miércoles, 12 de junio de 2024

DISCIPULANDO A JULIA GONZAGA- - 78-80

ALFABETO CRISTIANO

JUAN DE VALDES

QUE ENSEÑA EL VERDADERO CAMINO DE ADQUIRIR

LA LUZ DEL ESPÍRITU SANTO

78- 80

 Y esta es la liberalidad cristiana y esta es la verdadera pobreza tan loada y recomendada en la sagrada Escritura. Y creo cierto que David por esto llama pobres a las personas que sirven y obedecen a Dios. Y tened por cierto que ésta es la verdadera vía para echar y arrancar de vuestro ánimo la maldita avaricia, que es un mal tan intrínseco que, por lo común, aquellos le conocen menos que están más conjuntos con él. Mas preguntad a San Pablo el inconveniente que de él se sigue, y él os dirá que la  avaricia es servidumbre de ídolos. Así como Dios, queriendo que no ofendiésemos al amor divino con la boca, nos puso la segunda regla que os he dicho, hablando de la guarda que habéis de tener para el amor de Dios, así también para la guarda (del amor) del prójimo, nos puso regla en la boca y ésta será la quinta. Esta es, que tengáis tan bien regida y gobernada vuestra lengua que no la uséis jamás sino para gloria de Dios y para utilidad espiritual o corporal de vuestro prójimo y vuestra, quitando y separando de vos todas las ocasiones que os pueden conducir y tirar a que salga de vuestra boca palabra que ofenda, o pueda ofender a la más despreciada y abatida persona de todas cuantas hay en el mundo. Y para que veáis cuánto importa esto, quiero que sepáis que Santiago dice que el que no peca con la lengua, es hombre perfecto. Y advertid, Señora, que no os digo yo que una persona para guardar perfectamente el mandamiento del amor del prójimo, ha de hacer todas estas cosas puntualmente; porque no digo sino que una persona que quiere ser perfecta, ha de tener tan bien moderados y obedientes sus afectos, que cuando necesitase hacerlo, por honra de Dios, no hallase repugnancia en ellos. Y, concluyendo, digo que conforme a estas cinco reglas que habéis oído, debéis componer vuestro ánimo si queréis adquirir perfectamente el amor del prójimo y manteneros en él; las cuales comprendió Cristo en una sola regla, diciendo: "Haced con los hombres todo aquello que quisiereis que hicieren con vosotros." Y es así que no hay persona en el mundo a quien no le guste el ser obedecida por los que la deben obediencia; no hay persona a quien no le guste conservar su vida y no ser mal querida ni odiada por otro; no hay ninguna a quien no le guste que las personas no entren en ningún mal pensamiento con sus mujeres, hijas, hermanas, o parientas, mucho más en obras deshonestas; no hay ninguna a quien no le guste ser socorrida y ayudada en sus necesidades; y si tiene con qué vivir, que no procure el que no le sea quitado ni usurpado; y, finalmente, no hay ninguna a quien no le guste que todas las personas del mundo hablen bien de ella y que no se duela de lo contrario. De modo, que haciendo con nuestros prójimos todo lo que quisiéramos y nos gustaría que ellos hiciesen con nosotros, cumplimos la ley de Dios, porque nos mantenemos con ellos en caridad y amor. Y de esto (como dice Cristo) dependen la ley y los profetas; y a esto podéis reducir todo cuanto está escrito en la sagrada escritura.

 

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