lunes, 24 de junio de 2024

CONDESSA JULIA GONZAGA - LIBERTAD EN CRISTO- FIN- 165-171

     FIN

ALFABETO CRISTIANO

JUAN DE VALDES

QUE ENSEÑA EL VERDADERO CAMINO DE ADQUIRIR

LA LUZ DEL ESPÍRITU SANTO

165-171

Cómo se sirve a Dios por amor

JULIA. — ¡Qué pertinacia tenéis con este amor propio y con esta voluntad! Ahora, yo os prometo que no me amo tanto cuanto vos pensáis.

VALDÉS. — Yo no pienso que os amáis más de cuanto descubrís y manifestáis por vuestras palabras; y me parece que si no os amaseis a vos propia, no querríais mal a Adán.

JULIA. — Ahora, pues, digo que no le quiero querer mal. Me andáis cogiendo en palabras de manera que me hacéis salir a decir lo que no pensé jamás que saliese de mi boca. Y, pues que por lo pasado saqué buen fruto de vuestras razones, no quiero que me quede nada, y así os quiero decir una cosa que más me tiene confusa y en que hallo más dificultad, cuando quiero determinarme a entrar en este camino cristiano. Veamos qué salida me daréis, y cómo me la acomodaréis en el ánimo. El predicador dice que solamente acepta Dios aquellas buenas obras que nosotros hacemos puramente movidos por el amor de Dios, sin que a ello nos mueva ni temor de infierno, ni deseo o amor de gloria, y esto creo yo cierto que sea así, pues que él lo dice. Ahora, para decir la verdad y hablar con vos libremente, queriendo yo examinar bien mi ánimo hallo que no me movería a obrar cosa ninguna si no fuese por temor del infierno y, a veces, por amor de la gloria, mas ninguna por puro amor de Dios: porque yo sé de mí que si no hubiese infierno ni Paraíso, me lo pasaría bien en este mundo, viviendo en esta vida moral y loable, a los ojos del mundo, como he vivido hasta aquí sin cuidarme de buscar más adelante. Ahora, siendo esto así, como yo en verdad lo conozco en mí, y siendo verdad lo que el predicador dice, yo hallo por mi cuenta que todo lo

que yo haré de esta manera será perdido pues que en efecto conozco que no me muevo a ello por amor de Dios

SERVIR A DIOS POR AMOR  67

sino por amor mío. No sé yo cómo me sabréis acomodar esto.

VALDÉS. — Así pudiese yo echar de vuestro ánimo todo vuestro amor propio, como sabré acomodar eso.

JULIA. — A la prueba.

ValdÉS. — Vos tenéis, Señora, un esclavo comprado por vuestros dineros y, aunque es vicioso, malvado y mal inclinado, le queréis bien; y para que él no ponga en efecto sus maldades y vicios, le amenazáis continuamente con la galera y con otros fuertes castigos. Si este tal esclavo tiene ingenio, por no ir a galera y por

no ser castigado (y aun entendiendo que vos le hacéis aquellas amenazas para bien suyo) , no solamente trabaja por refrenar sus vicios y vencer sus malas inclinaciones, sino que comienza a quereros bien. Conociendo vos esto, comenzáis a tratarlo bien. Él, sintiendo y gustando el buen tratamiento y la afección que le tenéis, comienza también a serviros con diligencia, para que le honréis y le déis de buen grado lo que ha menester. Así lo hacéis, y cuanto más vos en esto le mostréis el amor que le tenéis, tanto más crece en él el amor y voluntad que tiene de serviros. De modo que ya no se abstiene de los vicios y maldades por temor de la galera, ni es diligente en vuestro servicio por el buen tratamiento que le hacéis, sino por la buena voluntad y afección que conoce que le tenéis; y aunque no hubiese galeras, y aunque no le pudieseis tratar bien, no dejaría de serviros porque se que merecéis ser servida y obedecida. Entonces, viendo vos la bondad del esclavo, dándole carta de libertad', le hacéis libre, y ya él os obedece por amor y no por temor, y os sirve como libre y no como esclavo, y por gratitud y no por interés. De este mismo modo se porta Dios con nosotros, porque conoce la mala inclinación, la malignidad y la iniquidad de que somos herederos por el pecado de nuestros primeros padres, queriéndonos bien por habernos creado y redimido con la preciosísima sangre de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor; y para que no pongamos en ejecución nuestros desordenados apetitos, nos pone delante el infierno. Y de aquí nacen las continuas amenazas de que está llena la Sagrada Escritura.

