sábado, 1 de junio de 2024

“POR TIERRAS SANTAS Y POR TIERRAS PROFANAS -

  “POR TIERRAS SANTAS Y POR TIERRAS PROFANAS

  POR J. MOISÉS DELEON LETONA

Impresiones de un guatemalteco en su viaje
alrededor del mundo
durante los años de
1922 a 1924.

A CENTRO-AMERICA
mi bien amada Patria

(Aparece en el original la  firma de Moisés De Leon)

                           POR QUE ESCRIBO ESTE LIBRO

A la vuelta de un viaje que hiciera mi señor padre por Europa, me dijo:—Cuando tú estés en aptitud de viajar, viaja_.

El que viaja renueva su espíritu. Viendo las cosas gran­des, se aprende a salir de lo pequeño. En presencia de otras civilizaciones, hay un deseo de cambiar los moldes viejos. El que viaja adquiere la sana inclinación de renovarse en un sen­tido de mejora. La rutina, en la mayoría de los casos es perju­dicial y, la vida del hombre, como todo lo que alienta en la Naturaleza, debe estar sujeta a cambios de mejora.

Las palabras de mi padre, dichas cuando yo era un mucha­cho, formaron en mí, con el correr de los años, como un com­promiso indeclinable.

Todas mis energías se reconcentraron en crearme una situa­ción independiente y capaz de realizar lo que fuera un consejo del autor de mis días y ya era para mí una necesidad imperiosa que debía satisfacer.

Y una mañana, inolvidable para mí, del mes de Abril de 1922, tomé pasaje en nuestros ferrocarriles del Norte y, metido en un vagón, con el alma dispuesta a recibir todas las impre­siones gratas, me dirigí a Puerto Barrios. Allí me esperaba el barco que había de llevarme al cumplimiento de un deseo, alimentado y mantenido durante los mejores años de mi ju­ventud.

Recorrí las grandes ciudades de los Estados Unidos; obser­vé la vida febril de Nueva York, el inmenso hormiguero en que las gentes, en movimientos alucinantes, mantienen la ruda lucha por la existencia.

Pasé el Atlántico y llegué a las costas de Francia. Viví en París, recorrí las campiñas francesas, que hace poco empurpuraban la sangre de sus hijos. Fui a Suiza y bajé a la mara­villosa Italia, en donde los siglos parece que mantuvieran sus más altos prestigios. En Roma resolví mi peregrinación a Tierra Santa. Llegué a Alejandría; estuve en el Cairo, y en las gloriosas tardes en que el sol prodiga la fuerza de su lumbre, hice desenvolver en mi memoria la cinta de tres mil años. Y vi correr las aguas del Nilo en horas inolvidables.

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Después, atravesé los arenales del Desierto, pasé frente a las pirámides de Egipto y en una tarde llena de luz, llegué a las tierras inmortalizadas por la gloria del cristianismo. Por los santos lugares divagué con unción de cristiano sincero y reconstruí, con un sentimiento de dulce poesía, las escenas piadosas en que la figura del NAZARENO parece vivir, a través de dos mil años, con resplandores celestes.

Mí vuelta a Europa; mi paso por Inglaterra y España y, luego, otra vez sobre el Atlántico, pasando por Cuba y el des­embarco en tierras de México. Y, como final, el recorrido en sus ferrocarriles, viniendo por ese extenso país hasta llegar a la línea que marca el comienzo de mi propia tierra. ¡Con qué profunda ternura volví a contemplar la bravía majestad de nuestras selvas y el ascenso a esta Centro-América que encien­de en los corazones centro-americanos los más puros cariños.

Satisfecha el ansia que hiciera nacer mi padre en mi cora­zón de niño, debí conformarme. Pero he querido, como un complemento al recorrido que realizara por puntos de las cua­tro grandes partes de la tierra, dejar una constancia de mis observaciones hechas de manera fugaz, de mis impresiones vertidas con la mayor sinceridad, de las reflexiones que me sugirieran los grandes panoramas del mundo físico y los gran­des portentos del mundo espiritual: en esa constancia no hay que extrañar que las palabras "Guatemala," "Centro-América," "Patria," "Libertad," “América," "Raza Latina," etc. se encuen­tren frecuentemente, porque ellas resuenan en nuestros oídos desde la niñez, se arraigan durante nuestra juventud y se repiten muy dentro del corazón hasta que morimos. Es natural, pues, que el cerebro las consagre mediante la mano que las escribe.

Si insisto en ciertas ideas, repitiéndolas en diferentes for­mas, es porque las considero útiles a nuestra raza que necesita de "machacar" para salir avante.

Con un sentimiento de simpatía muy profundo, rememoro en esta ocasión los tiempos de colegio—siempre dichosos—salu­dando a todos los compañeros, profesores y directores, así como a las damas contemporáneas que también tenían aquellas inol­vidables faenas escolares durante la Primavera de su vida.

No hay libro, por malo que sea, que no encierre algo bueno. Y a esa bondad, que necesariamente habrá en este haz de cuar­tillas convertido en libro, me acojo, para que el lector sea bené­volo y no pretenda buscar en sus líneas alardes literarios, sino manifestaciones de sinceridad.

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Si todos mis paisanos que dejan el nativo solar y vuelven a sus hogares vertieran en las hojas de un libro sus propias,impresiones, se formaría un acerbo interesante que, no sólo
daría la sensación de las cosas de fuera, sino sería a la vez un estímulo para inducir a que el centroamericano sea menos huraño y busque en las vidas de otros pueblos, medios que se adap­ten a su propia vida.

Quede la literatura para los iniciados; yo sólo puedo ofrecer las relaciones descarnadas, pero de absoluta verdad.                               

 J. M. Deleón L.

Guatemala, Centro-América, la bella región en perpetua primavera, 1925.

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-Pág 10 Ilustración de ave Quetzal-    

 

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