ESPAÑOLES SIN PATRIA
Y LA RAZA SEFARDÍ
DR. ANGEL PULIDO FERNANDEZ
1905Aquella hipérbole extraordinaria; su injustificada veneración por la tierra hspana; el dolor profundo de la desolada madre, quien buscaba en el fondo del río, con estática clavazón de ojos, la aparición de su bella hija, arrebatada á la vida en edad juvenil, pocos días antes; los recuerdos de la patria ausente; el panorama ya algo lejano de la capital servia, Belgrado, cuyos edificios comenzábamos á perder de vista, teñidos con diferentes matices, á medida que el sol iba ganando altu- ra y desvanecía la neblina matinal; el Konack, que se alzaba sobre todos, encendido con reflejos de escarlata, como si denunciase el terrible drama de los reyes allí asesinados, pocas semanas antes; quizás la misma susceptibiüdad morbosa de mi destemplanza, todo me produjo una excitación cerebral tan viva, que dejé ya de poder seguir los relatos del venerable judío ante la necesidad imperiosa de atender al hervidero de ideas y recuerdos que se sucedían en mi cabeza. Eran mil motivos más ó menos incoherentes, relacionados con el pueblo judío, y con aquel su idioma castellano, manteni- do á través de cuatro siglos de destierro. Las rientes orillas danubianas y las poblaciones en ellas tendidas se sucedían sin que mi atención apreciara sus bellezas: Pancsova, situada en la desembocadura del Temes; los hermosos prados y viñedos que decoran la posición topográfica de Grodska; las robustas y ennegrecidas torres cuadradas que circundan á Semendría, en el comienzo del espacioso valle de la Morava... todo pasaba ante mis ojos, sin dejarme impresiones, mientras Bejarano hablaba con mi familia, y yo, aparentando escucharle, saltaba nervioso de uno á otro por los siguientes pensamientos y contrastes: El divino drama del Calvario y el sublime paralelo del discurso de Castelar, pronunciado el 12 de Abril de 1869, cuando el verbo español formuló la más grandilocuente y conmovedora invocación sobre tolerancia religiosa, que escucharon los Parlamentos todos del mundo. — La soberanía de los idiomas tan buscada hoy por los pueblos cultos bien regidos, y su valor en las relaciones mercantiles, Hterarias y sociales de los imperios.— La extraña paradoja de no podernos entender mi esposa y yo, con nuestros compatriotas, en 1900, cuando hicimos una excursión á las salinas de Cardona, obligando á mi compañera á meterse en la cocina de una posada y aderezar con propia mano un almuerzo, que no había otro modo de conseguir; y los paseos de la tarde anterior por las calles de la eslava Belgrado, donde el idioma español nos había servido para adquirir objetos en di- ferentes tiendas, y conversar con individuos que nunca visitaron España, ni trataron á sus naturales. — Las nociones adquiridas desde la infancia sobre los judíos, con sus legendarios defectos de raza, y las falsas ideas acerca de las sociedades eu-ropeas en que viven muchos de esos llamados intelectuales de nuestro país, que nunca cruzan las fronteras. — La decadencia terrible y súbita de nuestra patria, y el desamparo en que quedaron sus rudimentarias industrias. — Las defectuosas contiendas de nuestros políticos, inaptos para remontarse con espíritu práctico y culto hasta los grandes problemas de la vida nacional é internacional; y el desconsolador atraso de nuestros censos, de nuestra raza y de nuestras fuentes de riqueza pública. —Los polos morales sobre los cuales gira hoy la vida de las naciones; y los múltiples fanatismos blancos, negros, rojos y de mil colores, con que los hombres acrecen sus ya ineluctables desdichas. — El total abandono y olvido en que tenemos esta empresa de reintegración nacional judía; y los propósitos y esperanzas que en ocasiones distintas se produjeran sobre el particular.— La afrentosa y mísera homogeneidad de las ciudades españolas, como cerradas á la vida cosmopohta y al trato pacífico y culto del hombre en sus infinitas derivaciones de razas y creencias; y la odiable fama de pueblo ignorante y fanático con que nos juzgan y maltraían los países adelantados... y á este tenor más y más ideas por ei estilo, brotaban en mi pensamien- to, le herían fugaces con un vivo latigazo, y desaparecían pron- to para que les sucediesen otras. Y así fui pensativo, hasta que al pasar por Moldova, invadió nuestro barco una serie espanta- ble de sociedades excursionistas húngaras; con lo cual se acabó ya toda conversación y todo discurso; porque desde aquel punto no hubo banco en que sentarse, ni lugar para ver, ni mesa donde almorzar, ni humor y modo de hacer nada; provocando tan sofocante y molestísima concurrencia un malestar y dis- gusto intensos, los cuales nos duraron hasta que por la tarde des- embarcamos en Jrsova, casi sin poder despedirnos de Bej arano y su esposa. Nos separamos entonces; y ellos siguieron su ruta por el Dauibio, mientras nosotros nos encaminábamos á la ca- pital de Rumania, habiendo ya cristalizado en mi espíritu el firme propósito de estudiar algo este problema durante el resto del \iaje, y tratar seriamente de él cuando regresáramos á Es- paña. Y así lo hice.Recorrí algunos pueblos del Oriente de Europa y apunté varios datos, que me sirvieron para esbozar mis primeras
impresiones. Regresé á Madrid de este viaje el día 3 de Octu-
bre de 1903; en la tarde del 13 de Noviembre siguiente formu-
lé al Ministro de Estado, Sr. Conde de San Bernardo, en el
Senado, una excitación para proteger el idioma castellano en
Oriente. El 8 de Febrero de 1904 publicó La Ilustracién Espa-
ñola y Americana el primero de los seis artículos, que fueron
pronto reproducidos en varios idiomas y en diferentes pueblos.
El 29 de Abril salieron de España los primeros ejemplares de
mi modesto libro Los israelitas españoles y el idioma castellano,
destinado exclusivamente á ponerme en relación con el pueblo
judío, y á poder conseguir la información necesaria, para cono-
cer bien y presentar á mi país con algún fundamento esta im-
portante cuestión. Por aquellos días se leyó en la Real Acade-
mia de la Lengua el mensaje que le dirigí, por virtud del cual
se fué al nombramiento de correspondientes entre los israelitas
españoles; y pocos días después llevé á los grandes y popula-
res diarios El Liberal, Heraldo de Madrid, España y Diario
Universal, informaciones y correspondencias, que me sirvie-
ron para divulgar este asunto por España, y para que comenzaran ilustrados publicistas á escribir acerca de él; bie nen su
pro, que fueron los más; bien en su contra, para lo cual no
faltó alguno.
Y ahora viene á cuento consagrar algunos párrafos á expo-
ner una de las gestiones más interesantes, y para mí conmove-
doras, que he realizado: la de la información por medio del
cuestionario.
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