EL CENTVRION
Novela de los Tiempos Mesíanicos
A.B. ROUTHIER
1909
17-18
VI
¿QUIEN ES ELLA?
Cayo Opio a Tulio
He vuelto a ver a mi bella incógnita. Uno de sus criados me abrió la puerta y me dijo que su ama había salido, y ya iba a retirarme, muy contrariado, cuando la vislumbré en el fondo de una alameda de su jardín, y me dirigí a ella. Me volvía la espalda, y andaba lentamente, envuelta simplemnte en una túnica de seda blanca rayada de negro.
Fué a sentarse en un banco de piedra,
y empezó a leer un rollo de papiro que contenía, según después me dijo,” las profecías de Daniel».
Al ruido de mis pasos y se adelantó pausadamente a mi encuentro. La expresión de su fisonomía me indicó claramente que la importunaba.
Pero no necesité recordarla mi nombre, ni el servicio que la había prestado. Aunque turbada por la insistencia de mis miradas, ella fué la primera en entablar conversación, y en hablarme de nuestro casual encuentro, pero sin levantar apenas de la tierra sus magníficos ojos.
Las hermosas acacias que, sobre nuestras cabezas dejaban filtrar los rayos del sol a través de sus cinceladas, no daban la sombra suficiente a nuestro paseo, y le propuse ir a sentarnos en una especie de templete que se veía a corta distancia. resguardado por espeso follaje.
Me contestó que había llegado su hora habitual de retirarse, y no me invitó a seguirla.
Tendrás sin duda, curiosidad de saber qué hemos podido decirnos.
Nada ¡ay de mí! que pueda hacerme esperar el menor éxito sentimental.
Me dio gracias de nuevo por haberla librado de un importuno, y la contesté, con completa sinceridad, que era yo el que daba gracias a los dioses por haberme procurado esta ocasión de conocerla.
Después de una pausa, seguida de un prolongado suspiro, me dijo: «no creo en
vuestros dioses -. Y con gran habilidad me arrastró a una controversia religiosa.
Cree en un solo Dios: Jehová, y en una sola religión: la de Moisés.
Después de haber defendido, bien tibiamente por cierto, a los dioses de Roma, la dije, para traer de nuevo a conversación al terreno amoroso:
—Ignoro si hay un Dios solo, o varios. Los homenajesdebidos a la divinidad me complace más tributárselos a aquellas de sus obras que lo merecen, y cuando me encuentro al lado de una mujer como vos.,me limito a adorarla.
— No profanéis esa palabra, me replicó con tono severo: —sólo a Dios debemos adoración.
Y dirigiéndose a la casa, me saludó con un movimiento de mano que podía traducirse: no tenemos más que decirnos .
¿Quién podrá ser esa mujer extraordinaria?
4 enero. 781. Magdala.
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