jueves, 15 de agosto de 2024

Y SUPRESIÓN DE LA REFORMA EN ESPAÑA SIGLO XVI. 163-166

HISTORIA, PROGRESO Y SUPRESIÓN DE LA REFORMA EN ESPAÑA

SIGLO XVI.

 THOMAS McCRIE,

D. D. PAUL T. JONES, AGENTE EDITORIAL. 1842

163-166

Antes del período del que hemos estado hablando, tuvo lugar un suceso que casi resultó fatal para los discípulos de la fe reformada en Sevilla.

Francisco Zafra, doctor en leyes y vicario de la iglesia parroquial de San Vicente, había abrigado durante mucho tiempo una predilección secreta por los sentimientos luteranos.

Siendo un hombre de conocimiento, fue llamado con frecuencia, en calidad de calificador para pronunciar juicio sobre los artículos presentados contra personas denunciadas al Santo Oficio, y había sido instrumental en salvar las vidas de muchos individuos, que de otra manera habrían sido condenados como herejes.

 Había recibido en su casa a María Gómez, una viuda, que era una asistente celosa y constante a las reuniones privadas de los protestantes y, en consecuencia, conocía bien a todas las personas de esa convicción en la ciudad. En el año 1555 se desquició de su intelecto y, como no es raro en personas en ese estado de mente desdichado, habiendo concebido una violenta antipatía hacia sus antiguos amigos, no hablaba más que de venganza contra los herejes. Se consideró necesario ponerla bajo una suave restricción; pero, escapando de su confinamiento doméstico, se dirigió directamente al castillo de Triana, en el que los inquisidores tenían sus sesiones, y, habiendo obtenido una audiencia, les dijo que la ciudad estaba llena de luteranos, mientras que ellos, cuyo deber era proteger contra la entrada y propagación de esta plaga, dormitaban en sus puestos. Repasó los nombres de aquellos a quienes acusaba, que ascendían a más de trescientos. Los inquisidores no tenían ni idea de hasta qué punto las doctrinas reformadas habían sido adoptadas en Sevilla, y no pudieron dejar de percibir señales de trastorno en la apariencia y en el habla incoherente del informante; pero, actuando de acuerdo con

**** Montanus, p. 294, 295. t Llorente (ii. 255-7.) se refiere a De Monies en apoyo de este hecho. No encuentro que ese escritor lo haya afirmado, a quien probablemente confundió con alguna otra autoridad.****

 la máxima de su tribunal, de que ninguna acusación debe ser desestimada, resolvieron hacer una investigación y ordenaron la comparecencia inmediata de Zafra.

Si él hubiera cedido a las repentinas impresiones del miedo y hubiese intentado escapar, las consecuencias habrían sido fatales para él y para sus conexiones religiosas.

 En lugar de esto, él, con gran presencia de ánimo, acudió al Santo Oficio en cuanto recibió la primera notificación, trató la acusación con indiferencia, expuso los síntomas de la enfermedad de la mujer, con la razón que lo indujo a encerrarla, y refirió a los miembros de su familia y a los vecinos para la verdad de los hechos. Su declaración, junto con el carácter que mostraba, logró alejar las sospechas de los inquisidores, quienes estaban persuadidos de que María sufría una locura confirmada, y que sus representaciones no tenían otro fundamento que el funcionamiento visionario de un cerebro desordenado. En consecuencia, pidieron a Zafra que llevara a la infortunada mujer con él y la mantuviera bajo un confinamiento más estricto que aquel del que había escapado. Así pasó esta nube oscura, por la bondad de la Providencia, que velaba por un tierno rebaño, aún no suficientemente preparado para enfrentar la tormenta de la persecución.*

 Mientras tanto, la iglesia protestante de Sevilla se organizó con regularidad y se puso bajo la inspección pastoral de Cristóbal Losada, doctor en medicina.

