EL SERMÓN DEL MONTE
UNA EXPOSICION PRÁCTICA
CHARLES GORE
LONDRES
1902
EL SERMÓN DEL MONTE*GORE*1-3
PREFACIO
No hay planta en el jardín espiritual de la Iglesia de Inglaterra que necesite actualmente un riego y cuidado más diligente que el estudio práctico y devocional de las Sagradas Escrituras.
Es de lamentar hasta qué punto se permite que la pereza espiritual, la reacción contra el individualismo protestante o la excusa de dificultades críticas contribuyan al descuido de esta práctica tan necesaria.
Es sorprendente la poca cantidad de partes de la Biblia en las que las dificultades críticas, sean cuales sean, impidan su uso práctico. vi Prefacio
La presente exposición se basa, confío, en un estudio cuidadoso del texto original; sin embargo, tal como se presenta, su único propósito es ayudar a la gente común a meditar sobre el Sermón del Monte en la Versión Revisada y a aplicar sus enseñanzas a sus propias vidas. Si resulta útil, espero, cuando la ocasión lo ofrezca, complementarlo con otras exposiciones similares de las Epístolas de San Pablo a los Romanos y a los Efesios, y de las epístolas de San Juan.
Mi intención original era publicar algunas conferencias impartidas en la Abadía de Westminster sobre el Sermón de la Montaña durante la Cuaresma y la Pascua de 1895. Sin embargo, el intento de corregir para la imprenta un informe de dichas conferencias fue prácticamente abandonado, y la exposición, tal como está impresa ahora, es nueva. Su intención es sugerir ideas más que desarrollarlas, y promover la reflexión práctica más que el estudio intelectual; y, en vista de este último objetivo, me he atrevido a omitir casi todas las referencias y discusiones que implican notas a pie de página. Agradezco, como siempre, al Rev. Richard Rackham, mi hermano en la Comunidad de la Resurrección, por su ayuda en la corrección de las pruebas. CG. RADLEY
EL SERMÓN DEL MONTE
CAPÍTULO I
EL SERMÓN
¿Qué es el Sermón del Monte? Es la ley moral del reino de Cristo, o en otras palabras, ocupa en el Nuevo Testamento el lugar que en el Antiguo Testamento ocupan los Diez Mandamientos
. Es, por tanto, un excelente ejemplo de la relación entre los dos testamentos, o más bien pactos, divinos.
Hay una frase de San Agustín sobre este tema que sería útil que todos tuviéramos siempre presente. «Nos equivocamos», dijo, «con el Antiguo Testamento si negamos que proviene del mismo Dios justo y bueno que el Nuevo. Por otro lado, nos equivocamos con el Nuevo Testamento si equiparamos el Antiguo con él».
Esta es una declaración general ***De Guess. Pelag. v. (15). ***de la relación entre los dos pactos, y se aplica especialmente a la ley moral. La ley moral del Antiguo Testamento, expresada en los Diez Mandamientos, fue la expresión del mismo Dios que ahora nos habla en la persona de Jesucristo. Reaparece aquí en el Sermón del Monte, pero profundizada y desarrollada. Podemos decir con certeza que el Sermón del Monte explica a los Diez Mandamientos; pero los explica más profundamente en un todo mayor, más profundo y más positivo.
Este Sermón del Monte, entonces, es la ley moral del nuevo reino, el reino de los cielos, el reino del Mesías. Hemos estado acostumbrados a pensar en el Mesías, el Cristo, como una figura aislada; pero el Mesías, cuyo advenimiento se espera en el Antiguo Testamento, es solo el Centro del reino mesiánico. Alrededor del rey está el reino. El rey implica el reino, así como el reino implica al rey.
Así, la manera en que Cristo anunció su Mesías fue con la frase: “El reino de los cielos se ha acercado”. Y ahora —ahora que ha reunido a sus primeros discípulos— los separa, y allí, en el monte, les anuncia la ley moral del nuevo reino al que deben pertenecer.
Por lo tanto, es una ley no solo para las conciencias individuales, sino para una sociedad; una ley que, reconocida y aceptada por la conciencia individual, debe aplicarse para establecer un nuevo orden social.
Es la ley de un reino, y un reino es una sociedad gradual de seres humanos en común subordinación a su rey. Pero observen, lo que tenemos aquí es ley, ley, no gracia. En la frase de San Pablo, es letra, no espíritu. Cuando San Pablo dice que «la letra mata, pero el espíritu vivifica», quiere decir esto: que un mandamiento externo escrito (es decir, la letra) es capaz de informar nuestras conciencias, de decirnos cuál es la voluntad de Dios, de humillarnos hasta el polvo con una sensación de nuestra incapacidad para cumplirla; pero no es capaz de ir más allá. Por lo tanto, nos «mató»; nos hace conscientes de nuestro pecado, de nuestra impotencia, pero deja que algo más nos dé vida para hacer lo que debemos. Ese poder vivificante es el Espíritu.
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