domingo, 14 de septiembre de 2025

HUEHUETENANGO-REDUCCIÓN DE LACANDONES *VILLAGUTIERRE*

  Lunes, 19 de noviembre de 2018

 “HISTORIA DE LA CONQUISTA DE LA PROVINCIA DE EL ITZA

REDUCCION, Y PROGRESOS DE LA DE EL LACANDON,

Y OTRAS NACIONES DE INDIOS BARBAROS, DE LAS MEDIACIONES

DE EL REYNO DE GUATIMALA, A LAS PROVINCIAS DE YUCATAN, EN LA  AMERICA SEPTENTRIONAL

ESCRIBELA

DON JUAN DE VILLAGUTIERRE SOTO-MAYOR,

ABOGADO, Y RELATOR, QUE HA SIDO DE LA REAL CHANCILLERIA DE 

VALLADOLID:

Y AHORA RELATOR EN EL REAL, Y SUPREMO CONSEJO DE LAS INDIAS

Y LA DEDICA A EL MISMO REAL, Y SUPREMO CONSEJO

nunca fué impresa la segunda PARTE que el autor ofreciera,fué hecha

en Madrid, en 1712”

CAPITULO III

 Falta de fomento en los Alcaldes Mayores para las conversiones.

MARGINALES.—Los alcaldes mayores no gustaban de la reducción.

Después, en el año de 1679 por noticias, que dió don Juan de Urquiola,  Oidor de la Audiencia de Guatimala, al Real Consejo de las Indias, expresó: que en las tierras de los cuatro obispados  de el distrito de aquella Audiencia,  que son, Guatimala, Chiapa, Nicaragua y Honduras, que  todos tienen la  mayor parte a la mar del Norte, había gran número de indios gentiles, y que   eran muy pocos los que se convertían, desde las primeras conquistas de  aquellas provincias.

Por lo cual, sería muy conveniente, que parte de los religiosos, que de  España se enviaban en misiones, fuesen asignados para este ministerio; y  que los Obispos, y justicias de aquellas  provincias, y obispados, los asistiesen,  con todo el fomento, y auxilio necesario; porque era  gran lástima, y compasión, se dejasen perder tan inumerables almas, a los mismos ojos de la    cristiandad.

Avisaba así mismo Sebastián de Olivera, Alcalde Mayor de la Provincia de la Verapaz, de como  algunos religiosos de la Orden de Santo Domingo, habían hecho entradas a la provincia del  Chol, y habían reducido indios infieles, y formado pueblos en ellas, y administrádolos algún  tiempo, y que no sabían, por que razón después lo habían dejado de hacer, y desampará- dolos; siendo así, que los mismos indios lo sentían en estremo, y clamaban,  porque se les diese, y ministrase el pasto espiritual.

En el mismo año de 1684, siendo ya presidente de Guatimala don Enrique Enríquez de  Guzmán, del Orden de Alcántara, que hoy se halla de el Consejo de Guerra, determinó el Obispo de Guatimala de ir á visitar las provincias del Quiche, y Verapaz, que habia veinte años que no se visitaban, así para cumplir con la obligación de su cargo, como por precisarle la cédula, y encargo, que tenía de el rey, para mirar por la reducción de los infieles.

Propúsolo al Presidente don Enrique Enríquez, pidiéndole, diese despachos para que el Alcalde Mayor de la Verapaz, y las demás justicias de las provincias circunvecinas, le diesen el auxilio, asistencia, y socorros necesarios, para llamar así á los caciques, como á los indios, levantados, y apóstatas del Chol; y que se le diesen para llevar consigo á Andrés de la Peña, español, vecino de aquella ciudad, por ser muy inteligente, y experto en las lenguas de el Chol, y Manché, y haber sido el instrumento principal de su reducción en los principios, y convenir llevarle ahora, para esta espiritual conquista.

El Presidente convocó junta general con esta ocasión; y en ella concurrieron el Obispo, el padre Maestro Fray Juan de Benegas, Vicario general de Nuestra Señora de la Merced; el padre Maestro Fray Agustín Cano, provincial de Santo Domingo; el padre Maestro Fray Diego de Ribas, provincial de la Merced; y los Oidores de la Audiencia. Allí se vió la propuesta del Obispo, y la que hicieron los padres Vicario general) y provincial de la Merced, de que por su parte adelantaría, cuanto se pudiese, aquella reducción, por los pueblos de Santa Eulalia y Istatán del Corregimiento de Gueguetenango, y por las demás doctrinas, confinantes con los choíes, y lacandones.

