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A MARCELA
Marcela, la philoponotate (¡cuánto nos place este superlativo!), la «estudiosísima» (con un matiz del sentido del studium latino), era también una preguntona. ¡ Y qué gozo para Jerónimo responder a las preguntas de aquella maravillosa alumna, haciendo un alarde de erudición bíblica, aunque para dictar la carta hubiera que quitar las horas al sueño! Sólo un importuno dolor de estómago hace parar la mano veloz del taquígrafo o «notario», que acaso tenía más ganas de dormir que de trazar garabatos, y bendijo para sus adentros el oportuno dolor. Hay en estas cartas pormenores, una mera pala- bra a veces, que nos revela todo un mundo. Por ejemplo, cuando aquí Jerónimo le dice a Marcela, a propósito de la consulta que le ha hecho: Miror te in Hilarii commentariis non legisse ... Efectivamente, Hilario, obispo de Poitiers, escribió unos tractatus super psalmos (h. 365 ), en que, siguiendo a Orígenes, busca principalmente el sentido alegórico. ¿Era obligación de Marcela haberlos oído? ¿Hemos de imaginárnosla, no sólo atenta a las explicaciones de Jerónimo, sino inclinada pacientemente sobre el volumen del Pictaviense? ¿Cómo explicarnos de otro modo la admiración, la extrañeza del maestro? El, sí, había leído despacio a Hilario de Poitiers y admira no sólo su ciencia, sino sobre todo su figura. Por la gloria de su confesión, es decir, de su martirio, de su destierro por la buena causa de la ortodoxia antiarriana, por sus múltiples obras y el esplendor de su elocuencia, es celebrado dondequiera se pronuncia el nombre de Roma. Es bien notemos la reverencia de un padre por otro padre, de Jerónimo por Hilario. Tanto, en este caso, que Jerónimo no puede imaginar que errara Hilario en la interpretación de un versículo de un salmo y atribuye el error a su secretario. Cosa que no sabemos qué tal le sabría a éste. La verdad es que, para nosotros, tan fantástica o poco menos es la exégesis de Jerónimo como la de Hilario de Poitiers. Todos andaban más o menos a tientas en la pesquisa de la inteligencia espiritual. ¡Sombra larga de Orígenes!
Fecha: 385
AD MARCELLAM
Fecha: 385.
l. El bienaventurado Pánfilo, mártir, cuya vida escribió Eusebio, obispo de Cesarea, en tres volúmenes, queriendo emular J. Demetrio de Falero y Pisístrato en amor a la biblioteca sagrada, anduvo buscando por todo el orbe los retratos de los ingenios, que son los verdaderos y eternos monumentos. Su principal interés lo dedicó a los libros de Orígenes, que luego regaló a la iglesia de Cesarea, cuya biblioteca, en parte deteriorada, se esforzaron en restaurar en pergaminos primero Acacio y luego Euzoio, obispo de la misma Iglesia. Mucho fue lo que halló, y de lo hallado nos dejó catálogo; pero, por el hecho de no haber inscrito en el catálogo el comentario al salmo 126 y el tratado sobre la letra pin, confesó no haberlos encontrado. No que hombre tal y tan grande-a Adamancio me refiero-omitiera nada, sino que por incuria de la posteridad no llegó - hasta nosotros. Digo esto porque me has preguntado qué signifique en ese mismo salmo «el pan del dolor» en el paso que dice: En vano os levantáis antes de la luz ; levantaos despnés de estar sentados los qtte coméis el pan del dolor (Ps 126,2); y yo hube de responderte que desconocía la opinión de Orígenes en sus comentarios
. 2. Por eso hube de recurrir al hebreo y allí encontré que por «pan del dolor» se escribe leem aasabim, que Aquila tradujo ápTov TWV fücnrovr¡μáTc.vv, es decir, «pan de trabajos»; Símmaco, o:pTov KaKoTTa.Sovμevov, que quiere decir «pan trabajoso»; la quinta edición y Teodoción, que en lo demás coincide con los Setenta, «pan de los ídolos». La sexta, TTAávr¡s, es decir, «del error». No es de maravillar que Aquila ponga 5tairnvi¡μaTcx por «ídolos», puesto que son_ obras de manos de los hombres, y se reprende proféticamente al pueblo de que se levanta en vano de madrugada y, después del descanso, se va a toda prisa al santuario, para tributar a los ídolos el honor debido a Dios. Que es lo que escribió Ezequiel, que en el templo mismo los sacerdotes sacrifican a los ídolos (Ez 8,11). Para que te persuadas más plenamente que en hebreo se pone por «dolor» «ídolos», esta misma palabra aasabim, que se escribe también en el salmo ciento trece, la tradujeron también los Setenta por «ídolos». Efectivamente, en el lugar en que nosotros leemos: Los ídolos de las naciones son oro y plata, obras de manos de los hombres (Ps 113,12), el hebreo trae asabeem, que Aquila traduce por «trabajos de ellos». Siendo, pues, esto verdad, erróneamente entienden algunos el pan del dolor por los misterios de los herejes, o lo declaran del trabajo de esta vida miserable y penosa, en que tenemos que comer el pan con el sudor de la frente, y los alimentos de nuestra breve vida nos nacen entre cardos y espinas.
