Presentado a la Librería por el Dr. A.A. HODGE
DEFENSA Y CON FIRMACION DE NUESTRA FE
SEIS LECTURAS
1885
DEFENSA Y CON FIRMACION DE NUESTRA FE *TAYLOR** 1-9
LECTURA I
EL ARGUMENTO DE LAS PROFECÍAS MESIÁNICAS.
POR EL REVERENDO WILLIAM M. TAYLOR, D.D., LL.D
. En apoyo de su afirmación de ser recibidas como la palabra de Dios, las Escrituras, entre otras evidencias, nos presentan la de la profecía; y me propongo en este momento dar una muestra del argumento que se basa en ellas.
Un tratamiento completo de un tema tan extenso requeriría un volumen; pero debo contentarme con presentarles solo algunas de las predicciones mesiánicas más importantes contenidas en el Antiguo Testamento, junto con su cumplimiento histórico, y extraer las inferencias que justifican la correspondencia entre ambas.
El término profeta significa alguien que habla por otro. Implica que ha recibido tanto su autoridad como su mensaje de aquel a quien representa. Así, Jehová le dijo a Moisés:* «Mira, te he constituido dios para Faraón; Y tu hermano Aarón será tu profeta; y lo que estas palabras denotan queda perfectamente claro por lo que otros dijeron brevemente antes en la zarza: «Y Aarón será tu portavoz ante el pueblo; y él será para ti en lugar de boca, y tú serás para él en lugar de Dios».
En el sentido bíblico específico de la palabra, por lo tanto, el «* profeta» era alguien autorizado y calificado para hablar a los hombres el mensaje que había recibido de Dios para ellos, y la «* profecía» era el mensaje que él transmitía. Sus discursos tenían un carácter tanto ético como predictivo; pero lo predictivo estaba subordinado a lo ético, que, de hecho, siempre fue el elemento principal de sus declaraciones.
Su mayor deber era declarar la verdad en nombre de Dios; y en sus labores entre el pueblo elegido de Dios, trabajaron por la preservación de la existencia política de Israel: por la moralidad, por la educación, por todo aquello que tendía a elevar a aquellos a quienes fueron enviados principalmente, al tiempo que aseguraban, en última instancia, para toda la humanidad un registro escrito de la revelación que se había hecho a través de ellos.
Esto implicaba una afirmación por su parte de que Dios estaba sobrenaturalmente presente con ellos para guiarlos en lo que debían decir y escribir; y la predicción era la garantía de esa afirmación. Los milagros de Cristo y sus apóstoles eran para el mensaje que lo acompañaba lo que los milagros de Cristo y sus apóstoles eran para las doctrinas en relación con las cuales se obraban.
De hecho, en este caso, la predicción fue el milagro, pues la presciencia es tan sobrenatural en la esfera psicológica como el poder que tiene un milagro, comúnmente llamado así, en la física.
Pero así como Cristo y sus apóstoles fueron más que hacedores de milagros, los profetas fueron más que simples narradores de acontecimientos futuros.
Eran, en verdad, los representantes de Dios entre el pueblo, para mantener vivo su conocimiento en medio de ellos, para estimularlos a la santidad, para reprenderlos, y exhortarlos según la ocasión lo requiriera, y especialmente para prepararlos para la venida de ese gran Libertador que habría de aparecer una vez, «en el fin del mundo para quitar el pecado mediante el sacrificio de sí mismo». La manera en que se les reveló la verdad que debían proclamar está más allá de nuestro entendimiento, pero la revelación misma tomó forma de las circunstancias en las que se encontraban y de la individualidad de los profetas.
Dios los usó como hombres, no como máquinas, y a través de su mensaje a su tiempo, habló a hombres de todos los tiempos. Por lo tanto, para tener una idea aproximada de la obra que realizaron, debemos situarlos en el contexto de su época y tener una idea correcta de los males que tuvieron que afrontar.
En este aspecto, el estudiante de la Biblia ha sido muy útil, incluso por parte de escritores con quienes puede verse obligado a diferir en otros asuntos de gran importancia. Pero cuando apreciamos plenamente su obra, podemos ver cómo, al margen de sus predicciones y considerando únicamente el carácter ético de sus mensajes, se puede extraer un argumento contundente e irrefutable a favor de su inspiración divina
Así como lo sobrenatural en Cristo puede probarse concluyentemente a partir de la excelencia incomparable de su carácter y la elevada moralidad de sus enseñanzas, considerando la absoluta imposibilidad de que estas fueran simples productos de una época como aquella en la que Él apareció sobre la tierra, así también la misión divina de los profetas del Antiguo Testamento puede establecerse a partir del contraste que presentan sus escritos, especialmente en su teología y moralidad, con la literatura religiosa contemporánea en otros países.
Aquí se encontraba un grupo de hombres que se destacaron durante siglos como testigos del monoteísmo en el credo y de la santidad en la vida, frente no solo al politeísmo y la inmoralidad de las naciones circundantes, sino también a una tendencia perpetua hacia estos mismos males entre muchos de su propio pueblo; y, sin embargo, de principio a fin, nunca flaquearon en sus declaraciones ni rebajaron su testimonio en lo más mínimo.
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