El original de este libro está en la Biblioteca de la Universidad de Cornell
***No se conocen restricciones de derechos de autor en Estados Unidos sobre el uso del texto**
BAJO PONCIO PILATO
Formando parte de la correspondencia entre Cayo Claudio Próculo en Judea y Lucio Domicio Enobarbo en Atenas en los años 28 y 29 d. C.
TRADUCIDO Y EDITADO
POR WILLIAM SCHUYLER
NUEVA YORK Y LONDRES
1906
BAJO PONCIO PILATO *SCHUYLER* 1-5
NOTA DEL TRADUCTOR
En su intento de traducir al inglés las siguientes Cartas de Cayo Claudio Próculo, tan llenas de coloquialismos latinos como la famosa correspondencia del gran Cicerón, el traductor no solo ha considerado necesario traducirlas al latín, sino también recurrir a numerosos coloquialismos ingleses actuales para preservar en la medida de lo posible el espíritu desenfadado y moderno del original.
Pues los romanos cultos del siglo I de nuestra era eran, en muchos sentidos, tan "modernos" como los estadounidenses del siglo XX, si no más.
Asimismo, como los dichos del Nazareno dados por Cayo Claudio son citados de memoria en latín y, naturalmente, difieren en algunos puntos sin importancia de los textos griegos de los Evangelios, el traductor ha considerado que, en aras de la unidad, es mejor traducirlos del latín al inglés moderno en lugar de citar los pasajes correspondientes de la hermosa, aunque anticuada, "Versión Autorizada" de la Biblia en inglés.
En cuanto a las paráfrasis de los versos latinos con los que Cayo Claudio adornó varias de sus cartas, el traductor debe reconocer su agradecimiento a A. S. M. Chishobn, M.D., de Bennington, Vermont.
“Porque la fe verdadera consiste en creer y confesar que nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es Dios y Hombre; Dios, de la Sustancia del Padre, engendrado antes de los mundos; y Hombre, de la Sustancia de su Madre, nacido en el mundo; Dios perfecto y Hombre perfecto, de alma racional y carne humana subsistente; igual al Padre en cuanto a su Divinidad; e inferior al Padre en cuanto a su humanidad. Quien, aunque es Dios y Hombre, no es dos, sino un solo Cristo; uno; no por la conversión de la Divinidad en carne, sino por la asunción de la Humanidad en Dios; uno completamente; no por confusión de sustancia, sino por unidad de Persona. Porque así como el alma racional y la carne son un solo hombre, así Dios y el Hombre son un solo Cristo.
Del Credo de Atanasio.
Parte I
EL HIJO DEL HOMBRE
I El Procurador
Cayo Claudio Próculo en Cesarea de Judea a Lucio Domicio Ahenobarbo en Atenas, le envía saludos.
SV., B. E., E. v.* Tu carta, que se encuentra aquí en • Mi regreso de Jerusalén, me llenó de alegría; pues tú, mi Lucio, —el contemplativo, el filósofo, el estoico—, deseas estar al tanto de las acciones de Próculo, el mundano, el buscador de placeres, en resumen, el epicúreo. Supongo que tú, en las tranquilas sombras de tu retiro filosófico, anhelas ocasionalmente el resplandor del sol sirio; así como yo, en medio de esta vida feroz, pienso a veces con placer en tus nebulosos sueños.*** * Si eres digno, bene est; valor para el ego. «Si tienes buena salud, está bien; yo también tengo buena salud».**
Sea como fuere, sabes que te amo tan fervientemente ahora como cuando comenzamos nuestros estudios en Atenas con Sosio, y, en consecuencia, tu más mínima petición no es concedida.
Por lo tanto, aquí comienzo este Comentario sobre la Vida de Cayo Claudio Próculi en Judea. Puede que no sean tan importantes como los comentarios del divino Julio César, ni tan interesantes como las cartas del famoso Cicerón, ni tan perfectos como las epístolas en verso del encantador Horacio Flaccus; pero sé que serán tan veraces como la primera, tan francas como la segunda y mucho más despreocupadas que la última. Espero a cambio recibir de ti algunas sutiles disquisiciones estoicas que me ayuden a aliviar la irreflexión que prevalece aquí. Porque en la incesante ronda de deberes militares, espectáculos públicos y festines joviales, a un hombre que una vez ha aprendido a pensar le gusta que le recuerden de vez en cuando que tiene mente. Y estoy seguro de que, por compasión, si no por otra razón, accederás a mi petición.
Como te dije en Atenas, la vida es intensa aquí en Judea. Estos judíos, con sus extrañas supersticiones, son el pueblo más enérgico del mundo. Esta gran ciudad de Cassarea, con su espacioso puerto y su magnífico rompeolas de sesenta metros de ancho, fue construida en pocos años por el gran Herodes como testimonio del divino César Augusto.
Quizás recuerden algo de Herodes el Grande, ese extraño rey judío que murió hace unos treinta años. Logró mantener una excelente relación con el divino Julio, con Marco Antonio y con el divino Augusto; realizó amplias conquistas y erigió magníficos edificios como la Torre Antonia y el Gran Templo de Jerusalén; y luego, por temor a la inactividad, masacró a sus súbditos, e incluso a sus esposas e hijos, cada vez que necesitaba un poco de emoción extra. Pero tan grande es la fecundidad de estos judíos, que cuando Herodes finalmente falleció, aún dejó algunos súbditos para gobernar y algunos hijos para gobernarlos. Cuando vine aquí con mi tío Poncio Pilato hace un par de años, lo primero que descubrimos fue que esta intensidad judía no había disminuido ni un ápice desde la muerte de Herodes. Ya ves, el procurador, aunque su sede está en Cesarea, debe estar en Jerusalén durante todas las grandes fiestas.
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