miércoles, 19 de junio de 2024

LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE - FELIPE MELANCHTHON - 1-2

LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE

FELIPE MELANCHTHON

ARTICULO IV DE LA CONFESIÓN

DE AUSBURGO

DE IUSTIFICATIONE

"Ítem docent, quod homines non possint iustificari coram Deo prcpiis viribus, meritis aut operibus, sed gratis iustificentur propter Christum per fidem, quicm credunt se in gratiam recipi et peccata remití propter Christum, qui sua morte pro nostris peccatis satisfecit. Hunc fidem imputa Deus pro iustitia coram ipso. Rom. 3 et 4."

SOBRE LA JUSTIFICACIÓN

"Asimismo enseñamos que no somos justificados ante Dios en virtud de nuestros méritos y obras, sino que somos justificados gratuitamente, en virtud de Cristo, por la fe; creyendo que Cristo murió para expiar nuestros pecados y que nosotros recibimos por Cristo el perdón de los pecados. Pues Dios imputa nuestra fe por justicia. Ep. Rom. 3 y 4."

CAPITULO I

LA JUSTIFICACIÓN EN GENERAL

Las Sagradas Escrituras contienen y enseñan dos puntos esenciales, que son:1 la ley y las promesas. Mientras unas veces se nos hace presente la ley, otras se nos revela la gracia divina en las gloriosas promesas de Cristo. Es decir, el Antiguo Testamento promete el advenimiento de Cristo y, con ello, el perdón de los pecados, la justificación y la vida eterna. El Nuevo Testamento, por su parte, enseña que Cristo ya advino al mundo, prometiendo también el perdón de los pecados, la justificación y la vida eterna.

Al referirnos a la ley, entendemos por ella los Diez Mandamientos, según se encuentran en las Sagradas Escrituras1, pero prescindiremos de aludir a las ceremonias meramente célticas y a las demás leyes mosaicas de carácter jurídico.

Nuestros adversarios se acogen a la ley, considerándola suficiente para, por su cumplimiento, obtener el perdón de los pecados. Y razonan tal actitud arguyendo que la ley natural (la cual, sin duda, concuerda con la mosaica, o sea, con los Diez Mandamientos) es ingénita en el hombre y que, por consiguiente, la razón humana es capaz de entender y cumplir atinadamente los Diez Mandamientos. Sin embargo, los Diez Mandamientos no exigen sólo una recta conducta al hombre, ni preceptúan meramente algunas buenas obras; no exigen ni preceptúan, en fin, cosas factibles para la razón; sino los Diez Mandamientos ordenan mucho más; y esto que ordenan no puede cumplirse por propio esfuerzo, ni con ayuda de la razón. En primer lugar, exige el Decálogo (o sea, los Diez Mandamientos) que el hombre tenga verdadero amor y temor de Dios y que su invocación a Dios sea, asimismo, verdadera. Además, exige el Decálogo una firmeza inquebrantable en Dios y la inconmovible seguridad de que Dios atiende nuestras súplicas, ya que sólo de El podemos esperar el auxilio y consuelo en toda aflicción y en el amargo trance de la muerte. En tercer lugar, exige el Decálogo se obedezca ciegamente a Dios, soportando toda angustia y peligro mortales, sin rehuirlos, antes bien, aceptándolos como impuestos por la divina y santa voluntad. Los teólogos escolásticos se apoyan en la filosofía y, por eso, al referirse a la justificación, enseñan que la justicia es alcanzable para el hombre, si éste observa una recta conducta ante el mundo y si realiza buenas obras. Además, añaden que la razón, por sí sola y sin necesidad del Espíritu Santo, es capaz de amar a Dios sobre todas las cosas.

No puede negarse que cuando el corazón humano anda ocioso, libre de tentaciones y sin sentir todo el peso y toda la enorme trascendencia de la ira y el juicio divinos, llega a figurarse que ama a Dios sobre todas las cosas y, también, que en su nombre lleva a cabo muchas buenas obras. Pero, en realidad, un corazón tal es un corazón hipócrita. No obstante, esto es lo que nuestros adversarios vienen enseñando. Dicen que un hombre puede lucrar el perdón de sus pecados haciendo tantas buenas obras como sea posible. Es decir, según ellos, la razón misma se conduele del pecado. Y de esto deducen la presta voluntad de amar a Dios realizando buenas obras.

Esta doctrina errónea, pero tan agradable al hombre (pues el hombre anhela se reconozcan y premien sus obras y méritos) ha conducido a los diversos cultos que enseña la teología católica y a los abusos que con ellos tienen lugar en la iglesia. Así lo vemos en los votos monásticos, en el escandaloso abuso de la misa y en muchas otras formas del culto. Todo ello dimana del error doctrinal que señalamos.

 

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