Los que de nosotros abrimos los ojos y creemos que hay infierno, y sabemos de cierto, que Dios hará lo que dice en castigar nuestros vicios con las penas del infierno, trabajamos por apartarnos de los vicios, para no incurrir en la pena y, asimismo, porque en algún modo conocemos que Dios nos ama. Y, en tal caso, aun cuando no nos movamos por puro amor, todavía Dios, vista nuestra obediencia, nos abre más los ojos a fin de que conozcamos el bien del Paraíso. Conocérnosle, y deseándole comenzamos a aplicarnos a hacer la voluntad de Dios para que nos dé su gloria. Entonces, aceptando Dios nuestra buena voluntad, nos abre más los ojos, para que conozcamos, de una parte, nuestra malicia, y de otra, su

infinita bondad. Con este conocimiento comenzamos a enamorarnos de Dios y a obedecerlo y servirlo, no ya por

LIBERTAD CRISTIANA 169

miedo del infierno ni por amor de la gloria, sino solamente porque hemos conocido que Él es digno de ser amado y que infinitamente nos ama. Entonces Dios nos da carta de libertad, y nosotros no salimos de su servicio por haber tenido la libertad, antes le estamos más sujetos y más obedientes, pero no como esclavos sino como libres, no como mercenarios sino como hijos; y en esto consiste la libertad cristiana. ¿Haos satisfecho esto?

Libertad cristiana

JULIA. Sí, mucho, mucho, y solamente me queda una duda: ¿cuál es la causa que aun cuando muchas personas sirven con temor como esclavos, y por interés como

mercenarios, jamás llegan a servir como hijos, con la libertad que vos decís?

VALDÉS. — Es que, cuando sirven como esclavos y cuando sirven como mercenarios, se tienen y juzgan ser perfectos y no buscando otra perfección, se quedan siempre en aquella servidumbre, como dice San Pablo, que no teniendo noticia de la justicia con la cual Dios justifica a los que en él creen, y queriendo justificarse por sus obras, no llegan jamás a parte de la justicia de Dios.

Por tanto es menester, Señora, que reduzcáis a vuestra memoria lo que os he dicho: que conviene tener siempre delante la idea de la perfección cristiana, de la manera que os la pinté, y mejor, si mejor podéis; así para pensar que no habéis de cesar en este camino cristiano, hasta que os halléis muy cerca de ella; como, para que siempre que cotejareis vuestra perfección con ella, os tengáis por imperfecta y no presumáis de vos, antes tengáis siempre causa legítima para humillaros; porque, así como los ángeles malos perdieron la gloria' por soberbia, así quiere Dios que nosotros la ganemos por humildad.

JULIA. Al fin quedo yo satisfecha de esto, y con dos palabras que me digáis de la libertad cristiana, os dejaré ir con Dios.

