lunes, 8 de julio de 2024

SOBRE LA MUERTE DE FABIOLA- Fin-

SOBRE FABIOLA

CARTA A OCEANO

POR SAN JERÓNIMO

729-732

La carta con que antaño exhorté, joven aún, a Heliodoro a la vida del yermo, se la sabía de memoria y, contemplando las murallas de Roma, se lamentaba de verse encerrada en una cárcel. Olvidada de su sexo, sin tener en cuenta su flaqueza, afanosa sólo de soledad, estaba donde vivía con el alma. Los consejos de los amigos no podían contenerla: hasta tal punto anhelaba saltar, como de entre cadenas, de la urbe. La administración del dinero y su cauta distribución llamábala linaje de infidelidad. Su deseo era no tanto dar limosna a otros cuanto, disipado de golpe todo lo suyo, pediría ella a los demás por amor de Cristo. De tal suerte se apresuraba, tan impaciente era de toda tardanza, que se la creyera iba efectivamente a partir de este mundo. Así, como quien en todo momento se preparaba, no pudo la muerte hallarla desapercibida.

10. Entre las alabanzas de la mujer, viéneseme a las mientes mi amigo Pammaquio. Paulina duerme para que él vele. Se adelantó al marido para dejar un servidor a Cristo. Este es el heredero de su esposa, y otros poseen la herencia. Contendían el varón y la mujer quién fijaría en el Puerto Romano la tienda de Abrahán, y había entre uno y otro porfía sobre quién ganaría a quién en humanidad. Los dos vencieron y los dos fueron vencidos. Ambos se declaran a par vencidos y vencedores, pues lo que uno deseaba, los dos lo llevaron a cabo. Juntan sus bienes, unen sus voluntades, y lo que hubiera disipado la rivalidad, hízolo crecer la concordia. Dicho v hecho. Se compra una hospedería, y la muchedumbre acude a llenarla. No hav trabajo en Jacob ni dolor en Israel (Num 23,21 iuxta LXX). Traen los mares a quienes la tierra recibe en su regazo. Roma envía a los apresurados a quienes, antes de hacerse a la vela, el blando litoral restablece. Lo que Publio hizo una vez en Malta con un solo apóstol o, para evitar discusiones, en una sola nave (Act 28,7s), éstos lo hacen frecuentemente y con muchos. Ni se sustenta sólo la necesidad de los sin fortuna; una munificencia pronta para todos provee también en algo a los que tienen. Todo el mundo supo de golpe el xenodochium u hospedería sito en el Puerto Romano. En un verano se enteró la Bretaña de lo que Egipto y Partia habían conocido en la primavera.

11. Lo que está escrito de que todo coopera al bien de los que -aman a Dios (Rom 8,28), lo hemos visto comprobado en la muerte de tan gran mujer. Por no sé qué presentimiento de lo por venir, había escrito a muchos monjes que vinieran a aligerarla del grave peso que llevaba encima. Así quería hacerse amigos con la riqueza de iniquidad, que la recibieran en las tiendas eternas. Vinieron, se hicieron amigos; murió ella, que es lo que deseaba, y, dejada por fin la carga en el suelo, voló más ligera a los cielos.

La admiración. que en vida profesara Roma a Fabiola púsola de manifiesto a su muerte. Aún no había exhalado su espíritu, aún no había devuelto a Cristo el alma que le debía, «y ya la fama volandera, mensajera veloz de tanto duelo» (VIRG., Aen. 11,139), congregó para las exequias a todos los habitantes de la urbe. Se entonaban los salmos y el aleluya que retumbaba en las alturas y hería los dorados artesonados de los templos. «De un lado, coro juvenil; del otro, viejos que con sus cantos exaltaban los hechos y virtudes femeniles» (V!RG., Aen. 8,287s).

No triunfó así Furio de los galos, ni Papirio de los samnitas, ni Escipión de Numancia, ni Pompeyo de los pueblos del Ponto. Aquéllos vencieron cuerpos, ésta subyugó a los espíritus del mal. Oigo los tropeles de gentes que van delante, la muchedumbre que ondula como oleaje en sus exequias; ni las plazas, ni los pórticos, ni los techos que dominan las calles podían contener a los espectadores. Entonces vio Roma juntos en haz a todos sus habitantes. Todos se congratulaban de la gloria de la penitente. Y no es de maravillar que se regocijaran los hombres de la salvación de aquella cuya conversión fuera motivo de júbilo para los ángeles en el cielo.

12. Tal es, ¡ oh Fabiola ! , el tributo de mi ya senil ingenio, tal la ofrenda que llevo en tus exequias. Yo he alabado a vírgenes, a viudas, a casadas, cuyos vestidos se conservaron siempre cándidos y que siguen al Cordero por doquiera que va (Apoc 14,4). ¡Dichoso el encomio que no se mancha con impureza alguna de la vida! ¡ Pero lejos de mí todo celo, afuera toda envidia! Porque el padre de familias sea bueno, ¿va a ser malo mi ojo? (Mt 20,15). La que había caído en manos de bandidos, fue luego llevada en hombros de Cristo. Muchas moradas hay en casa del Padre (lo 14,2). Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (Rom 5,20). Al que más se le perdona, más ama (Le 7,47).

 

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