CARTA A PAULA*
*Hermana de Marcela*
Por San Jerónimo
238-239
13. Yo te pregunto: ¿Qué hay de más sagrado que este misterio? ¿Qué más deleitoso que este deleite? ¿Qué manjares, qué mieles puede haber más dulces que conocer la providencia de Dios, penetrar sus secretos, examinar el pensamiento del Creador y ser enseñados en las palabras de tu Señor, objeto que son de burla por parte de los sabios de este mundo, pero que están henchidas de sabiduría espiritual?
Allá se tengan otros sus riquezas, beban en copas engastadas de perlas, brillen con la seda, gocen del aura popular, y, a fuerza de variedad de placeres, (Fiestas Julias Hue) no sean capaces de vencer su opulencia.
Nuestras delicias sean meditar en la ley del Señor día y noche, llamar a la puerta que no se abre, recibir los panes de la Trinidad (cf. Le 11,5), y, pues va delante el Señor, pisar las olas de este siglo.
14. Salúdame a Blesila y Eustoquia, alumnillas mías, principiantas; saluda a Feliciana, feliz verdaderamente por la virginidad de la carne y · del espíritu; saluda a todo el restante coro de la castidad y a la iglesia de tu casa, por la que temo aun lo seguro. Quién sabe si, mientras duerme el padre de familias, el enemigo siembra por encima cizaña. Porque, aunque se atrevan a decir: Yo soy ciudad firme, ciudad que es combatida, nadie está seguro en ciudad sitiada por el ejército enemigo. «Nadie, como dice el bienaventurado Cipriano, está seguro junto al peligro» (Epist, 4,2).
Si nuestra Marcela, la philoponotate, quiere aceptar un ejemplar de esta carta, dáselo, y acuérdate de mí, rogando al Señor Jesús aplaste velozmente a Satanás bajo nuestros pies
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