A OCÉANO, SOBRE LA MUERTE DE FABIOLA
AD OCEANVM,
719-722
Fecha: verano del 400.
l. Muchos años hace que consolé a Paula, mujer venerable, cuando tenía aún fresca la herida por la dormición de su hija Blesila. Cuatro veranos han girado ya desde que escribí al obispo Heliodoro el elogio fúnebre de Nepociano, y en aquel dolor consumí cuanto entonces me quedaba de fuerzas. Y ahora hará dos años que mandé a mi amigo Pammaquio una breve carta con ocasión de la súbita peregrinación de Paulina a la otra vida. Breve digo, pues me avergonzaba de hablar largo a un hombre elocuentísimo y sugerirle sus mismos pensamientos, con lo ·que hubiera dado la impresión no tanto de consolar a un amigo, cuanto de enseñar, con necia petulancia, a un maestro consumado. Y ahora, hijo mío Océano, me impones un tributo debido, que yo también quiero y espontáneamente busco: renovar, dada la novedad de las virtudes, un tema viejo. Efectivamente, en las ocasiones pasadas, tratábase de templar el sentimiento de una madre, o la tristeza de un tío, o la soledad de un marido, y, de acuerdo con· la variedad de las personas, hubo que echar mano de diversos remedios tomados de las Escrituras,
2. De presente, me propones a Fabiola, gloria de los cristianos, maravilla para los gentiles, luto de los pobres, solaz de los monjes. Cualquier punto que tome primero, pierde valor en parangón con los siguientes. ¿Pregonaré sus ayunos? ¡Se les adelantan sus limosnas ! ¿ Loaré su humildad? ¡ Mayor es el ardor de su fe! ¿Hablaré de cómo buscaba el desaseo, de cómo gustaba, para condenar los vestidos de seda, de trajes plebeyos y ropas de esclavos? Pues más es deponer la altivez que el atuendo en. el vestir y porte. Con más dificultad nos desprendemos de la arrogancia que del oro y las piedras preciosas. Y es así que, tiradas éstas, nos hinchamos a veces con ostentosa mugre y ofrecemos al aura popular una pobreza vendible. La virtud oculta, la que se practica en lo callado de la conciencia, no mira a otro juez que a Dios. Tendré, pues, que exaltar a Fabiola con nuevo género de elogios y, dando de mano al orden que imponen los retóricos, habré de tomar absolutamente por punto de. partida su conversión y penitencia. Otro, recordando acaso los preceptos de la escuela, sacaría a relucir a Quinto Fabio, «el solo que, -con su dilación, nos restableció la situación» (VIRG., Aen. 6,846)'; ,y con él a toda la estirpe de los Fabios. Nos· contaría sus luchas: pintaría las batallas y haría subir a Fabiola por todos esos escaIones de nobleza, a fin de poner de manifiesto en las raíces: lo que no pudiera en el tallo. Pero yo, que moro en la posada de. Belén y amo el pesebre del Señor en que la Virgen madre dio a luz al Dios niño, presentaré a la sierva de Cristo, no partiendo de su noble historia antigua, sino de la humildad de la Iglesia.
3. Pero en el comienzo mismo damos con un bajío ·y nos salen al paso, como una tormenta, sus detractores, que le echan en cara haber dejado el primer matrimonio y contraído otro. Yo no puedo alabar a la convertida, si primero no absuelvo a la pecadora. Cuéntase que su primer marido fue hombre tan roto de costumbres, que no lo hubiera podido aguantar una ramera ni una vil esclava. Si yo ahora quisiera contar aquí sus vicios, traicionaría la virtud de una mujer que prefirió incurrir en la culpa de una separación antes que infamar al que era parte suya y descubrir sus máculas.(manchas) Sólo voy a alegar una cosa que basta para justificar a una matrona casta y cristiana. Mandó el Señor que .no se repudie a la mujer, excepto por razón de fornicación,( y adulterio) y, de haber sido repudiada, ha de permanecer innupta. ( Nota: permanecer soltera, permanecer sin tener relaciones sexuales)
Ahora bien, lo_ que se manda a los varones, lógicamente se aplica también a las mujeres. Porque no sería lógico repudiar a la mujer, y tener .que soportar al marido. El que _se une a una prostituta, se hace un solo cuerpo con ella (1 Cor 6,16). Luego, por el mismo.caso, La que se une con un disoluto o impuro, se hace con él un solo cuerpo. Unas son las leyes de los Césares, y otras las de Cristo; una cosa manda Papiniano, y otra nuestro Pablo. Entre ellos, tratándose de varones, se sueltan las riendas del pudor y sólo se condena la violación y el adulterio. En lo demás, se permite Iibremente la deshonestidad en mancebías y con pobres esclavillas, · ¡cómo si la culpa radicara en la dignidad y no en el placer. Entre nosotros, lo que no es lícito a la mujer, tampoco es licito al varón: la misma servidumbre, paridad de condición,.
Abandonó, pues, Fabiola a un vicioso, al que era culpable de esta_o Ia otra infamia. Abandonó (por poco lo digo( Nota: lo escribo, “doy a conocer el motivo”)) lo que clamoreaba toda la vecindad y ella sola no sacó a pública plaza.
Ahora, si. se la tacha de que, repudiado el marido, no permaneció nnupta, ( Nota: permanecer soltera, permanecer sin tener relaciones sexuales)no tengo inconveniente en confesar la falta; pero no dejaré de alegar la necesidad.
Mas vale,(Nota: preferible ) dice el Apóstol, casarse que abrasarse (“quemarse”) (Nota: Más vale casarse que estar fornicando con personas solteras, o adulterando con personas casadas” (1 Cor 7,9). Moza era,(Nota: “joven era”16-25años) no tenia fuerzas para guardar su viudez.(Nota: separación, soltería) Veía en sus miembros una ley que contradecía a la iey de su espiritu (Rom. 7.23) y, atada y cautiva, se sentía arrastrar a la unión de la carne .
Pensó que valía más confesar abiertamente su flaqueza (Nota: se refiere a la debilidad, tentación del deseo sexual) y contraer una especie de triste sombra de matrimonio ( Nota: ( ¿ fue concubinato, nada más?) que vivir como ramera bajo la gloria de mujer de un solo marido .
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