EL CENTVRION
Novela de los Tiempos Mesíanicos
A.B. ROUTHIER
1909
VIII
MYRIAM Y CAMILA
----Myriam no pudo resistir a la apremiante súplica, y desde la primera entrevista las dos mujeres se sintieron espontáneamente atraídas la una hacia la otra.
La belleza de Myriam impresionó a Camila, aunque observó que se esforzaba por atenuar su esplendor, y se avergonzaba de aquel don, como de un defecto.
No tenía más cultura intelectual que la adquirida en la lectura de las Escrituras Santas, pero su distinción era grande, y hablaba correctamente el griego y el hebreo.
Era de naturaleza más ardiente y entusiasta que Camila; y sensible a la belleza bajo todas sus formas, sufría la irresistible atracción de lo ideal.
La segunda vez que se vieron, su coloquio fué muy largo. Aquellas dos almas privilegiadas se abrieron la una a la otra con absoluta confianza, comunicándose sus más íntimos sentimientos
Después de muchas preguntas a Myriam sobre Jesús de Nazaret, Camila la dijo:
—Myriam; voy a haceros una confidencia y pediros un consejo
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consejo. Hace unas cuantas semanas uno de los oficiales romanos de la cohorte instalada en Jerusalén. Tiene PARA conmigo atenciones cuyo carácter no se me puede ocultar. En una palabra, creo sinceramente que me ama . Y a ese hombre le conocéis.
— ; Yo? exclamó Myrlam asombrada.
—Sí, replicó Camila: él mismo me ha contado que os conoció en Magdala, cuando estaba en aquella guarnición . Es el centurión Cayo Opio.
Recuerdo, efectivamente a ese oficial; pero ¿ a qué viene vuestra confidencia?
—Os lo diré con toda franqueza. Me ha confesado que en aquella ocasión, poseído admiración por vos, os ofreció sus homenajes, que rechazasteis, pues bien es bien, desearía saber si algo en él os desagradó.
—Pero, Camila, si apenas le he conocido, y a pesar de la distinción y de las buenas maneras que en é saltan a la vista, le hice comprender que no era posible relación social alguna entre nosotros. A eso se redujo todo.
—¿Y porqué esa negativa?
—Porque yo, Camila, no pertenezco ya al mundo.
— ¿Qué significan esas palabras? ¿Pretendéis, acaso arrancar a vuestro corazón todo sentimiento humano?
—No, pero ningún amor humano echará jamás raíces en él.
— ¿No amáis entonces al profeta?
—Seguramente, pero con amor que nada tiene de humano.
Es poco amarle. Le adoro, Es mi amor único, mi todo, mi Dios.
-¿Y el amor que sentís por él excluye cualquier otro?
-Sí.
- ¿Entonces yo no podría amar al profeta y aceptar los sentimientos de Cayo?
Perdonad, Camila. Esos desamores no son incompatibles, por lo distinto de su naturaleza. Si queréis entrar en el estado del matrimonio, nada se opone a qué améis al centurión con el más tierno de los amores, y améis igualmente al profeta con el amor de adoraciónque solo a Dios debe tributarse.
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