V CARTA A MARCELA, LA NOBLE ROMANA
CARTAS DE SAN JERÓNIMO
A MARCELA,
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A MARCELA
Novum T'estamentum graecae fidei reddidi; vetus iuxt a hebraicam veritatem transt ult (De uir. inl, 135 ). El papa Damaso no se contentó con consultas parciales a su docto secretario, «a su boca» Jerónimo. Con intuición de genio lo impulsó hacia lo que había de ser su vía triunfal y también su vía dolorosa. Los rutinarios no estaban ni por la fides graeca ni por la hebraica veritas, Como la monjita del cuento, repetirían ante las innovaciones de aquel extravagante monje venido de Oriente: «Candileta hemos dicho hasta ahora y candileta seguiremos diciendo en adelante» (para los que ignoren el cuentecillo, trátase de unas santas moniales que picaban así el salmo 83,1: Quam dilecta t abernacula tua, Domine ... Avisadas muy amablemente una y otra y otra vez por el capellán, como éste se sorprendiera del poco fruto de sus avisos, la priora le contestó por fin: No le dé vueltas, .padre; eso que V. R. dice estará muy bien; pero nosotras, candileta hemos dicho hasta ahora y candileta seguiremos diciendo en adelante). Las críticas de los rutinarios e ignorantes hubieron de ser duras, no sobre la labor, sino sobre la persona de Jerónimo: ¡Era un soberbio para quien no contaba la autoridad de los antiguos y el sentir del mundo entero; pues, de sí y ante sí, había puesto la mano en el texto de los evangelios! La respuesta es mucho más dura, tanto que la discreta Marcela le hubiera con gusto tapado la boca con la mano, como en otras ocasiones en que Jerónimo andaba un tanto suelto de lengua, como aquí de péñola. Pero con la discreción de Marcela careceríamos hoy de estas deliciosas cartas en que, por caso raro en la historia, un hombre dice lo que siente (y otros sienten lo que dice).
Fecha: 384.
racteris excederern, et tibi auiditatem magis dílatae deberent facere quaestiones. Tritum est quippe prouerbium ultroneas putere merces. Vnde et nos de industria dicenda reticemus, ut auidius uelis audire quae tacita sunt.
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AD MARCELLAM
l. Post priorem epistulam in qua de Hebraeis uerbis panca perstrinxerarn, ad me repente perlatum est quosdam homunculos mihi studiose detrahere cur aduersus auctoritatem ueterum et totius mundi opi-
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1. Después de escrita mi anterior carta, en que toqué someramente algún que otro punto acerca de las palabras hebraicas, me ha venido de sopetón la noticia de que algunos hombrecillos me denigran con todo ahínco, porque, contra la autoridad de los antiguos y el sentir del mundo entero, me he atrevido a corregir algunos pasos de los evangelios. Yo tendría perfecto derecho a desdeñar a esa gente, pues en balde se toca al asno la vihuela; sin embargo, porque no me noten, como suelen, de soberbio, les respondo que no soy tan romo de inteligencia ni de tan palurda rusticidad-esa rusticidad que ellos tienen por la sola santidad, predicándose discípulos de los pescadores, como si fueran justos por el hecho de no saber nada de nada-, no soy, repito, tan necio que pensara debían en un ápice ser corregidas las palabras del Señor, o haber algo que no esté divinamente inspirado. Lo que yo he querido ha sido reducir a su original griego de donde mis mismos criticones no niegan que fueron traducidos los evangelios-la viciosidad de los códices latinos, que se comprueba por la divergencia de todos los ejemplares. Acaso a esos hombrecillos desagrade el agua de la fuente purísima; pues beban ellos los riachuelos cenagosos y toda la pericia que despliegan en discernir el sabor de las aves y los remolinos en que se pescan las conchas, déjenla a un lado cuando leen las Escrituras. Sólo en este punto sean simples y estimen por rústicas las palabras de Cristo, sobre las que han sudado hace ya siglos los ingenios de tantos hombres, para venir a conjeturar más bien que a determinar la razón de cada palabra. Traten de impericia al Apóstol, de quien se dijo que, por sus muchas letras, decía desatinos ( cf. Act 26,24).