 CAPITULO IV

  Parte el Obispo de Guatimala á su visita. — El padre Provincial de la Merced á   Gueguetenango. — El de Santo Domingo á la Verapaz. — Vase diciendo lo que obraban.

 En los últimos días del año de 1684 se entregaron los despachos al Obispo, y prelados de las religiones; é inmediatamente, á principios de el de 1685, partieron, el Obispo á su visita; el padre Maestro Fray Diego de Ribas, con otros religiosos de su Orden, á Gueguetenango; y en la misma conformidad, para la Verapaz, el padre Maestro Fray Agustín Cano; que viendo estos dos provinciales, que un prelado de la iglesia, tan superior, salía en persona, no les pareció digno de su atención, y buen celo, no procurar imitarle, en todo lo posible.

 Y como todos tres fueron por distintas partes, y obraban en un mismo tiempo, me es preciso decir las operaciones del uno, y volver después á las del otro. Tomó, pues, su viaje el santo Obispo al pueblo de Cobulco, de la Verapaz, habiendo anticipado el aviso de su partida al padre Fr. Tomás López de Quintanilla, del Orden de Santo Domingo, ministro doctrinero del pueblo de Cahabón.

 Ordenándole también, se valiese de los indios más vaquianos, y sabidores, que hubiese del Chol, para que citasen á los indios choles, estuviesen en Cahabón, para el tiempo que él llegase, en prosecución de su visita, para tratarles de su conversión, en paz, y quietud; pues á ellos era á quien más importaba el vivir en ella, poblándose, y estando en servicio de Dios, y obediencia del Rey.

 Y dejando ahora al padre provincial Fray Agustín Cano, y sus compañeros, con sus indios choles, aunque pocos, sosegados en San Lucas, y continuando en ir atrayendo más de aquella nación, con esperanza de que aquel fuese un gran pueblo, ó á lo menos razonable; y de que para freno de aquellos indios se diesen las providencias de puentes, y asistencia de los de Cahabón, que insinuaba, en ínterin que el rey determinaba, se fundase allí la colonia de españoles, por correrse de allí toda la montaña, y ser la tierra la más fértil de aquel reyno, y abundante de maíz, cacao, achicote, algodón, y otros frutos; paso á lo que obró en su entrada el padre provincial de la Merced Fray Diego de Ribas por la parte, por donde había prometido ejecutarla.

 CAPITULO V

  Refiérese lo que sucedió al padre Provincial Fray Diego de Ribas en su entrada, por la parte de Gueguetenango. — Tierra que descubrió en la montaña. — Y otras cosas que se encontraron.

  MARGÍNALES.—Llega el padre provincial Ribas a Gueguetenango.—Presenta sus despachos.—Dispone bastimentos.—Pasa a Chiantla.—Llama a los indios de San Mateo de Istatán.—Propóneles su intento y que le enseñen el camino.—Ofrécense los indios de Santa Eulalia.— Rehúsanlo los de Istatán.—Retíranse algunos a los montes .— Informan falsamente contra el padre León.—Pasa el padre provincial a Santa Eulalia.—Substráense los indios de Santa Eulalia.—Piden nuevas órdenes los padres al Presidente.—Lo que ordenó el Presidente.—Que castigase el corregidor a cinco de los motores—No se puede violentar a los indios a que entren a las montañas .— Parte el corregidor a Santa Eulalia.—Sociéganse los indios.—Llega el corregidor a Santa Eulalia.—No ejecuta castigo alguno.Hizo al caso el que fuese el corregidor .— Convídanse a entrar los españoles.—El hermano Juan de Santa María belemita .— Vuélvense a ofrecer los de Santa Eullalia —Indios que más se señalaban.—Salen todos de Santa Eulalia.—Llegan a Teashan.—Dicen los indios no hay más camino.—Salen los principales de Santa Eulalia a Istatán.—Descubren paso con mucho trabajo .— Vadéase un rio tres veces.—Llegana Icala-. —Caminan hacia el Norte.—Van abriendo camino.—Salto de el agua.—Llegan a Tipench.—Comulga el corregidor y otros .— Caminan al Oriente.—Hállase una cruz vieja. — Llegan a un río grande.—Lo que dijeron los indios de este sitio.—Llámase Lapoconop.—Hasta aquí habían llegado los cristianos.—Edificio antiguo con un ídolo.—Quebróse el ídolo, y púsose una cruz .—No se halla senda.—Vuélvense a S. Pedro Nolasco.—Salen los exploradores.—Hallan huellas de infieles.—Dan con lacandones.—Eran espías.—Ven los exploradores humadas.—Incorpóranse con los demás.—Determínase la retirada. — Y ejecútase.

