viernes, 21 de junio de 2024

JULIA GONZAGA - LAS PASIONES VRS. ESPIRITU

ALFABETO CRISTIANO

JUAN DE VALDES

QUE ENSEÑA EL VERDADERO CAMINO DE ADQUIRIR

                                               LA LUZ DEL ESPÍRITU SANTO 

133-136

Conversaciones

JULIA. — Con esto me dais la vida aunque, para deciros la verdad, me aprieta mucho el haber de dejar algunas conversaciones con las que, a veces, tomo un poco de gusto; y algunas cosas curiosas con las cuales paso mi tiempo; porque temo que si yo dejo estas cosas, caeré en algún humor melancólico que me hará vivir en continuo desabrimiento.

VALDÉS. — Menos quiero ser tan riguroso, que os exija que las dejéis todas, así de una vez. Bueno sería que las dejaseis, pero si os es muy molesto, las podréis dejar poco a poco, mas con tal condición que no os quedéis con ellas. Y creedme, Señora, que conforme vayáis tomando gusto y sabor en las cosas de Dios, iréis teniendo por amargas y desabridas las cosas en que ahora encontráis placer y deleite.

JULIA. — En fin, yo bien veo que os andáis acomodando a mi debilidad, para que no me desespere.

VALDÉS. — ¿Pareceos que haga yo mal?

JULIA. — Antes me parece que esto es lo mejor que hacéis.

Los afectos

VALDÉS. — Por esto os parece bien; porque os queréis bien. Mas dejemos estar eso; quiero, Señora, daros todavía más licencia, porque la dificultad que se os representará en este camino no os haga volver atrás. Esta es que si no pudierais tan enteramente mortificar vuestros afectos y apetitos de tal manera que seáis absolutamente

señora de ellos, a lo menos los regléis y moderéis de suerte que ellos no sean señores de vos. Los estoicos enseñaron con no sé qué preceptos, reducir a una persona a tal (situación) que de ningún modo pudiese ser perturbada ni molestada por sus afectos; pero a esto no pudieron jamás llegar. El buen cristiano no ha de buscar ni procurar carecer de afectos, porque nunca lo conseguirá  ni es bien que lo consiga; mas debe buscar el ser señor de sus afectos, de tal manera que sus perturbaciones y sus molestias de ningún modo le puedan apartar de Dios. Esto digo considerando que el Apóstol San Pablo, sintiendo estas perturbaciones y estas molestias, decía: "Infelix ego homo, quis me liberabit de corpore mottis huius?" esto es, "¡Miserable hombre de mí! ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte?" Esto decía él, sintiéndose molestado y perturbado por sus afectos, y por eso deseaba estar libre de la prisión del cuerpo, aunque era tan señor de sus afectos y tan superior a ellos, que si bien lo solicitaban, nunca lo precipitaban. El imperfecto cristiano siente más estas perturbaciones y estas molestias, porque está más lejos de la mortificación del viejo hombre. Y así, aunque no es señor de sus afectos, todavía, no dejándose señorear de ellos, cayendo y levantándose y otras veces tropezando y no cayendo, camina a Cristo; y con tal que tenga siempre su intención enderezada a Cristo, fácilmente le perdona Dios sus tropiezos y sus caídas.

Los que no sienten estas molestias ni estas perturbaciones son los que de tal modo se han dejado señorear de sus afectos que sin contradicción alguna desenfrenadamente corren en pos de ellos. A estos tales, no los quiero yo poner en el número de cristianos, para no hacer esta injuria al evangelio de Jesucristo.

Ahora, porque la guerra contra los afectos es dificultosa y mucho más contra los interiores, contra los que tenéis vos que combatir, quiero, Señora, que totalmente pongáis en vuestra memoria al Cristo crucificado,(Nota.Y además Resucitado y glorificado) el cual traigáis siempre y en todo lugar delante de vos por testigo de todas vuestras obras, palabras y pensamientos, y por escudo con que repararos contra los asaltos que os darán vuestros afectos y apetitos; y estoy cierto que de este modo no haréis ni diréis ni pensaréis cosa que sea contra la ley de Dios, porque tendréis vergüenza de ser vista de Cristo, que traéis con vos. Y aunque, al principio, no lo podáis traer tan continuamente, con el tiempo estoy cierto de que lo podréis hacer muy fácilmente; antes os digo que os será muy agradable y sabrosa esta tal compañía.

JULIA. — Yo así lo creo, y así espero en Dios que me lo concederá.

 

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