ALFABETO CRISTIANO
JUAN DE VALDES
QUE ENSEÑA EL VERDADERO CAMINO DE ADQUIRIR
LA LUZ DEL ESPÍRITU SANTO
154-160
La confesión es una cosa tan espiritual e interna, que podéis, Señora, creer que si leéis todo cuanto se ha escrito de ella y si de ella oís hablar por los ángeles del cielo, no acabaréis con saberos bien confesar, si antes Dios no mueve vuestro corazón al conocimiento de vuestra poquedad y miseria, para que os humilléis ante la presencia de su divina Majestad; y alumbra vuestro entendimiento e inflama vuestra voluntad al conocimiento de su infinita bondad y misericordia, para que cordialmente creáis en Cristo y améis a Cristo. De esta verdad quiero, Señora, que os persuadáis, para que cuando Dios tocare vuestro corazón y moviese vuestra voluntad, dándoos conocimiento que, por vuestros pecados, habéis perdido su gracia y engendrado en vos horror de ellos y deseo de confesarlos, para volver a recobrar su gracia, estando cierta de que esto no lo podéis saber hacer sin favor y gracia de Dios; —interiormente os encomendéis a Él, suplicando que abra los ojos de vuestro entendimiento, para que con verdad os conozcáis y alumbre los ojos de vuestra alma para que enteramente os confiéis en Cristo y ardientemente améis a Cristo. Este es el primer aparejo que debéis hacer para confesaros y porque, como os he dicho, a la confesión se ha de ir con profunda humildad, y con firme fe y ardiente caridad, conviene, Señora, que a la humildad vayáis por el conocimiento de vos misma, en el que debéis entrar profundamente, de la manera que ya os he dicho, y que a la fe y caridad, vayáis por el conocimiento de Dios, en el que os ejercitaréis con las consideraciones que hace poco habéis oído.
JULIA. — Bien quisiera que me las volviéseis a repetir, si no fuese tarde.
VALDÉS. — Bastará que vos misma, entre vos sola, las traigáis a vuestra memoria. Hecho este segundo aparejo quiero, Señora, que examinéis bien vuestros afectos
y qué cosas os incitan, que sean de calidad que os puedan separar de Dios. Haréis este examen, poniéndoos delante la ley de Dios, entendida de la manera que aquí hemos razonado. Después de esto quiero que, poniendo de una parte los afectos desordenados que habéis conocido en vos, y de otra parte la ley de Dios, traigáis a vuestra memoria los ejercicios que habéis tenido, las cosas en las cuales os habéis ocupado, los negocios que habéis
tratado, las personas con las cuales habéis conversado, y aquellas de quien habéis razonado, los libros en que habéis leído, los designios que habéis hecho, y los pensamientos en los cuales os habéis deleitado; y quiero, en todas estas cosas, tomándolas una por una, examinéis qué es lo que habéis hecho, dicho o pensado, que sea o pueda ser contra la ley de Dios, comenzando del primer día, y discurriendo hasta el día que os queréis confesar. Y quiero más, que examinéis también lo que en todo tiempo habéis dejado de hacer, decir o pensar, que habría podido redundar en honra de Dios y en utilidad de vuestra alma, y en ganancia espiritual o temporal de vuestros prójimos. Que así como en lo que pecamos por cometer, mostramos nuestra iniquidad y descubrimos nuestro mal ánimo con Dios, y con nuestros prójimos; así, ni más ni menos, en lo que pecamos por omisión, publicamos nuestra poca fe y menor caridad, y el poco respeto y amor que tenemos a Dios y al prójimo; y, como hemos dicho, estamos obligados a amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a nosotros mismos. Hechos estos aparejos, y sintiendo vuestra alma ya humillada por el conocimiento de su propia malicia y malignidad, y muy firme en la fe y muy inflamada en la caridad, con grandísimo horror de vuestros pecados, y sintiendo la molestia de vuestros afectos, os pondréis al pie del confesor, llevando aquel mismo enojo contra vos misma, y sintiendo aquella misma confusión, que si fueseis a pedir perdón a un gran príncipe del cual hubieseis recibido grandísimos beneficios, y al cual malignamente hubieseis hecho terribles traiciones. Y así, con esta tal preparación, abatiendo y echando por tierra la presunción y arrogancia humana, clara y abiertamente le descubriréis todas las cosas en que conoceréis haber desobedecido a Dios por malicia, por ignorancia, por descuido y por debilidad. Y si el confesor es persona que sienta y guste las cosas espirituales, quiero que le manifestéis y descubráis los afectos que os mueven, inclinan y llevan a las ofensas y pecados, porque siendo él tal, os dará tal consejo con el cual los podáis mortificar.
JULIA. — Nunca oí decir tal cosa en mi vida, que de los afectos he de confesarme.
VALDÉS. — Si no los queréis confesar al sacerdote, confesadlos a Dios, diciendo con David: Quoniam iniquitatem meam ego cognosco: "Porque yo conozco mi iniquidad" , y además, Ecce enim (in) iniquitatibus conceptus sum, et in peccatis concepit me matee mea, esto es, "He aquí, pues, soy engendrado en iniquidades, y en pecados me concibió mi madre". Y tanto, Señora, cuanto más de mal se os hace el confesar, que viven en vos estos afectos, tanto más y mejor los debéis confesar, porque más abajáis vuestra natural arrogancia, y así os ejercitaréis más en la virtud de la humildad. Y advertid, Señora, que no quiero que seáis supersticiosa ni escrupulosa en la confesión; porque os basta confesar al sacerdote aquellas cosas que vos conocéis haber hecho con ánimo desobediente a Dios, de las cuales os doléis tanto que, conociendo que podéis vivir sin hacerlas, tenéis firme propósito y deliberación de no hacerlas jamás. Mas de los defectos sin los cuales apenas se vive en esta presente vida, que son señales de ánimo no mortificado, os confesaréis continuamente a Dios, suplicándole que os favorezca con su gracia para que, hecha enteramente la mortificación de vuestro hombre viejo, cesen en vos aquellos defectos.