 Partió de Guatimala, como dije, el padre provincial de la Merced, Fr. Diego de Ribas, acompañado de los padres predicadores Fray Alonso de León, y Fray Mateo de Figueroa; y habiendo llegado al pueblo de Gueguetenango, llevando también consigo á Don Diego Bernardo de el Río,  gran práctico de aquellas montañas, hizo notorios sus despachos al Comisario general de la caballería Don Melchor de Mencos, y Medrano, Caballero del Orden de Santiago, que á la sazón se hallaba corregidor de aquel partido; y trató de la disposición de bastimentos, para la entrada.

 Pasó al pueblo de la milagrosísima imagen de Nuestra Señora de Chiantla, distante una legua de la villa de Gueguetenango; y como tenía entendido que los indios de los pueblos de San Mateo de Istatán, y Santa Eulalia, de aquella jurisdicción tenían amistad, y comunicación con los infieles del Lacandón, los envió á llamar, y vinieron á aquel pueblo de Chiantla, los cabezas, y principales del de San Mateo, y Santa Eulalia. Propúsoles su intento, y buen celo del viaje, exortándolos á que le fomentasen y ayudasen á la empresa, descubriéndole, y enseñándole, el camino y entrada, que ellos tenían de su pueblo, y del de Santa Eulalia.

Con generosidad cristiana, buen -celo, y desinterés, prometieron los indios de Santa Eulalia abrir camino, y acompañar á los religiosos, hasta las tierras, y poblaciones de los iníieles. Al contrario los de San Mateo Istatán, mostraban renuencia en que se hiciese la entrada, y reducción, diciendo: no se atrevían á entrar en las tierras de el Lacandón. Y retirándose algunos de éstos á los montes, por temor de que se les obligase á ello; informando falsamente al corregidor, de que el padre doctrinero Fr. Alonso de León los obligaba, y compelía á que fuesen de guerra, no habiendo pasado tal cosa, ni aún tomádose en la boca.

 Pasó el padre provincial de Chiantla, á Santa Eulalia, asistido de Don Diego Bernardo del Río, y de otros tres españoles, de aquel pueblo; y halló la novedad, de que los indios de San Mateo de Istatán habían amotinado á los zamaguales de Santa Eulalia, quitándoles de la cabeza el que fuesen á asistir á los religiosos á la apertura de caminos, y conducción de mantenimientos ; siendo así que sus principales, y ellos, se habían mostrado dispuestos á acompañarlos, sin más instancias, que haberles propuesto los efectos del viaje á las montañas; y persuadidos de los de San Mateo de Istatán, no solo ahora se negaban á ello, sino que se hablan retirado.

 Esto obligó al padre provincial á querer retirarse al pueblo de San Pedro Soloma; y á que pidiesen desde allí, él y el padre Fray Alonso de León, al Presidente de Guatimala, mandase averiguar la falsedad de aquellos indios de San Mateo de Istatán, de decir, les obligaba á que entrasen de gue rra cuando, ni aún les había hecho la menor insinuación para nada.

Pidió asimismo el padre 'provincial al Presidente, diese nuevas órdenes, para que los indios de aquellos dos pueblos de San Mateo, y Santa Eulalia, fuesen los que entrasen á abrir caminos, y á la transportación de bastimentos, por estar inmediatos á las montañas de la entrada; y que favoreciese á los principales de Santa Eulalia, que siempre permanecían en su buen dictamen, y propósito.

 Y como el corregidor pidiese también, se le dijese: si podría compeler á aquellos indios á la entrada? Lo que el Presidente ordenó sobre todo, comunicado con la Audiencia, fué: que el corregidor don Melchor de Mencos

(Originario-De Tafalla, Navarra, España-)  enviase persona, de toda satisfacción, á aquietar los indios de aquellos dos pueblos ; y que á cinco de los de San Mateo de Istatán, que se decía, haber sido los cabecillas, que habían amotinado á los demás, los hiciese llevar á la cabecera (esto es, á Gueguetenango) y darles veinte azotes á cada uno, y tenerlos algunos días en la cárcel, en caso de ser cierto haber inquietado á los indios, para que no entrasen con los religiosos á la montaña.