VALDÉS. — Sabed. Señora, que la libertad cristiana es una cosa que, por mucho que se razone y por bien que se practique, no se puede jamás entender sino por experiencia; de manera que tanto sabréis de ella cuanto experimentareis en vuestra alma, y nada más. Por tanto, Señora, si la queréis aprender, poneos a experimentaría, y no tendréis necesidad de que yo os la diga. Mas todavía os quiero decir esto que, según parece por lo que dice San Pablo; "siendo yo libre de todas las cosas me hice siervo de todos, para ganarlos a todos para Cristo":

la libertad del cristiano está en la conciencia; porque el verdadero y perfecto cristiano es libre de la tiranía De ley, del pecado y de la muerte, y es señor absoluto de sus afectos y de sus apetitos. Y, por otra parte, es siervo de todos en cuanto al hombre exterior, porque está sujeto a servir a las necesidades de su cuerpo y a tener sujeta su carne, y a servir a sus prójimos, según su posibilidad; o con sus facultades, si las tiene, o con buena doctrina, si la alcanza; y con ejemplo de buena

LIBERTAD CRISTIANA 171

y santa vida. De manera que una misma persona cristiana, en cuanto al espíritu, es libre, sin reconocer otro superior que Dios; y en cuanto al cuerpo está sujeta a todas cuantas personas hay en el mundo, por Cristo. Ya, Señora, habéis entendido de dónde nace la confusión de ánimo en la cual, hasta aquí, habéis vivido, y juntamente el remedio que podréis tomar para ella. Habéis entendido de dónde os viene la contradicción que, después que oísteis al Predicador, sentís dentro de vos, y la manera cómo os podréis librar de ella. Os he pintado la idea de la perfección cristiana. Os he mostrado

doce pasos por los cuales comenzaréis a caminar hacia Cristo, sin ser vista del mundo. Os he satisfecho de algunas dudas que se os han ocurrido. Ultimamente, habéis entendido en qué consiste la libertad cristiana.

Resta ahora que vos comencéis luego, luego, desde esta noche, a hacer prueba de vos, en aquellos pasos que yo os he enseñado. Porque quiero que mañana me digáis lo que de ellos os parece. Y mirad que siempre roguéis a Dios que os guíe y encamine con su gracia, sin consentir jamás que os apartéis de Él. Porque este es el camino para llegar a la perfección cristiana y para gozar la libertad cristiana, a la cual, cuando hubiereis llegado, podréis con verdad, decir con el Profeta David: "Dominus regit me, et nihil mihi deevit. In loco pascuce ibi me collocavit" . Esto es: "El Señor es mi guía, no me faltará cosa alguna. Él me ha puesto en buena dehesa."

 

 

INDICE

PÁG.

Juan de Valdés 5

Julia Gonzaga 19

Nota sobre la presente edición 31

A la ilustrísima señora Doña Julia Gonzaga, Marco Antonio

Magno 35

A la ilustrísima señora Doña Julia Gonzaga 37

Alfabeto Cristiano 41

El hombre, imagen de Dios 45

Felicidad del hombre 47

Pecado original - Bautismo 51

Predicación del evangelio 53

Paraíso e infierno 58

Cinco modos de personas 61

Camino real 65

Perfección cristiana 69

Amor propio y amor de Dios 69

Diez mandamientos - Amar a Dios 73

Consuelo de San Juan 81

La ley por qué es difícil 83

Tres modos de pecar 84

La caridal fruto de la fe 86

Fe y esperanza 90

Guía de la perfección cristiana 91

División del hombre 94

Primer paso 97

Segundo paso 97

Tercer paso 98

Cuarto paso 99

Pasos quinto y sexto 100

Paso séptimo 102

Pasos octavo y nono 102

Conocer a Dios por Cristo 106

Por qué Cristo encarnó 109

El Credo ' 112

Paso décimo 117

Paso undécimo y duodécimo 119

Epílogo de los pasos 122

Negar nuestra voluntad 125

Nuestra voluntad 127

Mortificar los cinco sentidos y los afectos 129

Conversaciones 133

Los afectos 134

Examen de noche 136

Honra del mundo 139

Leer cosas curiosas 144

Adornar el hombre interior 145

La misa 147

El sermón y la lectura 149

Libros para leer - La oración 150

La confesión 153

Autoridad de sacerdotes 158

Cuál ha de ser el confesor 159

La comunión 160

Orden de la caridad 162

Pecado original 164

Cómo se sirve a Dios por amor 165

Libertad cristiana 169

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