JULIA. — ¿Esos defectos, no los he de confesar al sacerdote?
Autoridad de sacerdotes
ValdÉS. — No, por obligación, porque no son pecados que pertenezcan a la confesión; antes, estos propiamente son aquellos de los cuales os dije poco antes, que David ruega ser limpiado, llamándolos defectos secretos. Hecha vuestra confesión de esta manera y tomada vuestra absolución del sacerdote, quiero, Señora, que refrescando en vuestra memoria la autoridad que Cristo dió a los sacerdotes,(Nota: en realidad se debe entender a todos los creyentes verdaderos. Fundamento bíblico= y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén. Apocalipsis 5.10 .. vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; 1 Pedro 2.9 ) diciéndoles: "Todo lo que ligareis sobre la tierra, será ligado en el cielo; y todo lo que desatareis sobre la tierra, será desatado en el cielo"; creáis firmemente que Dios os ha perdonado todos vuestros pecados y os ha reducido a su gracia. Pero mirad, que no quiero que penséis que, por eso, os los ha perdonado porque los habéis confesado; porque esto sería atribuiros lo que no es vuestro. Por esto quiero que penséis que Dios os los ha perdonado porque creéis en Cristo, amáis a Cristo y habéis colocado vuestra esperanza en Cristo, y que los habéis confesado porque Dios quiere que los confeséis.
JULIA. — Yo bien entiendo esto, mas querría saber de
vos qué opinión es la vuestra en torno a elegir el confesor.
Cuál ha de ser el confesor
(Nota. En honor a la verdad, no hay ninguna obligación de confesar ningún pecado ante un confesor terrenal, sino únicamente ante el único sumo Sacerdote y mediador Jesucristo, esta practica de confesarse ante un hombre no es aceptada y no es practicada por la iglesia fundamentada y creyente en la Biblia. El ex sacerdote Charles Chiniquy dejó escrito que la confesión auricular de las mujeres sobre pecados intimos ante los sacerdotes abría puertas a la tentación y pecado mismos )
VALDÉS. — Porque tengo por cierto que buena parte del fruto de la confesión consiste en el buen confesor, al que pertenece no sólo dar la absolución, sino con gravedad y severidad reprender los pecados, y animar al que se confiesa a las virtudes cristianas, y darle remedios convenientes, según la calidad de la persona, para vencer los afectos y los apetitos que le inclinan a pecar, quiero, Señora, que empleéis toda vuestra prudencia y toda vuestra autoridad en elegir un confesor que sea muy al propósito. Si lo pudiereis hallar tal, que por doctrina sepa y entienda el vivir cristiano, y haya alcanzado y verificado con la experiencia lo que haya leído en los libros, debéis anteponerlo a todos los otros y tomarle. Con este tal comunicaréis vuestros defectos, porque como bien experimentado, os sabrá dar tales consejos con los cuales, yendo mortificando los afectos, vayáis dejando los defectos. Y porque una tal persona se halla pocas veces, cuando hayáis de hacer elección entre un letrado, sin experiencia de este vivir cristiano, y un experimentado sin letras, quiero que toméis antes un experimentado. Porque, así como os sabrá dar mejor razón del camino de aquí a Jerusalén una persona que, por haberlo caminado, esté práctica en él, que otra que le sepa por cosmografía, aunque la supiese más que Tolomeo, así os sabrá mejor introducir y llevar por el camino cristiano uno que ha ido por él y va, que otro que le ha leído y lee. El cual, porque como dice San Pablo, no alcanza a las cosas que son del Espíritu de Dios no puede, de modo alguno, llevar a otro por donde él no ha ido jamás. Y porque conozco que, para vos, os está mejor, quiero que elijáis más bien un confesor sin letras, pero con experiencia de las cosas espirituales, si le pudiereis conocer tal, que uno con letras solas. Y en este punto, fiaos de mí, porque no hay mayor ciego que el que se persuade que ve. Y advertid, Señora, que así como quiero que al confesor experimentado en el camino cristiano, le pidáis su parecer y consejo en todas vuestras cosas y en todas ellas le deis mucho crédito, también así me parece que del no experimentado no toméis más que la absolución. Esto digo porque sé por experiencia que los tales, muchas veces, queriendo echarla de sabios, os dicen cosas que no pertenecen al oficio de verdadero cristiano, (Nota. En honor a la verdad, no hay ninguna obligación de confesar ningún pecado ante un confesor terrenal, sino únicamente ante el único sumo Sacerdote y mediador Jesucristo, esta practica de confesarse ante un hombre no es aceptada y no es practicada por la iglesia fundamentada y creyente en la Biblia. El ex sacerdote Charles Chiniquy dejó escrito que la confesión auricular de las mujeres sobre pecados intimos ante los sacerdotes abría puertas a la tentación y pecado mismos con las cuales os hacen que contra vuestra voluntad los tengáis en poco, y esto no hace nada al propósito en un tan alto sacramento. Pienso que en esto quedéis satisfecha.
JULIA. — Sí quedo: seguid más adelante.
La comunión
VALDÉS. — De la sagrada comunión, en donde nosotros los cristianos participamos del preciosísimo cuerpo y sangre de Jesucristo nuestro Señor, no quisiera deciros poco, porque aun con deciros mucho no creo será ble que yo quede satisfecho. Mas considerando que falta
ya poco de aquí a la noche, y que gran parte de lo que he dicho sobre la confesión sirve para la comunión, pasaré brevemente por esto.
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