LAS HORAS DE SILENCIO.
POR GEORGE MATHESON
AUTOR DE « PALABRAS AL BORDE DEL CAMINO
Londres
1904
LAS HORAS DE SILENCIO.* MATHESON*1-8
PREAFACIO
A petición del editor de “The Christian World”, he elegido un volumen con algunas de las breves obras devocionales que he ido aportando ocasionalmente a esa revista. Me ha impulsado a hacerlo el hecho de que muchos las han encontrado útiles y me han hecho consciente del beneficio que han recibido.
Bastan unos minutos para leer cualquiera de ellas. Cada una consta de dos partes. La primera es la sugerencia de un pensamiento; la segunda es la expresión de un sentimiento, ya sea en forma de oración o de invocación. Pero espero que estas dos partes nunca se dividan como en santo matrimonio, que cada pensamiento fresco esté teñido de la emoción del corazón, y que cada emoción del corazón esté inspirada por un pensamiento.
Se cree que un libro devocional es algo muy sencillo. Debería ser la composición más difícil del mundo, pues debería aspirar a la unión de cualidades se comúnmente se supone que son antagónicas: la perspicacia del pensador y el fervor del devoto.
Mi convicción ha sido cada vez mayor de que las horas de nuestra más profunda devoción son precisamente aquellos momentos en que captamos nuevos atisbos de cosas ocultas.
G.M.
EDIMBURGO, 190
HORAS QUIETAS
EL USO PRINCIPAL DE LA ARMADURA CRISTIANA. «Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes». —EFESIOS
¡Qué extraña conclusión para un grito de guerra tan marcial! Generalmente se le dice al soldado que se ponga la armadura por el bien de la batalla; aquí es por el bien del campamento.
Para la opinión común, lo arduo en la vida de un cristiano es la hora del conflicto; para Pablo es la hora después del conflicto.
Si tú o yo hubiéramos escrito este versículo, debería haberse expresado así: “Tomad toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes esperando al enemigo y finalmente retiraros cuando el enemigo haya venido”. Pero Pablo invierte el proceso. Para él, resistir es lo menos difícil de los dos. HORAS DE SILENCIO.
El mayor peligro que ve para el soldado cristiano está justo cuando lo ha “hecho todo”. ¿Y acaso Pablo no tiene razón en su percepción? ¿Acaso la parte ardua de la vida de un cristiano no es el campamento sino el campo? Cuando un hombre se siente rodeado por una gran nube de testigos, es comparativamente fácil dejar de lado todo peso.
Pero cuando no hay batalla externa, ni enemigo visible, ni corona posible para el vencedor, cuando el campo de batalla es su propio corazón y el enemigo sus propios deseos y la propia conciencia del espectador, cuando no hay voz humana que grite "¡Bien hecho!" ni opinión pública que diga "¡Ha peleado una buena batalla!", es entonces cuando necesita la armadura cristiana.
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