ALFABETO CRISTIANO
JUAN DE VALDES
QUE ENSEÑA EL VERDADERO CAMINO DE ADQUIRIR
LA LUZ DEL ESPÍRITU SANTO
67-68
JULIA. — Si esto vos hicieseis, yo os quedaría obligada perpetuamente.
VALDÉS. — Pues yo lo haré, con la gracia de Dios, y no quiero quedéis obligada sino al mismo Dios, del cual quiero que siempre reconozcáis todo aquello que fuere bueno.
JULIA. — Yo procuraré hacerlo como decís. Vos haced ahora lo que a vos toca. ti VALDÉS. — Soy contento; mas decidme antes si alguna vez habéis pasado un río por vado.
Julia. — Sí he, y muchas veces.
VALDÉS. — ¿Y habéis observado cómo, si miráis al agua, parece que se os vaya la cabeza, de tal modo que si no acudieseis presto o con cerrar los ojos, o con fijarlos en la orilla que tenéis enfrente, caeríais en el aguacon peligro grande de anegaros?
JULIA. — Sí que lo he visto.
VALDÉS. — ¿Y habéis visto cómo, teniendo siempre por objeto de la vista la tierra que está de la otra parte, no sentís tal desvanecimiento de cabeza, y así no corréis
peligro de anegaros'
JULIA. — Y también he visto esto.
VALDÉS. — Conque, si vos, Señora, queréis pasar por el río corriente de las cosas de este mundo, haced de modo que no pongáis aficionadamente los ojos en ellas para que no os acontezca lo que acontece a los que, mirando el agua, caen en ella y se ahogan; y procurad que siempre los ojos de vuestra alma estén fijos y clavados en Cristo crucificado; y si alguna vez, descuidada, pusiéreis los ojos en las cosas del mundo, de tal manera que sintáis que vuestro ánimo se inclina a ellas, revolved sobre vos misma y tornad a poner vuestros ojos en Cristo crucificado, y de este modo andarán bien vuestras cosas. Y por esto, sobre todas las cosas quiero, Señora, que toméis por vuestro principal intento enamoraros de Cristo, regulando todas vuestras obras, todas vuestras palabras y todos vuestros pensamientos por aquel divino mandamiento que dice: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas: y al prójimo como a ti mismo." Y digo que tengáis este mandamiento por vuestra regla principal, porque la perfección cristiana consiste en amar a Dios sobre todas las cosas, y a] prójimo como a vos misma.
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