martes, 11 de junio de 2024

JULIA DE GONZAGA - 71-72

ALFABETO CRISTIANO

JUAN DE VALDES

QUE ENSEÑA EL VERDADERO CAMINO DE ADQUIRIR

LA LUZ DEL ESPÍRITU SANTO

71-72

Por vos misma os podréis confirmar en esta verdad, considerando cuanto estimaríais lo que hiciese una persona en vuestros negocios cuando conocieseis que a ello no se movía por amor que os tuviese sino por algún otro designio suyo.

 Mas, pues que vos queréis que os sirva por amor, uno que no nació con la obligación de amaros, como nacimos todas las personas para amar a Dios, pensad si querrá siquiera Dios de nosotros, lo mismo que vos queréis; cuanto más de aquellas personas que somos regeneradas y renacidas en Cristo, por nueva regeneración espiritual mediante la fe y el bautismo; porque nosotros tales tenemos una nueva obligación de amar a Dios: ¿qué digo una? antes debía decir, infinitas, pues que vemos que infinitamente nos amó y ama Cristo, y por infinitas vías y maneras procuró y procura de traernos a sí y unirnos consigo, por amor y por gracia. Y considerando esto, estoy cierto que os haréis capaz de esta verdad: que lja perfección cristiana consiste en amar a Dios, y que tanto más perfecto será cada uno cuanto más amare a Dios: ahora haga votos, ahora no los haga  con tal que guarde el voto que hizo en el bautismo, mediante el cual somos cristianos.

JULIA. — Ya quedo yo satisfecha con lo que habéis dicho de la perfección, de tal modo que conozco ya, por vuestras razones, lo que hasta aquí no había conocido. Y pues que queréis que yo tenga por principal intención el amor de Dios y del prójimo, para ser perfecta cristiana, y yo me determino a hacerlo así, será bien, si os parece, que me deis algunas reglas por las cuales yo entienda y sepa qué es lo que yo he de hacer, y cómo he de gobernarme para no apartarme del amor de Dios ni del prójimo; porque determinadamente me quiero dar a enamorarme tanto de Dios que prive de gracia a vos y a otros ciento como vos.

VALDÉS. — Privar de gracia, no: antes sabed, Señora, que en este divino amor no hay celos, porque de por sí es comunicable. Y así es que cuanto más amareis a Dios, tanto más os alegraréis que Dios nos ame a nosotros.

Mas dejando esto, hasta que con el tiempo lo aprendáis por experiencia, digo, Señora, que no hay mejores reglas para esto que decís, que aquellas que el mismo Dios nos ha dado en su perfectísima ley; la cual entendamos, no como hebreos, mas como cristianos, en la forma y manera que Cristo la declaró. Ella nos enseña lo que hemos de hacer para no apartarnos del amor de Dios ni del prójimo.

 

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