ALFABETO CRISTIANO
JUAN DE VALDES
QUE ENSEÑA EL VERDADERO CAMINO DE ADQUIRIR
LA LUZ DEL ESPÍRITU SANTO
140-143
Y, de este modo, no poniendo vuestro honor en manos ni a merced de las personas del mundo, no tendréis ocasión ni de esperar de ellos la honra, ni de temer de ellos la deshonra, y con esto conversaréis y trataréis con ellos con mucha libertad y (tendréis) mucho dominio interior. Esta es una cosa que, diciéndola, parece muy fácil; y os prometo que es tan difícil que
(es) feliz el que se pone a hacerla, y felicísimo el que sale con ella. Y porque, después de este respeto del mundo, la cosa que más impide a las personas que quieren caminar por este camino cristiano, es la falsa persuasión que nos hemos formado, creyendo que en las cosas exteriores podemos hallar satisfacción y contento, quiero, Señora, que contra esta falsa persuasión vayáis armada, con una cierta, firme y verdadera opinión. Esta es, que
certifiquéis a vuestro ánimo de que en ninguna cosa, de las que no podéis alcanzar por vos misma sin tercera persona, ni menos de las que las personas del mundo os pueden dar o quitar, podrá jamás hallar entero contento o felicidad, alcanzándolas, ni descontento o infelicidad, perdiéndolas. Y será así, que como no esperaréis hallar satisfacción ni felicidad en riquezas ni en estados ni en las otras cosas que el mundo y las personas del mundo dan y quitan; ni por infelicidad ser privada de aquello con que os halláis, no solamente no desearéis lo que no tenéis, sino que poseeréis de tal modo lo que tenéis que cuando os fuese quitado, no pensaríais haber perdido nada. Esta misma consideración podéis extender a los padres, a los amigos y aun a vuestra propia persona, porque estando en este presupuesto, ni desearéis la sanidad del cuerpo, ni temeréis la enfermedad, ni desearéis la vida, ni temeréis la muerte, puesto que ni lo uno está en vuestra mano conservar ni lo otro podéis huir.
No digo que os hagáis tan insensible que no sintáis estos afectos, mas digo que de tal modo los mortifiquéis que, aunque vuestro ánimo se resienta, no se altere ni se perturbe.
JULIA. — Esto me parece más dificultoso todavía que lo otro.
ValdÉS. — Ahora sabed, Señora, que esta consideración y la otra, las he aprendido yo de un filósofo gentil, el cual para estas cosas tan difíciles (como vos decís) no buscaba sino no sé qué tranquilidad de ánimo. Ahora pensad vos si han de ser dificultosas a un ánimo cristiano, que las toma para caminar más desembarazado a Cristo y para salir de sí más presto, y más de raíz para entrar en Cristo. Y por tanto, os suplico. Señora, que antes que os pongáis a ejercitaros en ellas, no las tengáis por difíciles.
Julia. — Gran cosa es tener la persona que despojarse de estos afectos naturales, los cuales apenas se conocen.
VALDÉS. — Yo os diré que es tan grande que, sintiendo David la dificultad que hay, no solamente en despojarse de ellos sino en entenderlos y conocerlos, ruega a Dios que le limpie de sus cosas ocultas y secretas, que son estos afectos, y añade luego: "Y haz que tu siervo no sea vencido de la ambición." Consideraba el santo Profeta que entre los afectos interiores y secretos, la ambición, así como es más natural al hombre, así es más dañosa y es más secreta. Y por eso tan especialmente pide a Dios ayuda para vencerla.
JULIA. — Con razón. Y así os digo con verdad que la cosa que más temor me da, cuando pienso en caminar por este camino que me enseñáis, es, que habiendo siempre oído decir que Dios castiga con tentaciones y persecuciones a los que llegan a él, y hallándome yo muy débil para sufrirlas y resistirlas, pienso que no podré perseverar.
VALDÉS. — Me place que me hayáis dicho esto, porque estoy cierto de que haciéndoos volver la hoja y leer más adelante de esto que habéis oído decir, perderéis el temor que tenéis. Porque de tanto como eso, os asegura San Pablo, diciendo a los miedosos como vos, que Dios
es justo y fiel, y que no consentirá de modo alguno que seamos tentados ni castigados más de aquello a lo cual podrán resistir nuestras fuerzas; y aun en esto dice que nos ayudará con su gracia para que más fácil y ligeramente resistamos a ello. De manera, Señora, que podéis tener por cierto que en la vida presente no permite Dios que uno suyo sea más tentado, más castigado, ni más perseguido, de cuanto conoce que le bastará el ánimo a hacer resistencia. Y así, a los más fuertes promete fuertes tentaciones, castigos y persecuciones, y con los débiles se conduce apaciblemente. Tenemos el ejemplo de esto en Job, que del Demonio, por permiso de Dios, fue tentado y perseguido, cuanto su paciencia era bastante a soportar. Pero mirad que siempre tuvo Dios la mano al Demonio, que no le tocase en la vida; y así por esto, como por lo que dice David, que los consuelos, que Dios interiormente mandaba a su alma, eran según las aflicciones y angustias, con las cuales era atormentada, os podéis confirmar en esta verdad: que Dios castiga y aflige a los suyos tanto cuanto ve que podrán soportar, y no más. De manera que por este tanto, no debéis dejar de tomar esta cristiana empresa, y tomada, perseverar en ella hasta salir valientemente con ella, puesto que es así, como dice San Pablo, que no reciben corona de gloria sino los que caminando por este camino combaten valerosamente contra sus adversarios.
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