sábado, 8 de junio de 2024

JULIA GONZAGA - 54-56

ALFABETO CRISTIANO

JUAN DE VALDES

QUE ENSEÑA EL VERDADERO CAMINO DE ADQUIRIR

LA LUZ DEL ESPÍRITU SANTO.

54-56

Y porque, por nuestra incapacidad y fragilidad la luz de esta verdad evangélica no resplandece a los principios tanto en nuestro ánimo cuanto sería menester, para desde luego echar fuera de ellos del todo la oscuridad, de tal suerte que clara y manifiestamente pudiésemos conocer el valor y ser de las cosas; acontece que, combatiendo todavía las tinieblas con la luz y la razón humana con el espíritu cristiano, hacen que se sientan los terremotos de contrariedades internas que vos, Señora, sentís. De esto tenemos tantos ejemplos, así en la historia de Cristo, que

escribieron los Evangelistas, como la que escribió San Lucas de los Hechos de los Apóstoles, y como también en las Epístolas de San Pablo; y que si yo quisiese alegaros los lugares, uno por uno, gastaríamos el tiempo en esto, y para no gastarlo, los dejaré, porque vos misma, pues que tenéis el Testamento Nuevo en vulgar, los leáis, señalándooslos yo. Solamente os quiero decir esto: que podéis tener por don y beneficio de Dios esta contrariedad que sentís y que de ella os debéis servir, dando lugar a la luz, que resplandece más en vuestra ánima. Y de este modo, os libraréis de la contrariedad, y os haréis capaz para recibir los otros dones de Dios, que serán dulces y sabrosos: y guárdeos Dios, Señora, de no sentir esta contrariedad, porque (no sentirla) es señal de dureza y obstinación.

JULIA. — Al fin. la resolución que saco es ésta: que no puedo acabar de entenderos. Todo el tema del predicador es decir que la predicación del Evangelio aquieta y apacigua las conciencias: y vos ahora decís todo lo contrario. No sé qué deciros sino que no os entiendo.

VALDÉS. — Pues yo haré que nos entendáis.y entendidos, conoceréis que ambos a dos decimos bien, y que no hay contradicción en nuestras palabras. Y es así que el predicador dice muy bien que la predicación del Evangelio aquieta y apacigua las conciencias. Mas habéis de entender que hace este efecto en todas aquellas personas que reciben y abrazan a Cristo, mediante la fe; de suerte que por medio de la predicación del Evangelio, que anuncia remisión y perdón de pecados por Cristo, la fe apacigua y aquieta las conciencias, se entiende, las de aquellos que tienen viva y entera fe. Asimismo, digo yo bien que la propia predicación engendra contrariedad, terror y espanto, mas en aquellas personas que, si bien oyen la predicación, no por eso se determinan a abrazarla mediante la fe, ni la consideran sino como si fuese ley de doctrina moral, y hallando que es contraria a sus afectos y apetitos, y deseando conformarla con ellos, una vez quieren una cosa y otra desean otra, y no acabando de determinarse, sienten bien uno de los efectos do la predicación evangélica, mas no gozan de su fruto. ¿Habéis entendido?

Ju LIA — Sí, muy bien, pero no entiendo por qué os agrada el verme en esta contrariedad.

VALDÉS. — Porque es señal de que escucháis la doctrina; y si bien la predicación evangélica no obra en vos su oficio principal, que es el que el predicador dice, a lo menos me alegro de que hace el oficio de la ley, que es el que yo digo, y espero en la gracia de Dios, que después que en vos hubiere hecho oficio de ley, hará también oficio de Evangelio.

JULIA. Me parece que voy entendiendo lo que queréis decir, pero tendré gusto en entender un poco más particularmente cuál es el oficio de la ley, y cuál es el oficio del Evangelio.

 

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