domingo, 7 de julio de 2024

SOBRE LA MUERTE DE FABIOLA - 722-726

SOBRE FABIOLA Y SU MUERTE

CARTA A OCEANO

POR SAN JERÓNIMO

722-726

El mismo Apóstol quiere que las viudas mozas( cuyo marido falleció, no que sigue vivo aún ) se casen, procreen hi¡os y no den ocasión alguna de maledicencia (1 Tim 5,14.15). Y a renglón seguido expone por qué lo quiere así: Porque ya algunas se han ido tras satanás (ibío.). Así, pues, también Fabia, que pensaba haber abandonado Iegítímamente a su marido, y no conocía el rigor del Evangelio, que quita a la mujer cristiana todo pretexto de casarse. en vida del marido, al tratar de evitar muchas heridas del diablo, recibió, incauta, una sola.

4. Mas ¿a qué detenerme en lo abolido y pasado, buscando excusas para una culpa, de la que ella misma confesó haberse arrepentido? [Quién lo hubiera creído! Después de la muerte de su segundo marido, al tiempo que las viudas alegres, sacudido el yugo  de la servidumbre, suelen andar más sueltas, frecuentan los baños, mariposean por las plazas y ostentan por todas partes caras de rameras; ella, vuelta en misma, se· vistió de saco, confesó públicamente su pecado, y, ante los ojos de Roma entera; los días que preceden a la Pascua, se puso en el orden de Ios penitentes en la basílica de Laterano, el que fue antaño decapitado por la espada del César (TAC., Ann. XV 60). Con ella lloraba el obispo, los presbíteros y el pueblo entero, y ella bajaba sus esparcidos cabellos, su rostro pálido, y sus manos desaseadas, y su cuello manchado. ¿Qué pecados no había de limpiar aquel llanto? ¿Qué inveteradas manchas no lavarían aquellos lamentos? Pedro, con triple confesión, borró la triple negación (lo 21,155). Las oraciones del hermano repararon el sacrilegio de Aarón y la cabeza del becerro de oro. Un ayuno de siete días reparó el adulterio, acompañado de homicidio, de David, varón santo y mansísimo. Yacía derribado por tierra, se revolcaba en la ceniza y, olvidado de la regia potestad, buscaba la luz en las tinieblas. Y, mirando sólo a Aquel a quien ofendiera, con voz lacrimosa decía .: Contra .ti solo he pecado y lo malo delante de ti he hecho (Ps 50,6). Y: Devuélveme la alegría de tu salud y con espíritu de, principe confírmame (ibid., 14). Así vino a suceder que quien con sus virtudes me había enseñado cómo no caer estando de pie, por la penitencia me enseñó cómo levantarme tras la caída. ¿Quién leemos fuera entre reyes tan impío como Acab, de quien dice la Escritura: No fue otro parejo a Acab, que se vendió para obrar el mal  en la. presencia del Señor? (3 Reg 21,20.25). Este, ya que fue reprendido a causa de la sangre de Nabot y oyó la ira .del Señor por el profeta: Mataste y encima poseíste, y: .Mira ue  yo traeré males después de ti y segaré tu posteridad (ibid.), etcétera, rasgó sus vestidos, y cubrió de cilicio su carne, y ayunó en saco, y andaba la cabeza baja. Entonces vino palabra del Señor a Elías Tesbita, diciendo: ¿No has visto cómo se ha humillado Acab delante de mí? Y a, pues, que se ha humillado por temor mío. no haré venir el mal en sus propios días (3 Reg 21,27-29). ¡Oh.feliz penitencia que atrajo sobre sí los ojos de Dios y, conesado el pecado, trocó la sentencia airada del Señor! Esto mismo leemos haber hecho Manasés en. los Paralipómenós, Nínivé en el profeta y el publicano en el Evangelio. De ellos, el primero mereció nó sólo recibir el perdón, sino recuperar el réino ; el otro quebrantó la ira de Dios, que amenazaba a la ciudad; el tercero, hiriéndose el pecho con el puño, no se atrevía a levantar lós ojos al cielo y, por la humilde confesión de sus culpas, salió más justificado que el fariseo con la soberbia jactancia cie sus virtudes (Le I8,13ss). No es éste lugar para exaltar la penitencia y, como si estuviera escribiendo contra Montano y Novato, afirmar que es sacrificio acepto a Dios: Sacrificio para Dios es un espiritu  contrito (Ps 50,19). Y: Prefiero antes la penitencia del pecador qué no su muerte (Ez 18,23). Y: Levántate, levántate, Jerusalén (Is 60, 1) . Y así muchos otros pasajes, en qué resuénan las tropetas proféticas. _

