jueves, 13 de junio de 2024

ALFABETO CRISTIANO 85-88

ALFABETO CRISTIANO

JUAN DE VALDES

QUE ENSEÑA EL VERDADERO CAMINO DE ADQUIRIR

LA LUZ DEL ESPÍRITU SANTO.

85-88

VALDÉS. — Amad, Señora, si queréis desterrar de vuestra alma todo el temor, porque no puede morar temor ninguno en aquella persona que con vivo y eficaz pensamiento pone los ojos de su alma en Cristo crucificado, considerando con entera fe que Cristo satisface y

paga por ella. Ahora concluyendo, digo, Señora, que estas reglas os llevarán al amor de Dios y del prójimo, y os conservarán en el uno y en el otro, y entonces por experiencia conoceréis los frutos de la caridad, según que San Pablo los escribe, diciendo que "la caridad es paciente, conversable, no envidiosa, no insolente, no soberbia y no busca sus cosas propias, no se aira, no piensa en mal ninguno, no se alegra de la injusticia, pero gózase con la verdad" ; y que "todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera y todo lo comporta" . Conoceréis también lo que dice San Juan, que la perfecta caridad echa fuera de la conciencia todo el temor. Porque el que verdaderamente ama. no teme.

JULIA. — Ya estoy satisfecha en esto que toca a la caridad. A Dios plazca hacérmela gustar y sentir en el alma tan bien como vos me la habéis hecho penetrar en el entendimiento. Pero, porque a veces os he oído decir que la caridad es el fruto de la fe, querría que me dijeseis alguna cosa en torno a la fe.

 La caridad, fruto de la fe

VALDÉS. — Así es la verdad, como decís, que yo os he dicho que la caridad es el fruto de la fe. ¿Y sabéis por qué os lo digo? Porque estoy cierto que donde hay viva fe, hay caridad. Y sabed, Señora, que así como el fuego no puede dejar de calentar, así la fe viva no puede dejar de obrar obras de caridad; y os habéis de imaginar que la fe es como un árbol, y la caridad (Amor)) es el fruto del árbol. Y así como el árbol, después que está seco no da fruto, así faltando la fe en los corazones de las personas, no hay caridad. Y mirad, Señora, que

cuando digo fe, no entiendo la fe que solamente cree la historia de Cristo, porque ésta puede bien estar, y está, sin caridad; y por eso la llama Santiago fe muerta, la cual tienen los malos cristianos y tienen asimismo los demonios del infierno. Pero entended que cuando digo fe, entiendo (hablar) de aquella fe que vive en el alma, ganada no con industria ni con artificio humano, sino mediante la gracia de Dios con luz sobrenatural, la cual fe da crédito a todas las palabras de Dios, así a sus amenazas como a sus promesas, de tal modo que cuando oye decir que Cristo dijo que el que creyere y se bautizare se salvará, y que el que no creyere, se condenará, da tanto crédito a estas palabras, teniéndolas por certísimas, que no tiene duda ninguna de su salvación.

JULIA. — En esto también nos convendremos vos y yo: porque, en creer, ninguno me aventajará.

ValdÉS. — No presumáis de vos. Señora, que creéis, porque muy espiritual ha de ser aquel que tenga la fe tan viva, cuanto conviene para ser justificado por ella.

Antes conoced que sois débil en la fe y decid a Cristo con los Apóstoles: "Señor, aumenta en mí la fe", y decid con el padre del lunático: "yo. Señor, tengo confianza en ti. mas todavía tú. Señor, ayuda mi incredulidad" : y por esta vía ganaréis más que por persuadiros que creéis. Gran cosa es. Señora, conseguir de nuestros ánimos que enteramente se confíen en Dios: y lo veréis por esto: que si se os pregunta si creéis los artículos de la fe uno por uno, responderéis que sí. Pero si inadvertidamente, viniéndoos de confesar, os preguntaren si creéis que Dios ha perdonado vuestros pecados, diréis que pensáis que sí, pero que no estáis cierta. Ahora sabed que esta incertidumbre nace de falta de fe, porque si vos enteramente os confiaseis en las palabras de Cristo, que dice a los sacerdotes que todo lo que ataren en tierra será atado en el cielo, y todo lo que desataren en tierra será desatado en el cielo, y si verdaderamente creyereis lo que confesáis en el Credo cuando decís que creéis la remisión de los pecados, no dudaríais de decir a boca llena sintiendo en vuestra alma dolor de la ofensa hecha a Dios y habiendo confesádola, que tenéis por cierto que Dios os ha perdonado todos vuestros pecados.

 

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