplimiento de un mandato anterior en latín, debería haber sido redactado en el mismo idioma, y muy probablemente así habría sido si no se hubiera emprendido primero a petición y para el bien de un amigo inglés. Aunque, tras revisarlo, no puedo desear que se hubiera traducido a ningún otro idioma, porque si bien el latín es de uso más universal, su beneficio se limita al aprendizaje. Pero quienes han dejado de necesitar tales ayudas, y cuando las tienen, pueden saciarse.
Mientras que los ignorantes y los incultos entre nosotros se han convertido en los mayores pretendientes del escepticismo, y es la gente común la que hoy en día se inclina por el ateísmo y la infidelidad.
Y así como la época en que vivimos ha mejorado//en progreso//, el vicio y la maldad no son dignos de confianza por las malas prácticas de los hombres, ni por la extravagancia de sus principios.
Porque no hemos inventado (porque, de hecho, no podemos) nuevas formas de lascivia y libertinaje, y los pecados que ahora se cometen se han cometido a veces (aunque de forma muy fea) en épocas anteriores, pero entonces no se defendían como justificaciones injustificadas. Mientras que nosotros nos hemos vuelto tan incapaces de adaptar nuestras nociones a nuestros vicios, y no seremos tan instruidos o ignorantes como lo fueron nuestros antepasados, para ser malvados y no poder justificarlo con principios. Fueron necios al oponerse a las prácticas de sus propias ciencias y condenarse a sí mismos, pero nosotros somos demasiado prudentes y filosóficos, a menos que podamos defendernos de esas restricciones incómodas nunca las romperemos violentamente.
De modo que el ateísmo y la irreligión con el tiempo se han vuelto tan comunes como el vicio y el libertinaje, y el vulgo (con lo que me refiero a ambos fuertes, como lo expresa Séneca, tanto al hombre de título como al hombre con zapatos de cuero, si son igualmente inexpertos o conocedores) declara que no serían tan malvados como son si pensaran que no tienen obligación de ser buenos.
En resumen, esta es la primera época del mundo que conozco en la que el ateísmo apareció pública, abierta y descaradamente. Pues aunque en las corrupciones del Imperio Romano los hombres eran tan prodigiosos en sus impiedades como en sus libertinajes, la reverencia pública por la religión (tal como era) era, en apariencia, preferida por algunos entre los ateos de más alto rango, y la palabra de los hombres, esto se consideraba intolerable cuando todos los demás males se permitían y alababan abiertamente.
Pero cómo sucede esto entre nosotros (a menos que la hipocresía de una época dé paso al ateísmo de otra), no lo sé.
Los plebeyos y los mecánicos han filosofado sobre principios de impiedad y han leído sus doctrinas de ateísmo en las calles y caminos.
Y son capaces de demostrar, a partir del Leviatán, que no hay ni Dios ni Providencia, sino que todas las cosas se resuelven por una cadena eterna de causas naturales; que no hay principios del bien y del mal, sino sólo el interés propio del hombre, ni ningún interés propio, sino sólo el de esta vida presente; que la naturaleza humana es una mera máquina, y eso es todo: las artimañas de las mentes humanas no son nada más que los resultados mecánicos de la materia y el movimiento
//Dicen//Que la Religión Cristiana (a) no tiene pruebas suficientes de su pretendida Autoridad Divina, y que ningún hombre está obligado a abrazarla, salvo cuando así lo exijan las Leyes del Reino.
Estas y otras doctrinas similares son los principios más reconocidos de la gente ignorante entre nosotros.
Y la verdad es que toda la piedad se limita a los hombres de fe, mientras que la plebe se inclina hacia todo tipo de ateos y profanaciones. (Porque en cuanto a ese entusiasmo antinómico que se ha extendido entre nosotros, se parece más a una blasfemia que a una religión, y lejos de hacer a los hombres menos malvados, solo los hace más seguros de su maldad. 5) Y ahora que han desechado todo respeto por el deber o //promover//la sensación de distanciamiento hacia Dios, rápidamente pierden toda conciencia de honestidad o incluso de civilidad hacia los hombres, y junto conla perdida de su religión, pierden sus buenos modales.
Esta es la raíz de esa epidemia de falsedad, perfidia, fraude, opresión, grosería y barbarie que se ha extendido por todo el Reino.
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