LA BIBLIA, LA PALABRA DE DIOS.*BETTEX*

LA BIBLIA, LA PALABRA DE DIOS

Por F. BETTEX

New york

1904

LA BIBLIA, LA PALABRA DE DIOS.*BETTEX*1-6

CONOCIMIENTO Y FE

¿QUÉ SABEMOS?

Arrojados a este mundo misterioso sin nuestro conocimiento ni elección; presa de las fuerzas de la naturaleza; juguete de las circunstancias y de nuestros semejantes; condenados a morir, y sin embargo, inseguros de cuándo, dónde y cómo se ejecutará la sentencia de muerte, somos, después de todo, indescriptiblemente miserables y, por temor a la muerte, sujetos a la esclavitud.

Y, sin embargo, encontramos en nuestro interior un anhelo inextinguible, no solo de alegría y paz, vida y poder, sino también de conocimiento. Incluso el alma del niño, al contemplar el mundo que lo rodea, se llena de asombro y admiración, y, presa del deseo de conocimiento, pregunta incesantemente: ¿Qué es esto? ¿Qué es aquello? Porque siente inconscientemente que crece a través del conocimiento; Se apropia de cosas ajenas, asimila su entorno, lo somete y lo gobierna.

 Satanás 5 6 LA BIBLIA, LA PALABRA DE DIOS. conocía bien este poderoso impulso primario del alma humana y la sedujo con la promesa: «Seréis como dioses, conociendo el bien y el mal».

 ¿Qué sabemos? Mucho.

 ¡Qué inconmensurable riqueza de conocimiento han acumulado millones de hombres durante seis mil años, de los cuales solo una pequeña parte, al menos durante un tiempo, se ha perpetuado por escrito!

Porque incluso si conociéramos todos los libros y manuscritos de todos los tiempos, aún desconoceríamos la historia de cientos de pueblos y tribus, con su lengua, sus costumbres, sus leyes, sus visiones del mundo y de la naturaleza, su civilización y su arte

. Porque incluso en la época de Cortés y Pizarro, ni los peruanos ni los mexicanos, más avanzados, conocían un alfabeto; los primeros se conformaban con el idioma quipu, los segundos con los jeroglíficos.

 Y si tenemos en cuenta el asombroso grado de conocimiento de la naturaleza que incluso las tribus salvajes de pescadores y cazadores conocen; si tenemos en cuenta los millones de observaciones realizadas por indios y samoyedos, bosquimanos y tártaros sobre la vida vegetal y animal, de la que dependen para su sustento, nos sorprende la masa del conocimiento del hombre.