jueves, 20 de junio de 2024

LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE - 6-

LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE

FELIPE MELANCHTHON

ARTICULO IV DE LA CONFESIÓN

DE AUSBURGO

Asimismo, leemos en Juan 8, v. 36: "Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres." De donde se deduce, que ni por nuestra razón, ni mediante nuestras obras podemos libertarnos del pecado o adquirir el perdón. Otrosí, dice el Evangelio: "Todo el que no nazca de nuevo de agua y Espíritu no entrará en el Reino de Dios"4. Siendo esto así, es decir: si la regeneración por medio del Espíritu Santo es necesaria, no podremos ser justificados por nuestras obras o nuestros méritos y, asimismo, tampoco lograremos cumplir la Ley. "Todos son pecadores, sin excepción y carecen de la gloria de Dios", afirma el Apóstol Pablo. Esto es; todos carecemos de aquella sabiduría y justicia que conoce y glorifica a Dios. "La sensualidad es enemistad contra Dios, pues ni se sujeta a la Ley divina ni siquiera es capaz de atenerse a ella. EmperO los hombres carnales no agradarán a Dios"5.

La claridad de estos testimonios bíblicos es tal, que podemos entenderlos sin apelar a agudas reflexiones; pues basta con leerlos atentamente, como San Agustín dice. Ahora bien; si la sensualidad es enemistad contra Dios, no habrá hombre alguno apto para amar a Dios, a no ser intervenga el Espíritu Santo. Y si, del mismo modo, no es posible sujetarse a la Ley divina tampoco podrá amarse a Dios. Además, si la sensualidad es enemistad con Dios, aun nuestras mejores obras siempre serán impuras y de carácter pecador; y si la carne no es capaz de sujetarse a la ley divina, el hombre siempre pecará, aun en el caso que realice obras dignas del aplauso y la admiración del mundo entero.

En realidad, nuestros adversarios sólo tienen en cuenta los mandamientos que figuran en la segunda tabla de la Ley mosaica, mandamientos que se refieren a la buena conducta, como nuestra razón, sin dificultad, así lo entiende. Pero ellos ya piensan cumplir la Ley de Dios al poner en práctica algunas buenas obras. Mas, no ponen atención en la primera tabla de la Ley mosaica, en la cual se indica y ordena: que amemos a Dios y no dudemos de que Él se aira en vista del pecado; que le tememos de verdad y confiemos sin recelos en que Él atiende nuestras oraciones, etc., como ya antes dijimos.

Ahora bien; antes de ser nosotros regenerados por el Espíritu Santo, nos consideramos ya tan seguros que menospreciamos la ira y el juicio divinos y rehuímos y odiamos su castigo y su sentencia; hacemos caso omiso, en fin, de la primera tabla de la Ley. Pues es inherente a nuestra naturaleza menospreciar a Dios y dudar de sus palabras, sus amonestaciones y sus promesas. De modo que, antes de ser regenerados por el Espíritu Santo, nuestras mejores obras son hechas con un corazón impío, pese a que obtengan los plácemes del mundo. El Apóstol Pablo dice: "Todo lo que no es de fe es de pecado"6. Por consiguiente, quienes se confían en sus propias obras las ejecutan sin fe, menosprecian a Dios y se atienen al juicio de Dios menos que a Epicuro. Ese menosprecio a Dios impregna ya las buenas obras de pecado; porque Dios escudriña los corazones.

2 "Sobre la naturaleza y la gracia".

3 Comp. Ep. Rom. 10, v.3 y 4.

4 Ev. Juan, 3, v.5.

5 Ep. Rom. 8, v.7-8.

6 Ep. Rom. 14, v.23.  

 

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