ALFABETO CRISTIANO
JUAN DE VALDES
QUE ENSEÑA EL VERDADERO CAMINO DE ADQUIRIR
LA LUZ DEL ESPÍRITU SANTO
130-133Esto haréis, ejercitándoos en la paciencia y en el sufrimiento, en la humildad y en el desprecio del mundo. Y porque quiero que estas virtudes cristianas, vivan siempre en vuestra alma, quiero que de tantos en tantos días, examinéis y toméis cuenta a vuestra alma, para saber como está bien fundada en ellas. Esto haréis considerando vivamente y en verdad cómo recibiríais con paciencia una adversidad que os
aconteciese, cómo sufriríais una injuria o molestia que os
MORTIFICAR SENTIDOS Y AFECTOS 131
fuese hecha, cómo toleraríais que una persona baja y plebeya os precediese, cómo pasaríais por la confusión del mundo cuando las personas de él os despreciasen y tuviesen en poco. Y junto quiero que os examinéis cómo estáis de firme en la fe; cómo estáis de cierta en la esperanza; cómo estáis de ardiente en la caridad. Esto haréis tomándoos cuenta, cómo os confiáis en las promesas de Dios, en las cosas corporales; porque de aquí podréis juzgar cuánto os confiáis en las cosas eternas.
Porque en verdad, el que no se resuelve a confiarse en Dios que le proveerá de las cosas que pertenecen al cuerpo, sin solicitud suya, no sé yo cómo se resolverá a confiarse en Dios, que le dará las cosas que pertenecen al alma, y cómo esperáis de gozar de Dios en la vida eterna. Y examinando todas vuestras obras, si van enderezadas a vuestra utilidad corporal o espiritual, o derechamente a la honra de Dios y al bien de vuestro prójimo, conocéis qué tanto estáis adelante en la caridad. Quiero más, que hecho este examen, si no hallareis vuestro afectos y
sentidos tan mortificados, que verdaderamente estas virtudes viven y reinan en vos, con cordial afición pongáis los ojos de vuestra alma en Cristo crucificado y con el corazón le digáis estas u otras semejantes palabras:
"Oh, Cristo mío, favoréceme con tu gracia, de tal manera que, por tu virtud, venciendo estos mis afectos y mortificando estos mis sentidos, vivifique y plante en mi alma estas virtudes cristianas de suerte que siempre tú, Señor mío, vivas en mí y yo viva en ti."
JULIA. — ¡Cómo me habéis dado la vida con esto! No habéis dicho aquí cosa mejor. Pero querría saber de vos, cómo conoceré yo que he hecho esta mortificación o vivificación.
ValdÉs. — Ya os he dicho que ésta es una cosa que se comienza en el bautismo, y dura por toda la vida del hombre; porque, mientras vive, halla siempre qué mortificar en sí. Porque estos afectos y apetitos que en nosotros, por pecado original, son desenfrenados, siempre retoñan y tornan a brotar. Por tanto os digo que no os descuidéis jamás, creyendo haber hecho esta mortificación, hasta que conozcáis que estáis tan ajena de ira y de venganza que por ninguna cosa que las personas
del mundo os hicieren os conmoveríais; y tan ajena de querer y desear cosa de cuantas tienen y poseen vuestros prójimos, que antes os contentaríais que os tomasen de lo vuestro que tener ilícitamente de lo de ellos; y tan casta y pura que en vos no reina jamás pensamiento deshonesto;
y tan ajena de hablar en perjuicio de vuestro prójimo que estéis siempre aparejada para excusarlos y defenderlos. Cuando tengáis todas estas cosas, pensad que habéis mortificado el hombre viejo; y cuando conociereis el corazón vuestro tan lleno de amor de Dios que ninguna cosa ama fuera de Dios, y si alguna de ellas ama, la ama por Dios; y cuando sintiereis que en vuestra boca no hay cosa más dulce ni más sabrosa que el nombre de Dios; y cuando viereis en verdad que vuestra vida es un continuo sábado cristiano, entonces podréis pensar y
CONVERSACIONES 133
creer que habéis perfectamente vivificado el hombre nuevo y no antes.
JULIA. — Mucha perfección es esta en la cual me queréis poner.
VALDÉS. — Aun
cuando yo quisiese poneros en esta perfección, no os habría de parecer mucho, porque,
pues que Dios os ha dado tanta perfección en el cuerpo y en el ánimo, según el mundo, no sería mucho que vos os dispusieseis para que Él os
diese también la perfección del espíritu, según Dios. Cuanto más que yo no quiero poneros, así de una vez, en ella; mas
muéstroosla y
convidóos a ella y os ruego que vayáis caminando por ella, a vuestra comodidad, de tal manera que ni la prisa
os fastidie, ni el
descuido os haga volver atrás.
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