ALFABETO CRISTIANO
JUAN DE VALDES
QUE ENSEÑA EL VERDADERO CAMINO DE ADQUIRIR
LA LUZ DEL ESPÍRITU SANTO.
92-94
Yo no digo que penséis que no estáis en buen estado cuando no estáis tan adelante, como he dicho, en la perfección; pero digo que hasta que sintáis y conozcáis en vos esta perfección, así como os la he pintado, no dejéis de rogar a Dios continuamente que la aumente en vos, y aunque vinieseis a hacer milagros, y por otra parte no os sintieseis muy fuerte y firme en esta perfección cristiana, no querría que pensaseis haber alcanzado cosa
alguna. Esta es la perfección a la cual nos convida Cristo, cuando dice "que seamos perfectos, así como nuestro Padre celestial es perfecto." A la misma nos convida San Pablo, diciéndonos "que imitemos a Dios, como hijos amorosos"; y diciendo en otro lugar, "imitadme así como yo imito a Cristo." Y a la misma os convido yo a vos, y a la misma deseo que vos me convidéis, con palabras y con obras.
Julia. — ¡Oh, Dios mío, qué pagaría yo por ver un cristiano tan perfecto como aquí le habéis pintado! Me parece que me desprendería de todo cuánto tengo.
VALDÉS. — ¿Y no sería mejor veros a vos, tan perfecta cristiana cuanto aquí yo he pintado?
JULIA. — Sí, pero éso es imposible.
VALDÉS. — ¿Cómo, imposible? ¿No sabéis que dice Cristo que todo es posible a aquel que consigue de sí poner toda su confianza en Dios?
JULIA. — Bien lo he oído decir, pero yo soy débil.
VALDÉS. — Y también, cuanto más débil seáis, tanto será mayor la gracia de Dios que os hará fuerte, con tal que confesareis en verdad que sois débil y confiéis en Cristo, que os fortificará. ¿No sabéis que dice el Evangelio, que lo que es imposible a los hombres es posible a Dios?
JULIA. — Deseólo tanto, que no oso esperarlo.
VALDÉS. — Pues si lo deseáis, pedidlo a Dios, y pedídselo, como dice Santiago, con confianza, que os lo dará, y yo os prometo que no os faltará. ;Gran cosa es ésta, que quieran las personas ser creídas en sus promesas, siendo naturalmente varias, y (como dice David) mentirosas; y que no quieran dar crédito, ni confiarse, en las promesas de Dios! Verdaderamente yo creo que ésta sea la mayor injuria que las personas puedan hacer a la divina Majestad, así como también el creer y confiaren sus promesas es el sacrificio más grato que hacer se le puede.
JULIA. — No curéis de deteneros más en esto, sino comenzad a guiarme por el camino de esta perfección cristiana, pues que ya me tenéis tan enamorada de ella que me parece no poder vivir contenta, hasta que yo llegue, si no enteramente, a lo menos en tanta parte cuanta me bastare, a que mis cosas sean aceptas a la vida de Dios. Pero se entiende que hayáis siempre respeto a llevarme tan secretamente que ninguna persona me sienta, porque, si lo puedo yo excusar, no quiero dar de qué hablar a las gentes.
VALD ÉS. — Yo haré lo que decís: pero mirad, señora, que nuevamente quiero que me prometáis de ayudaros de aquello que aquí os diré; porque no querría haber yo perdido el tiempo, y que vos, os quedáseis en vos misma, como antes.
JULIA. — Fiaos de mí y yo os prometo que antes de muchos días, con la gracia de Dios, veréis en mí el efecto de vuestras palabras.
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