sábado, 1 de junio de 2024

POR TIERRAS SANTAS Y POR TIERRAS PROFANAS - 10-12

" POR TIERRAS SANTAS Y POR TIERRAS PROFANAS"

  POR J. MOISÉS DELEON LETONA

Impresiones de un guatemalteco en su viaje
alrededor del mundo
durante los años de
1922 a 1924.

(El escritor es tio abuelo del autor del blog- un huehueteco apasionado por lo de antaño.)

 CAPITULO I.

De Guatemala a New Orleans.

En una fresca y luminosa mañana del mes de Abril de 1922, salimos de la capital de Guatemala rumbo a Puerto Barrios, nuestra puerta principal de salida hacia el Atlántico. Como un vuelo de palomas blancas los pañuelos se agitaban diciendo adiós y, cuando el último de ellos desapareció a lo lejos y sólo quedó ante nuestra vista el hermoso panorama de la ciudad borrándose y perdiéndose en la lejanía, un sentimiento indefini­ble se apoderó de nuestro espíritu. Ibamos confiados y entu­siastas camino de lo desconocido, íbamos a realizar uno de los más bellos sueños de nuestra vida, íbamos a embriagarnos con las sensaciones de tierras, cielos y mares, pero la separación de séres queridos y el abandono del patrio suelo prendían en nuestra alma las garras de la melancolía; y, sin saber cómo, llegaron a nuestro recuerdo aquellos sencillos versos populares:

"Dicen que no es muy triste la despedida." "Dile al que eso te diga, que se despida” Haciendo un poderoso esfuerzo de voluntad, serenamos nuestro ánimo y, cuando pasado Menocal, desapareció de nues­tra vista el último campanario de nuestra querida Guatemala, y sólo quedaron a lo lejos las dos enormes moles de los Volca­nes de Agua y de Fuego como centinelas gigantescos que cus­todian nuestros valles, como si quisieran ellos guardar de codi­cias extrañas las inmensas riquezas escondidas en nuestros bosques, y todos los fabulosos tesoros que encierra La Cordi­llera de Los Andes, nos arrellanamos cómodamente en nuestro asiento y dejamos vagar nuestra mirada sobre el paisaje que, como película de un maravilloso cosmorama, iba pasando ante nuestra vista.

Como sabe todo el que ha hecho esta travesía, el valle superior del Motagua es de terreno seco, surcado a trechos por vegas fertilísimas y cubierto en otros parajes por un terreno quebrado, abundante en pedregosas colinas en donde, entre los pastos y arbustos, surgen elevados cactus erizados de espinas.

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El Motagua, cuyo curso sigue en gran parte el ferrocarril, des­cribe una curva suave de Este a Oeste con inclinación hacia el Norte; pasa por entre Las Sierras de Las Minas y del Merendón y es navegable desde Gualán hasta su desembocadura.

Nuestra imaginación optimista ve los barcos de cien nacio­nes que en un futuro no lejano se deslizarán por este río llevando al exterior tanta riqueza que yace aquí durmiendo un sueño de siglos y esperando, como la Bella Durmiente del Bosque, tan sólo el golpe de la vara mágica del trabajo y del capital para despertar de su sueño milenario.

La locomotora respira fatigosamente, como una bestia cansada.

A veces, se desliza en las rápidas pendientes con ímpetus de torbellino. Va salvando abismos, bordeando precipicios, me­tiéndose como lo haría un reptil fantástico en su madriguera, en la boca obscura de los túneles perforados en la montaña, para salir al otro lado más anhelante todavía con una especie de locura devoradora de las distancias.

Se atraviesan los ríos por puentes tendidos sobre abismos. Se va bajando hacia la costa; el calor comienza y luego aumenta hasta hacerse sofocante. Estamos en la rica   zona bananera. La piña, la jugosa y dulce piña, ocupa también grandes exten­siones de cultivo.

Llegamos a Puerto Barrios ya de noche.

Al día siguiente, con algunas familias amigas, como las de Olivero y Widawer, nos embarcamos en el "Suriname," confor­table barco de la United Fruit Co. que hace el tráfico entre Estados Unidos, Cuba y algunos puertos de Centro-América. Fué aquí en donde por primera vez fijamos nuestra atención en la manera rápida, automática por decirlo así, de embarcar el banano, los últimos adelantos de la Ingeniería Mecánica pues­tos al servicio del "oro verde de los trópicos" como llaman los estadounidenses al maravilloso fruto de nuestras ubérrimas tierras. Al acercarnos al barco que nos había de conducir a extra­ñas tierras, vimos flamear en lo alto de sus mástiles la bandera nacional con sus colores azul y blanco como el cielo y como la nieve, ostentando en su centro el escudo de Guatemala con el alegórico Quetzal.

La figura esbelta de este pájaro legendario, con su hermoso penacho verde, su pecho rojo, su plumaje tornasol y su larga, esmaltada y brillante cola, que constituye el centro de nuestras alegorías patrias, nos hizo meditar en esta ave rara que sucum­be de nostalgia si se le aprisiona.

—12 _J. M. DELEON LETONA

Es lo más hermoso que posee la heráldica guatemalteca ¡Es el bello símbolo de la Libertad!

 


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