domingo, 28 de julio de 2024

LA HISTORIA DEL PROTESTANTISMO 53-55

LA HISTORIA DEL PROTESTANTISMO 

 JAMES A. WYLIE
1808-1890

53-55

CAPÍTULO 7 LOS VALDENSES — SUS MISIONES Y MARTIRIOS

Su Sínodo y Colegio — Sus dogmas teológicos — Romaunt Versión del Nuevo Testamento — La constitución de su Iglesia — Sus labores misioneras — Amplia difusión de sus dogmas — La piedra que hiere a la imagen.

 A uno le gustaría tener una visión cercana de los barbes o pastores que presidían la escuela de la teología protestante primitiva que existía aquí, y saber cómo le fue al cristianismo evangélico en las épocas que precedieron a la Reforma. Pero el tiempo es remoto y los acontecimientos son confusos. Sólo podemos dudosamente extraer de una variedad de fuentes los hechos necesarios para formarnos una imagen de esta venerable Iglesia, y aun así la imagen no está completa. La teología de la que ésta fue una de las fuentes no era el sistema claro, bien definido y completo que le dio el siglo XVI; era sólo lo que los hombres fieles de las iglesias lombardas habían podido salvar del naufragio del cristianismo primitivo. La verdadera religión, siendo una revelación, fue desde el principio completa y perfecta; sin embargo, en esta como en cualquier otra rama del conocimiento, es sólo mediante el trabajo paciente que el hombre es capaz de extraer y ordenar todas sus partes, y llegar a la plena posesión de la verdad. La teología enseñada en épocas anteriores, en el valle rodeado de cumbres en el que nos hemos situado en la imaginación se basaba en la Biblia. La muerte expiatoria y la justicia justificadora de Cristo eran su verdad cardinal. Esto lo atestiguan abundantemente la Nobla Leycon y otros documentos antiguos

. La Nobla Leycon expone con bastante claridad la doctrina de la Trinidad, la caída del hombre, la encarnación del Hijo, la autoridad perpetua del Decálogo tal como fue dado por Dios,1 la necesidad de la gracia divina para las buenas obras, la necesidad de la santidad, la institución del ministerio, la resurrección del cuerpo y la eterna bienaventuranza del cielo.2 Este credo, cuyos profesores se ejemplificaban en vidas de virtud evangélica. La intachabilidad de los valdenses pasó a ser un proverbio, de modo que uno más que ordinariamente exento de los vicios de su tiempo seguramente era sospechoso de ser un vaudes.3Si hubiera dudas sobre los principios de los Valdenses, las acusaciones que sus enemigos han presentado contra ellos disiparían esas dudas y harían que fuera bastante seguro que sostenían sustancialmente lo que los apóstoles antes de su época y los reformadores después de ella enseñaron. La acusación contra los Valdenses incluía una formidable lista de “herejías”. Sostenían que no había habido un verdadero Papa desde los días de Silvestre; que los cargos y dignidades temporales no eran apropiados para los predicadores del Evangelio; que los indultos del Papa eran una trampa; que el purgatorio era una fábula; que las reliquias eran simplemente huesos podridos que habían pertenecido a nadie sabe a quién; que ir en peregrinación no servía para nada, salvo para vaciar la bolsa; que la carne se podía comer cualquier día si uno tenía apetito; que el agua bendita no era ni un ápice más eficaz que el agua de lluvia; y que la oración en un granero era tan eficaz como si se ofreciera en una iglesia. Se les acusó, además, de haberse burlado de la doctrina de la transubstanciación y de haber hablado blasfemamente de Roma, como la ramera del Apocalipsis.4

 Hay razones para creer, a partir de recientes investigaciones históricas, que los valdenses poseían el Nuevo Testamento en lengua vernácula. La “Lingua Romana” o lengua romanizada fue la lengua común del sur de Europa desde el siglo VIII hasta el siglo XIV. Fue la lengua de los trovadores y de los hombres de letras en la Edad Oscura. A esta lengua —la romanizada— se hizo la primera traducción de todo el Nuevo Testamento  en una fecha tan temprana como el siglo XII. El Dr. Gilly ha se esforzado mucho por demostrar este hecho en su obra, La versión romanizada5 del Evangelio según Juan. El resumen de lo que el Dr. Gilly, mediante una paciente investigación de los hechos y una gran variedad de documentos históricos, mantiene, es que todos los libros del Nuevo Testamento fueron traducidos de la Vulgata latina al Romanunt, que ésta fue la primera versión literal desde la caída del imperio, que se hizo en el siglo XII y fue la primera traducción disponible para uso popular. Hubo numerosas traducciones anteriores, pero sólo de partes de la Palabra de Dios, y muchas de ellas eran más bien paráfrasis o compendios de las Escrituras que traducciones, y, además, eran tan voluminosas y, en consecuencia, tan costosas, que estaban totalmente fuera del alcance de la gente común.

 Esta versión del Romanunt fue la primera traducción completa y literal del Nuevo Testamento de Sagrada Escritura; fue hecha, como lo demuestra el Dr. Gilly, por una cadena de pruebas, muy probablemente bajo la supervisión y a expensas de Pedro Valdo de Lyon, no más tarde de 1180, y por lo tanto es más antigua que cualquier versión completaen alemán, francés, italiano, español o inglés.

 Esta versión fue ampliamente difundida en el sur de Francia y en las ciudades de Lombardía. Era de uso común entre los Valdenses del Piamonte, y fue una parte no pequeña, sin duda, del testimonio

dado a la verdad por estos montañeses para preservarla y difundirla.

Del Nuevo Testamento romaunt han llegado seis copias hasta nuestros días. Una copia se conserva en cada uno de los cuatro lugares siguientes: Lyon, Grenoble, Zurich, Dublín; y dos copias están en París.

 Son volúmenes sencillos y portátiles, que contrastan con esos espléndidos y pesados ​​folios de la Vulgata latina, escritos en caracteres de oro y plata, ricamente iluminados, con sus encuadernaciones decoradas con gemas, que invitan a la admiración más que al estudio, y no aptos por su tamaño y esplendor para el uso del Pueblo.

 

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