 Y que respecto, de que no se podían violentar los indios, á que forzados entrasen en la montaña, y para que no se embarazase el fervor de los padres, hiciese, que de cualesquiera pueblos se les dieran doce, ó catorce, indios más, ó menos, para el efecto que decían. Con advertencia, de que para esto siempre serían sospechosos los de aquellos dos pueblos, y que en lo demás, ejecutase las órdenes que tenía, fomentando en lo posible la quietud de los dos pueblos, y el que dejasen libre, y desembarazada la entrada á los religiosos.

 Recibida esta orden por el • corregidor Don Melchor de Mencos, se partió luego al pueblo de Santa Eulalia, siguiéndole diez españoles, voluntariamente, asi para asistirle, como por si para el viaje fuesen de algún servicio sus personas. Y con la noticia sólo de que iba el corregidor, se sosegaron los dos pueblos, reduciéndose á ellos los que faltaban; y no sólo no resistiendo la entrada, sino ofreciéndose todos á ir voluntariamente, y á dar avíos á los religiosos, abrir caminos, y conducir mantenimientos.

 Llegado el corregidor á Santa Eulalia, y hallando allí ya á los padres, y á los indios sujetos y que con su presencia lo habían asegurado más, y se mostraban más rendidos, y gustosos de ir con los padres, aun los mismos que antes concitaban á los demás, á que impidiesen la entrada, excusó el pasar á ejecutar castigo alguno en ellos; con que todo se dispuso bien: ofreciéndose el mismo corregidor á ir también con los padres, en suposición de que el Presidente, no le había de negar la licencia, que para ello le enviaba, á pedir al padre provincial Ribas.

Era muy del caso, el que el Corregidor fuese á la entrada, porque á espaldas vueltas, los indios, aunque mostraban entrar contentos, en empezando á trabajar, ya sabemos lo que hacen; mayormente no habiéndoles salido de corazón á muchos al principio, el asentir á esta facción.

Ofreciéronse también á ir con él los diez españoles, que le habían seguido desde Gueguetenango, y el hermano Juan de Santa María, betlemita, que también había ido con el corregidor; y los tres españoles, que habían ido de Chiantla, con el padre provincial; todos estos libre, y voluntariamente, para asistir á su corregidor, que iba como capitaneándolos, y por si algo se ofreciese, por ser aquel rumbo, por donde no se había entrado jamás, y ser esta la vez primera que por allí se entraba; protestando todos, no ir con fin de hostilizar, en cosa alguna, á los indios, sino solamente de ayudar en Dios, en todo lo que pudiese ser de servicio.

 Otra vez se ofrecieron de nuevo, y voluntariamente, los indios principales, de Santa Eulalia; los cuales sirvieron en esta entrada con especial demostración de fe, devoción, y amistad, señalándose entre todos Don Ambrosio Méndez, D. Juan Basilio, y el alcalde Francisco Díaz; á quienes imitaron otros cuatro indios de San Mateo de Istatán, llamados Felipe Gómez, Andrés Ordóñez, Pedro Marcos, y Marcos Jorge.

 Y todos juntos con los demás indios, necesarios para la apertura de caminos, y conducción de bastimentos, salieron de Santa Eulalia, con el corregidor, y los padres, el día ocho de marzo de 1685. Encaminaron su marcha á la montaña, y aquel día se anduvieron seis leguas, hacía la parte del Norte, por camino abierto, pasando una serranía, que de subida, y bajada tenía cuatro leguas, las dos primeras de palizada, lajas, y rebentones, muy altos; y las dos últimas, hasta llegar á un río, eran de tierra de migajón, y desde el prin¬cipio de ellas se vieron milperías de los indios de Santa Eulalia, y vestigios de edificios antiguos, de cal y canto, y desde esta milpería, al río era todo monte claro.

 En este paraje se hizo asiento, y la primera mansión, y se llamaba, en el idioma de aquellos indios, Jehachán. Púsosele por nombre San Joseph, y estando en él, los indios, que llevaban á mal esta entrada, dijeron que de allí adelante no había camino para parte alguna, y que para caballerías era imposible el paso, y aún para de á pie muy difícil

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