2. Sé que, cuando esto leas, fruncirás la frente y temerás que mi franqueza se convierta una vez más en semillero de pendencias, y, si pudieras, me querrías tapar la boca con el dedo, para que no me atreva a decir lo que otros no se avergüenzan de hacer. Yo te pregunto: ¿Qué es lo que yo he dicho tan libremente? ¿Acaso he descrito los ídolos cincelados en los platos? ¿O los abrazos de bacantes y sátiros,(Nota , “abrazos “ y excesos de los seguidores religiosos desenfrenados del vino y del sexo ) ofrecidos entre las comidas cristianas, a los ojos de las doncellas? ¿Es que mi palabra, demasiado desabrida, hirió a alguien? ¿Por ventura me ha dolido que de pobres pasen a ricos? ¿Por ventura he puesto en la picota las herencias de sepulturas? Sólo una cosa he dicho, ¡ triste de mí ! , y es que las vírgenes debieran estar más a menudo con mujeres que con varones. Con ello he tocado a la niña de los ojos de toda la urbe. Todo el mundo me señala con el dedo: Multiplicádose han sobre los pelos de mí cabeza los que me aborrecen de balde y me he convertido para ellos en terrero de sus burlas (Ps 68,5.12). ¿Y todavía piensas tú que voy a abrir mi boca?
3. Pero, en fin, para que no se ría de nosotros Horacio--«Iba a fabricarse un cántaro, 1 ¿cómo corriendo la rueda un jarro ha salido?» (Ars poet. 21-22)-, volvamos a nuestros asnillos de dos pies, y a sus orejas vamos a tocar la trompeta más bien que tañer la vihuela. Lean ellos enhorabuena : «Gozándonos en la esperanza, sirviendo al tiempo»; nosotros leeremos: Gozándonos en la esperanza, sirviendo al Señor (Rom 12,12). Opinen ellos que por ningún caso ha de admitirse acusación contra el presbítero; nosotros leeremos: Contra un presbítero, no recibas acusación, si no es en presencia de dos o tres testigos; mas a los que pecan, repréndelos delante de todos (1 Tim 5,19-20). Gusten ellos de esta lección: «Palabra humana, y muy digna de ser recibida»; nosotros erraremos con los griegos, es decir, con el Apóstol, que habló griego: Palabra fidedigna y merecedora de toda aceptación (1 Tim 1,15). Finalmente, gocen ellos de sus caballos capones, dignos de los galos; a nosotros complázcanos aquel asnillo de Zacarías, suelto de toda atadura y preparado para el misterio del Salvador; nionem aliqua in euangeliis emendare temptauerim. Quos ego cum possim meo iure contemnere-asino quippe lyra superflue canit-, tamen ne nos superbiae, ut facere solent, arguant, ita responsum habeant non adeo hebetis fuisse me cordis et tam crassae rusticitatis-quam illi solam pro sanctitate habent piscatorum se discípulos adserentes, quasi idcirco iusti sint si nihil scierint-, ut aliquid de dominicis uerbis aut corrigendum putauerim, aut non diuinitus inspiratum, sed Latinorum codicum uitiositatem quae ex diuersitate libroruln omnium conprobatur, ad Graecam originem unde et ipsi translata non denegant uoluisse reuocare. Quibus si displicet fontis unda purissimi, caenosos riuulos bibant, et diligentiam qua auium saliuas et concarum gurgites norunt, in scripturis legendis abiciant; sintque in hac tantum re sirnplices, et Christi uerba aestiment rusticana in quibus per tanta iam saecula tantorum ingenia sudauerunt, ut rationem uerbi uniuscuiusque magis opinati sint quam expresserint; apos- tolum arguant inperitiae qui ob multas litteras insanire dicatur. · 2. Scio te cum ista legeris rugare frontero, et libertatem rursum seminarium timere rixarum, ac meum 'si fieri potest; os dígito uelle conprimere, ne audeam dicere quae alii Facere non erubescunt. Rogo, quid a
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