. 5. Sólo voy a decir una cosa que sea de provechó a los léyentes y diga con él presente negocio. Fabiola no se avergonzó dél Señor en la tierra, y El no se avergonzará de ella en el cielo. Abrió a todos su llaga, y, en un cuerpo descolorido, Roma contempló entre lágrimas la cicatriz. Ofreció su costado descosido, desnuda la cabeza, cerrada la boca. No entró én la iglesia del Señor, sino que, como María, hermana de Moisés, se sentó aparté fuera del campamento, hasta que el sacerdote que la había expulsado la volviera a llamar. Descendió del solio de sus regalos, tomó la muela, molió la harina y, los pies descalzos, pasó el torréríté de las lágrimas (Is 47,lss). Se sentó sobre carbones de fuego, y' éstos fueron su ayuda. Atormentaba la cara, con que había agradado a su marido; aborrecía las perlas,  no podía ver lienzo,( es decir vestido fino)  huía de todo ornato. Su dolor era como si hubiera cometido un adulterio, y, a fuerza de muchas medicinas, trataba de curar una sola herida.

6. Mucho nos hemos detenido en la penitencia, en que tropezamos como en unos bajíos, a fin de que así se nos abra más amplio y sin obstáculo alguno el campo de sus alabanzas. Recíbida la comunión ante los ojos de la Iglesia entera, ¿qué hizo luego? ¿Acaso el día de la prosperidad se olvidó de las desgracias y, después del naufragio, tuvo dé nuevo ganas de probar fortuna entre los peligros del mar? Antes bien, dilapidó y vendió toda la hacienda dé que pudo disponer (y era: cuantiosísima, · como decía con su alcurnia) y, reducida á dinero, la destinó para socorro de los pobres. Así, ella fue la primera que fundó un nosocomion, u hospital, para recoger los enfermos de las plazas y restablecer los miembros de los miserables consumidos de dolencias y hambre. ¿Voy ahora a pintar yo aquí las varias calamidades humanas: narices truncadas, ojos arrancados, pies medio quemados, manos entumecidas, vientres hinchados, caderas atrofiadas, piernas turgentes y hervideros de gusanos que salían de carnes carcomidas y pútridas? ¡Cuántas veces no cargó sobre sus hombros a miserables consumidos por la ictericia y la gangrena! ¡ Cuántas no lavó con sus manos la materia purulenta de las llagas, que otro no se hubiera atrevido a mirar!

 Por su propia mano servía las comidas y, a pequeños sorbos, hacía beber a aquellos cadáveres vivientes. Sé muy bien qué mucha gente rica y temerosa de Dios, por las bascas . de su estómago, practican estas obras de misericordia por ministerio ajeno. Son clementes con su dinero, pero no con su mano. Yo no los censuro ciertamente, ni interpreto en manera alguna su delicadeza de ánimo como falta de fe; pero, así como me hago cargo de la flaqueza de su estómago, así levanto con mis alabanzas hasta el cielo el fervor de un alma perfecta. Una fe grande desprecia todo eso. Sabe lo que aquel ricachón vestido de púrpura dejó un día de hacer con Lázaro y a qué castigo fue condenada aquella alma soberbia. Aquel a quien despreciamos, · al que no somos capaces de mirar, cuya sola vista nos provoca a náuseas, es un semejante nuestro, del mismo barro que nosotros fue formado, amasado con los mismos ingredientes. Lo que él sufre lo podemos también sufrir nosotros.

 

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