Jueves, 21 de diciembre de 2023
APÉNDICE
MARÍA
NOVELA AMERICANA POR JORGE ISAACS
Si yo fuera á contar el cómo esta bellísima novela fué llamando la atención de día en día en Méjico, hasta ganar la inmensa popularidad y aceptación de que hoy disfruta en toda la República, tal vez no se me creería en el extranjero, lo dudaría seguramente
el mismo joven escritor colombiano, que quizás sin sospecharlo él mismo, como no lo ha sospechado nunca el verdadero mérito, ha sabido crear una obra maestra.
Pero en Méjico sí se creerá muy sincera y muy natural mi narración. Aquí nos conocemos bien para dudar un instante de que un libro tan valioso, como uno de los diamantes casi legendarios del Sur, haya estado pasando á la vista de todos sin atraer su espíritu, hasta que un lapidario casual hubiera descubierto en una chispa de luz lanzada al sol, su mérito inapreciable.
Las novelas ruidosas, lo mismo que los dramas de aparato, sea que vengan de Francia ó España, únicos centros surtidores de literatura contemporánea para nuestro país, se anuncian generalmente con todo el estrépito de la fama trasatlántica, con toda la vocinglería que ponen en juego la publicidad especuladora ó la candidez del entusiasmo.
Así, la novela famosa, el drama aplaudido más allá del mar, precedidos de un torbellino de elogios que centuplican la expectativa y la curiosidad, brotan, caen ante nuestros ojos deslumbrados y nuestra alma azorada é inquieta, como una erupción volcánica anunciada por gigantescos bramidos, como aparecieron las tablas de la Ley entre los rayos y truenos del Sinaí.
De tal modo han venido generalmente esos libros de amor, de poesía ó de reforma social, que han turbado á veces las regiones comúnmente plácidas y tristes de nuestra literatura y de nuestras costumbres, es decir, de la literatura y de las costumbres de un pueblo poco lector.
Y sin embargo, esos libros, después de apasionar á nuestro mundo por espacio de algunos días, cuando más de meses, se han olvidado como los momentos de placer fugitivo, han rodado con el viento como las hojas de otoño, han palidecido en nuestra memoria, como palidecen en el cielo las exhalaciones.
Pocos de estos libros sobreviven á su primera lectura, y son naturalmente aquellos que han hecho palpitar el corazón de todos los pueblos ; aquellos que envuelven bajo la forma poética y romancesca, una teoría del porvenir, atrevida y grandiosa ; algo ciertamente, como un decálogo filosófico ó moral.
Pero los demás, son arrastrados lejos por el oleaje de la novedad, que barre incesantemente de las playas de la vida moderna, lodos los frutos que la inagotable laboriosidad de nuestro siglo deposita insLante por instante.
Ahora bien : el admirable libro de Jorge Isaacs se ha sustraído á esa ley vulgar, y ha tenido diverso destino en Méjico.
No llegó precedido de tormentas ni ceñido con una aureola de soles. Deslizóse humilde é inadvertido en el folletín de un periódico, que por aquella época no tenía la gran clientela que hoy, aunque es verdad que ya era muy popular : El Monitor Republicano.
Es justo consignarlo : El Monitor fué quien reveló á los lectores mejicanos esta bella creación original, dulce, melancólica como un sueño de amor y de tristeza, como una armonía que encanta y hace derramar lágrimas.
No sé quién, pero es probable que fué el editor del periódico liberal mencionado, sin recomendación, y casi con osadía, porque las obras de carácter americano no gustan aquí, pues se cree que la novela no puede florecer en nuestros campos, ni en nuestros bosques casi salvajes, comenzó á dar en el folletín del Monitor la María de Jorge Isaacs. Es también seguro que ese mismo editor conoció el mérito de la obra ; pero me atrevería á presumir que casi tuvo miedo de que no agradara. Si no fué así, me alegro ; eso es señal de que está animado de la fe que allana las montañas y desmenuza los muros de Jericó.
Pues bien : el folletín seguía saliendo; lo probable es que interesase á algunos lectores que leen línea por línea; pero no había llamado la atención de los que más sensibles, aguardan siempre la conclusión de un libro para devorarlo.
Por lo pronto, no había procurado ni un elogio, no había hecho palpitar ni un corazón, no había hecho derramar una lágrima.
Yo leía el Monitor, pero abandonaba el folletín.
Desde los primeros días, una señora joven amiga mía muy querida, inteligente en materia de lecturas romancescas, me aseguró que en el folletín del Monitor estaba publicándose una novela hermosísima, que llamaba la atención porque á su estilo sencillo y poéticamente descriptivo, unía la circunstancia de que la historia que refería, tenía lugar en nuestra América,
en un país muy semejante al de Méjico, y especialmente al Sur, á la bellísima costa del Sur,
Como esta señora ha residido en esta comarca, se sorprendía de ver pintado el paisaje que le era familiar, de ver nombrados con sus nombres de provincia los árboles, las flores, los frutos; de ver descritas poco más ó menos las costumbres; y aunque no podía saber aún cuáles eran los resortes dramáticos de que se valdría el autor, ni cuál podía ser el carácter de
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los personajes que ponía en juego, la sola exposición interesaba sus sentimientos y el solo cuadro de la escena cautivaba su imaginación.
Me lo dijo una vez, pero creí que sería una afición pasajera, desnuda tal vez de fundamento. Que me lo perdone, pero no tuve confianza en su gusto literario.
Y así pasaron algunos días, hasta que un literato de mucho talento y de mucha instrucción, cuyos juicios han sido siempre respetables para mí, el Dr.