3. También te has dignado preguntarme a propósito del mismo salmo quiénes son los «hijos de los sacudidos». Admírome no hayas leído en los comentarios de Hilario (Tract. in Ps 126,19) que por «hijos de los sacudidos» se entienden los pueblos creyentes, por haber pensado él que los apóstoles fueron llamados con ese nombre. Efectivamente, a los apóstoles se les manda en los evangelios que, si entran en una ciudad y no los quieren recibir. sacudan el polvo de sus pies para testimonio de los que no creen. A lo que tú con sentido crítico argüirás no poderse entender a los apóstoles con el nombre de «sacudidos», pues una cosa son los que sacuden y otra - los sacudidos. Los que sacuden, sacuden ellos; los sacudidos, lo son por otros y es improcedente llamar sacudidos a los apóstoles, que debieran más bien llamarse sacudidores. ¿Qué hacer, pues? Yo no me atrevo a censurar a tan gran varón, elocuentísimo para su tiempo, quien, por la gloria de su confesión:, por la laboriosidad de su vida y la claridad de su elocuencia es celebrado por dondequiera se respeta el nombre de Roma. La verdad es que el error no fue culpa suya, pues ignoraba la lengua hebrea· y sólo logró un tinte ligero de letras griegas; sino del presbítero Heliodoro, su familiar, y a quien le preguntaba, · en los puntos que. no entendía, lo que hubiera dicho Orígenes. Heliodoro, pues, al no dar con el comentario de Orígenes sobre este salmo, prefirió insinuar su opinión antes que confesar su ignorancia. Hilario la aceptó y la expuso en lenguaje claro; y así prestó al error ajeno el brillo de su elocuencia.
4. Resta, pues, recurrir nuevamente a la fuente del hebreo y veamos qué se escribe en él. Donde nosotros tenemos «hijos de los sacudidos», el hebreo dice: chen bne annaurim, que Aquila tradujo «así los hijos de las pubertades», Símmaco y Teodoción «así los hijos de la juventud», la sexta r¡Kov1wÉvo1,. que nosotros podemos decir «de inteligencia aguda». Por ahí se ve claramente que por pueblos de la mocedad han de entenderse los cristianos, a ejemplo de lo que se dice que Dios tiende a sus santos a manera de arco y saetas, como en el profeta Zacarías : Te he tensado para mí, Judá, como un arco (Zach 9,13). Y el Salvador dice de sí mismo: Hizo de· mí saeta aguda y me escondió en su aljaba (Is 49,2). Finalmente, en el verso siguiente, si se exceptúa a los Setenta, que trasladaron de otro modo, tanto en el hebreo como en las demás ediciones hallé este tenor : Bienhadado el varón que llenare de ellas su aljaba (Ps 126,5). De esta manera, la metáfora que se había tomado de las saetas, se mantiene también en la aljaba. Por otra parte, el lenguaje corriente llamaba «excussos» (sacudidos) a los «sanos», «robustos» y «ágiles», y los mismos Setenta lo tradujeron por «mozos» en el libro de Esdras, en el paso que dice: Y sucedió desde aquel día que una
mitad de los mozos (sxcussr) trabajaban en la obra, y otra mitad empuñaban .lanzas y escudos y arcos y corazas, y los principales estaban detrás de toda la casa de Judá, que edificaban las murallas (2 Esdr 4,16-17). Por donde se ve que también en el presente lugar se puso «sacudidos» por «jóvenes y mozos», no por apóstoles, corno opinó el otro, que se llamarían «sacudidos» por el sacudir de los pies. También he leído un libro de cierto intérprete y en él he hallado este elegante sentido: Los judíos serían llamados «sacudidos» del templo, de la ley y de la gracia, es decir, «reprobados». Hijos suyos serían los apóstoles, que proceden de su casta, y están en la mano del Señor a manera de saetas. S.
También en el salmo siguiente hubo de ser más bien Heliodoro quien se equivocó, que no nuestro Hilario. En el paso que se escribe: «Comerás los trabajos de tus frutos», expresó diversas opiniones para terminar afirmando que la frase estaría mejor escribiendo que alguien come «los frutos de sus trabajos», que no los «trabajos de sus frutos». Por lo que dice habría que buscarse un sentido espiritual. Y, con· esa ocasión, hace una larga digresión y se esfuerza en persuadir lo que deseaba se entendiera con tanto trabajo cuanto necesita siempre la falsedad para aparecer como verdad. Pero la verdad es que aquí no fueron los Setenta, sino los traductores latinos los que se dejaron engañar por la ambigüedad de la palabra griega Kap;roús que tradujeron por «frutos» en vez de «manos». Pero xoprroí significa también «manos» y así en el hebreo se pone chaffach, y Símmaco y la quintaedición trasladaron «de sus manos», con lo que desaparece la ambigüedad de la expresión anterior.
6. Hasta -aquí había dictado en trabajo, como dicen, furtivo durante una sola velada y la mano veloz del secretario o taquígrafo lo había consignado; pensaba proseguir, había pasado ya casi la hora cuarta de la noche, cuando hube de levantarme repentinamente por unos como pinchazos de dolor de estómago y me postré en oración, a ver si por lo menos, en lo que quedaba de noche, se calmaba el dolor al sobrevenir el sueño
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