domingo, 7 de julio de 2024

ESPAÑOLES SIN PATRIA Y LA RAZA SEFARDÍ - "Ilustre Princesa española"

ESPAÑOLES SIN PATRIA
Y LA RAZA SEFARDÍ

DR. ANGEL PULIDO FERNILIIDEZ.
(SENADO" Y ACADÉMICO)
INTERESES NACIONALES MADRID
ESTABLECIMIENTO TIPOGRÁFICO DE E. TEODORO
AMPARO, 102, Y RONDA DE VALENCIA, 8.
1905
Á LA CIUDAD DE SALAMANCA
Y Á SU GLORIOSA UNIVERSIDAD

Dos dedicatorias honrarán la cabecera de este libro: virtual la una y real la otra. D. Pedro de Múgica, sabio filólogo español residente en Berlín, nos transmitió un día, convenientemente autorizado, frases de bondad y conmiseración para los israelitas españoles diseminados por el mundo, escritas por ilustre princesa, que enaltece en la Atenas alemana las virtudes de la familia Real española, y abrigamos entonces el propósito de colocar su nombre al frente de nuestro libro. En la conciencia de todos alienta que, como refleja un lago tranquilo las mil bellezas de idílico paisaje, así refleja tan egregia dama las más delicadas virtudes sociales y domésticas. Por eso nadie la lisonjea cuando advierte que su alma es accesible á toda desgracia, su corazón de muy castiza españolería, cultas sus ideas, generosos sus sentimientos, nobles sus acciones, sencillo su trato, y como la propia pureza es de inmaculada su fama. ¿Quién podría patrocinar mejor esta empresa evangélica y patriótica nuestra? Pero... respetos á la etiqueta y temores á la malicia, levantaron discretos escrúpulos, y donde hubiese aparecido nombre con justicia venerado, colocamos, como dignos de sustitución, los de Salamanca y su gloriosa Universidad
. Y ahora yo te saludo, adorable ciudad castellana, y  esculpo conmovido en el frontispicio de mi obra, esos timbres de tu fama histórica, que ahondan y agrandan el pro-fundo reconocimiento que debo al honor con que me honraste. ¡Quién dijera en el pobre hogar de mis padres, cuando la ancianidad austera señalaba al tierno niño caminos de honradez y estudio  como los únicos capaces de conducir al triunfo deseado, que llegaría un día en el cual su obscuro nombre habría de circular por el mundo, codicioso de servir á la patria, bajo la sombra protectora de aquella Universidad, cuyos resplandores deslumhraban su espíritu!
Créeme: no puedo visitarte sin emocionarme; ni puedo,  lejos de ti, evocar tu imagen, sin que mi espíritu reproduzca  una y otra vez, esos crepúsculos vespertinos, cuando  acompañado de Unamuno, Segovia, Diez y Pérez Oliva, que  simbohzan perfectamente tus letras, tu carácter, tu hidalguía  y tu amistad, caen nuestras almas en estáticos transportes, al  ver desvanecerse entre las purpurinas sombras de tu cielo  diáfano, la diadema incomparable de torres, cúpulas, campanarios y cresterías que orlan tu frente; la venerable fas-tuosidad de tus escudos, donde el sol de los Solís, las estrellas de los Fonsecas y las flores lises de los Maldonados, acreditan tu linajuda nobleza; las filigranas platerescas de tus fachadas incomparables y las armónicas líneas de tus robustos palacios, á los cuales el ardiente Febo de Castilla ilumina con esos preciosos matices áureos y rosas que inflaman el amor de cuantos te visitan, haciendo que te consagren himnos inspirados y obras como las de Reynier.
En esa hora de las evocaciones misteriosas, cuando el silencio de tus calles es roto por el tañido de las campanas que alegraron siglos y siglos las fiestas escolares, mi espíritu, y el de aquellos mis amigos, se sienten llenos de las ejecutorias de tus Colegios mayores y menores. Recordamos que el Papa Alejandro IV te proclamó uno de los cuatro estudios generales del mundo, con París, Oxford y Bolonia; que fuiste luz del orbe después de la antigua Lutecia; que Cristóbal Colón recobró en tu seno sus ya desfallecidos alientos; Carlos Y se sintió deslumhrado con tus esplendores y magnificencias; gozaste del amor de los Pon-tífices, y promulgaste la grandeza de los Alfonsos, esos monarcas que tan ilustrada protección dispensaron á los judíos.
Y entonces, al conjuro de las campanadas que vienen de lo alto, las sombras de tus plazoletas, calles y encrucijadas, parecen llenarse de muchedumbres escolares; de aquellos arrogantes tipos de todos los reinos españoles, que contrastan sus cenceños y tostados rostros, y las becas verdes, azules, rojas y violetas de sus trajes, parecidas á flores semovientes de un jardín fantástico, con las cabezas pelirojas y las fisonomías rubicundas de los irlandeses, que bañan sus cuerpos en las aguas finas del Termes todo el año. Creemos ver resurgir las procesiones de tus grados académicos, marchando los doctores exornados de terciopelos y encajes, con los tocados polícromos de sus Facultades: blancos verdes, azules, rojos y amarillos. Nos ensordece el estrépito de tus campanas: argentinas y vibrantes las de San Martín, graves y lentas las de la Catedral y desvanecidas las de las iglesias lejanas, y percibimos el vocerío, los vítores, las músicas y los himnos de tus falanges estudiantiles, que atruenan la urbe universitaria con las apoteosis edificantes del saber, la juventud y la belleza.
Allí está aún el escenario de tantas glorias; allí las cátedras donde innúmeros sabios, entre ellos no pocos hebreos, conquistaron universal admiración; allí palpita hoy mismo el alma de aquellas lumbreras que afamaron épocas, nombres Y doctrinas; allí descansan en sus sepulcros de piedra las cenizas de tus proceres inmo'tales, y, como advierte ünamuno, allí, en las aulas, yacen grabados todavía los ecos del  amor en los troncos muertos, donde se apoyaron los codos de tantas generaciones estudiosas, y resonaron las enseñanzas de tantos maestros insignes, porque se leen:
Allí Teresa, Soledad, Mercedes,
Carmen, Olalla, Concha, Lola ó Pura,
Nombres que fueron miel para los labios.
Brasa en el pecho.  
Viviste mucho y lo fuiste todo: campo de edificacionesy libertades, y á las veces ergástula de miserias y fanatismos. Nada te supera como síntesis de la vida nacional, ni te iguala nada en reflejar tan fielmente las transformacio-nes y cambios de la patria imperecedera. Remontaste mucho el vuelo y luego caiste á lo hondo del barranco; pero también, como España, sientes la savia de nueva primavera encendertu alma, y á su hirviente vida retoñas, y despuntan ya las floraciones espléndidas, que proclamarán mañana otra vez elvaler, la sabiduría y el amor de tus esclarecidos hijos.
 Por eso á ti, Salamanca querida, dedico esta obs ilustres; á tu rector, Miguel de Unamuno; á tus cuatro decanos: Teodoro Peña, de Leyes; Santiago Martínez, de Filosofía yLetras; Isidro Segovia, de Medicina, y Eduardo No, de Ciencias; á tu brillante juventud escolar y pido á Dios me permita asistir en persona y con servicios á la obra hermosa de tu regeneración y engrandecimiento, para que tornes á serlo que por muchos siglos fuiste: la villa insigne  madre de las virtudes, antorcha de las ciencias y emporio de las artes. 
Ángel Pulido Fernández
Senador por la Universidad de Salamanca,

 

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