Peredo, que posee un espíritu delicado y penetrante, vino á decirme con el alborozo que le causan las buenas producciones literarias, que en el folletín del Monitor estaba publicándose una novela sud-americana deliciosa, por más que sus términos provinciales y la descripción de sus paisajes desconocidos aquí, le diesen un aspecto de novedad que justamenle la hacían más atractiva.
Con un voto tan considerable, me apresuré á leer los folletines y los seguí con interés creciente hasta la conclusión de la novela.
Y entonces fué cuando Peredo y yo nos hicimos lenguas para elogiar la novela á nuestros amigos los escritores todos de Méjico. Ese era el tiempo en que nos manteníamos unidos, sin que las pasiones políticas vinieran á recaer sobre nuestras opiniones literarias. Y los artículos llovieron en los periódicos de Méjico y de los Estados, popularizando á María. La admiración de los lectores hizo lo demás.
Cont. IGNACIO M. ALTAMIRANO.
Viernes, 22 de diciembre de 2023
MARÍA NOVELA AMERICANA POR JORGE ISAACS -2-
MARÍA
NOVELA AMERICANA POR JORGE ISAACS (2)
Excusado es decir que ella fué para mí un cáliz de néctar nunca probado, vivificante y embriagador, que me sumergió en un hondo éxtasis de poesía, de dolor, de inmensa tristeza.
Sentí al leerla y meditar sobre ella, algo de esa extraña impresión indefinible que sobrecoge ai espíritu cuando se lee una tragedia de Eschilo ó de Sophokles; cuando se piensa en la desdicha de Ophelia; cuando se contemplan las desgracias de los seres débiles y dulces; cuando se encuentra uno frente á frente de ese inmenso poder que se llamó Fatalidad en los antiguos tiempos, y que proyecta siempre su sombra misteriosa tendida como una red traidora y terrible á los pies de la humanidad.
Esto, en cuanto al espíritu de la novela. Pero en cuanto á su forma j qué adorable y original sencillez! ;qué americanismo tan seductor y poético !
Diríase que era una respuesta triunfal á los hablistas de Europa y á los inventores de complicadas intrigas. Para la gran novela de sentimiento, no se necesita del estilo académico, afectadamente arcaico
y fastidiosamente ampuloso; para interesar á los corazones sensibles no se necesita tampoco del laberinto de una fábula complicada, ni del espectáculo de los personajes del gran mundo. Sólo se necesita de la verdad, contemplada por un gran talento. Tal es la regla en materia de Arte. Ya lo habían probado ante el mundo Pablo y Virginia, y Átala, y un poco antes, Clara de Alba, Delfina y Werther.
María es la prueba concluyente, y más concluyente todavía, teniendo de superior á las anteriores, que su resorte dramático es más amargo, más real y no es
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culpable bajo el punto de vista de las leyes del mundo.
Yo creo que María es superior á la obra de Chateaubriand, porque aquí no desempeña el papel del Destino antiguo un voto inverosímil en una joven salvaje, como en Átala, ni en imposible moral del amor adúltero, el valladar que divide la suerte de los dos amantes, tan desdichados como inocentes.
La ciencia y el egoísmo imperioso del amor paternal, sí, han podido hacer de una enfermedad tremenda y hereditaria, la segur que corta el hilo de las esperanzas
amorosas. El viejo judío temblando por la suerte de su hijo y de sus nietos es la fría personificación de la Ménade antigua, instrumento del Destino.
¿María es un idilio ó una elegía? Á tal pregunta no puede responderse con la clasificación literaria. Es todo, como Pablo y Virginia, y como Átala, y como
la Tumba de hierro de Gonciensce, ese otro poeta del infortunio amoroso.
Gomo idilio, María es la poesía americana con sus cuadros pintorescos de riqueza exuberante, con sus inmensos rumores de bosques vírgenes, con sus ríos como mares, con su cielo diáfano y sus montañas gigantescas y azules, con sus hombres fieros y sencillos, y sus amores inocentes y apasionados, casi religiosos.
No: no hay en María páginas que producen sacudimiento como en las escenas desnudas de Zola, ni el acre realismo de Daudet, ni la sombría desolación que produce Balzac. Todo esto es el fruto de la vida de Europa ; es el detritus de aquella civilización y de aquel sensualismo que gangrena una organización gastada y vieja.
En María hay dolor, pero hay pureza, hay virginidad, hay aroma de flores silvestres y suaves.
Esta novela es como las azucenas del Cauca, que nacen blancas y humildes, á orillas de los mansos arroyos y perfuman el ambiente del valle solitario, sin pretensión ni influencia maléfica.
Es una gacela que cruza tímida y bella por entre la sombra de los bosques frescos y silenciosos ; es la tórtola que gime escondida en el nido de sus hijuelos desgarrado por el azor.
Ya se comprende ahora el por qué la pequeña historia de amor, ha llenado de lágrimas hasta rebosar, la copa de los corazones sensibles, porque en Méjico María será la dulce y preferida lectura de los que saben amar.
Las primeras copias se resintieron dé lo defectuoso del ejemplar que sirvió de modelo. Yo conozco las locuciones provinciales de Colombia, que son iguales á las de mi país, y he corregido solamente las erratas sin tocar un ápice al original, lo cual hubiera sido una osadía imperdonable. Al contrario, el autor no me tendrá á mal que haya yo depurado esta copia de las sombras literarias que nublaban las otras.
Y nuestros lectores guardarán estas páginas, como otras tantas flores de aroma inmortal.
IGNACIO M. ALTAMIRANO.
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