HISTORIA, PROGRESO Y SUPRESIÓN DE LA REFORMA EN ESPAÑA
SIGLO XVI.
THOMAS McCRIE,
D. D. PAUL T. JONES, AGENTE EDITORIAL. 1842
154-156
Todas estas versiones fueron acompañadas de reivindicaciones de la práctica de traducir las Escrituras a las lenguas vernáculas y el derecho del pueblo a leerlas.
Esto constituyó uno de los puntos más acaloradamente disputados entre los romanistas y los reformadores. Los teólogos españoles se distinguieron por su apoyo intemperante al lado iliberal de la cuestión; y la determinación de Alfonso de Castro, "de que la traducción de las Escrituras a las lenguas vernáculas, con la lectura de las mismas por el vulgo, es la verdadera fuente de todas las herejías, 7 continuó siendo durante mucho tiempo el modelo de la ortodoxia en España.t
Hubo, sin embargo, una honrosa excepción. Federico Furio,:]: un erudito nativo de Valencia, defendió la causa de la traducción bíblica con valentía y habilidad, primero, en una disputa académica con Juan de Bononima, rector de la universidad de Lovaina, y después desde la prensa. Esto levantó contra él una multitud de enemigos, y su libro fue estrictamente prohibido;* pero él fue protegido por Carlos V, y lo que es singular, continuó durante la vida sobre la persona de Felipe II, ese patrono más decidido de la ignorancia y de la Inquisición.
t Las versiones de las Escrituras por las cuales la Reforma fue promovida en España, fueron las de Enzinas y Pérez. A pesar de la supresión de la primera en los Países Bajos, copias de ella fueron trasladadas a la Península. En consecuencia, el papa Julio III. afirma en una carta dirigida a los inquisidores en 1550, que fue informado de que había en posesión de libreros y personas privadas un gran número de libros heréticos, incluyendo Biblias españolas, marcados en el catálogo de libros prohibidos que la universidad de Lovaina, a pedido del emperador, había elaborado el año anterior. Y en un período algo posterior, Felipe, que gobernó España durante la ausencia de su padre, ordenó un examen de ciertas Biblias introducidas en el reino pero no mencionadas en el último índice; y el consejo del Supremo, habiéndolas pronunciado peligrosas, dio instrucciones a los inquisidores provinciales para que confiscaran todos los ejemplares y procedieran con el máximo rigor contra quienes los retuvieran, sin exceptuar a los miembros de universidades, colegios o monasterios.
Al mismo tiempo se adoptaron las precauciones más estrictas para evitar la importación de tales libros colocando oficiales en todos los puertos marítimos y pasos terrestres, con autoridad para registrar cada paquete y la persona de cada viajero que entrara en el reino. Podría suponerse que estas medidas habrían levantado una barrera insuperable al progreso de la iluminación en España. Pero la sed de conocimiento, una vez excitada, es irresistible; y la tiranía, cuando pasa cierto punto, inspira a sus víctimas de inmediato osadía e ingenio.
Los libros proporcionados por los refugiados españoles permanecieron encerrados durante algún tiempo en Ginebra, sin que ninguno de ellos se atreviera a emprender el arriesgado y casi desesperado intento de llevarlos a través de los Pirineos.
Pero al fin un humilde individuo tuvo el coraje de emprender y la dirección para ejecutar la tarea. Se trataba de Julián Hernández, natural de Villaverda, en el distrito de Campos, a quien, debido a su pequeña estatura, se le llamaba comúnmente Julián el Pequeño. Habiendo absorbido la doctrina reformada en Alemania, había llegado a Ginebra y había entrado al servicio de Juan Pérez como amanuense y corrector de imprenta.*
En 1557, se le confiaron dos grandes toneles llenos de traducciones de las Sagradas Escrituras y otros libros protestantes en español, que se comprometió a transportar por tierra; y habiendo eludido los ojos vigilantes de los familiares inquisitivos,, albergó su precioso encargo a salvo en la casa de uno de los principales protestantes de Sevilla, por quien el contenido fue rápidamente distribuido entre sus amigos en diferentes partes del país.
CAPÍTULO VI.
PROGRESO DE LA REFORMA EN ESPAÑA.
Las circunstancias que acompañaron la condena de Egidio infligieron un duro golpe a la iglesia naciente de Sevilla.
Mientras los enemigos de la verdad triunfaron en su caída, sus amigos se sintieron "como cuando un abanderado desmaya". Su liberación de la prisión y las pruebas que dio de su inquebrantable apego a la doctrina que había enseñado anteriormente fueron consuelo para ellos; pero la obstinación con la que continuó hasta el final reprendiéndose a sí mismo por su imbecilidad, * Montanus, p. 217. Bezce Icones, sig. li. iij. b. Histoire des Martyrs, p. 497. Llorente representa a Hernández como habiendo emprendido un viaje desde España a Ginebra con la intención de traer a casa los libros de contrabando, (ii. 282.) t Montanus, et Histoire des Martyrs, ut supra. junto con las restricciones bajo las que estaba colocado, arrojaba un aire melancólico sobre sus instrucciones, que tenía una tendencia a desanimar a aquellos que necesitaban ser animados por el semblante y el consejo de una persona de coraje inquebrantable y alta reputación. La Providencia les proporcionó tal cabeza, poco antes de la muerte de Egidio, con el regreso del individuo que había sido su compañero en sus primeros trabajos, y que era incuestionablemente el mayor adorno de la causa reformada en España
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