Había rendido homenaje a la hija de un miembro respetable de esa sociedad y fue rechazado por motivos religiosos; pero después de haber conocido a Egidio, abrazó las opiniones reformadas y se recomendó tan firmemente a los de la misma fe por su conocimiento de las Escrituras y otros dones, que unánimemente

**** Montanus, p. 50-53. Llorente (ii. 267.) opina que los inquisidores no desacreditaron por completo la información de María Gómez, y que ésta condujo al posterior descubrimiento y aprehensión de los protestantes en Sevilla. Cuando más tarde se sintieron despertados por nuevas informaciones, los nombres mencionados por ella podrían ayudar a sus investigaciones; pero no es muy probable que hubieran permanecido inactivos durante dos años, si hubieran creído en su testimonio.

***lo eligieron como su pastor. Su conducta futura no deshonró su elección. * Fue ayudado por un fraile llamado Casiodoro, cuyo ministerio fue extraordinariamente exitoso.

 La iglesia se reunía ordinariamente en la casa de Isabel de Baena, una dama no menos distinguida por su piedad que por su rango y opulencia.} Entre la nobleza que se unió a ella, los dos más distinguidos fueron Don Juan Ponce de León y Domingo de Guzmán.

El primero era hijo menor de Don Rodrigo, conde de Baylen, primo alemán del duque D Arcos, y aliado de los principales grandes de España.

 Tan desmedido era este noble en su caridad hacia los pobres, que, al distribuir lo que necesitaban, sobrecargaba su patrimonio y se reducía a las mismas dificultades en las que otros de su rango se ven envueltos por su prodigalidad y disipación. Era igualmente aplicado en sus esfuerzos personales para promover la causa reformada.

 Domingo de Guzmán era hijo del duque de Medina Sidonia y, estando destinado a la iglesia, había ingresado en la orden de Santo Domingo.

Su extensa biblioteca contenía las principales publicaciones luteranas, que prestaba y recomendaba con una diligencia poco común. || La mayoría de las instituciones religiosas, en Sevilla y sus alrededores, estaban leudadas con las nuevas doctrinas.

El predicador del monasterio dominico de San Pablo fue celoso en propagarlos.

 Tuvieron discípulos en el convento de Santa Isabel, un convento establecido según la regla de San Francisco de Asís**** Cipriano de Valera. Dos Tratados, pág. 249, 151. Montanus, pág. 231, 232. t Llorente, ii. 264, 270. t Cipriano de Valera, ut supra, pág. 251. Montanus, pág. 210, 211. Montanus, pág. 200, 201. (I Sepúlveda dice que era "de la ilustre casa de los Guzmanes". (De Rebus g-estis Caroli V. p. 541.) Skinner, en sus adiciones a Montanus, dice: " Era hermano bastardo del duque de Medina Sidonia". (A Discovery and playne Statement of sundry subtill Practises of the Holy Inquisition of Spayne, sig. D d. iiij. b, 1 2d edit. Lond. 1569, 4to.) IT Ibid. ** Montanus, p. 229.****

Pero hicieron el mayor progreso en   el convento jerónimo de San Isidro del Campo, situado a dos millas de Sevilla.

 Esto se debió en gran medida a una persona cuyo carácter singular merece ser examinado. García de Arias, comúnmente llamado Doctor Blanco, a causa de la extrema blancura de su cabello, poseía una mente aguda y una amplia información; pero era indeciso y vacilante en su conducta, en parte por timidez y en parte por cautela y exceso de refinamiento. Pertenecía a esa clase de políticos sutiles que, sin estar desprovistos de conciencia, son cautelosos a la hora de comprometerse, pierden la buena opinión de ambos partidos al no brindar un apoyo constante al otro y, confiando en su habilidad y destreza para salir de las dificultades, a veces quedan atrapados en las redes de su propia intrincada gestión.

No hay razón para dudar de la sinceridad de su adhesión a los principios reformados, pero su adopción de los mismos sólo era conocida por los líderes de la iglesia sevillana, con quienes mantenía correspondencia secreta.

 El clero gobernante lo consideraba no sólo como estrictamente ortodoxo, sino como el más capaz defensor de su causa, y en consecuencia lo consultaban sobre toda cuestión importante relativa a la fe establecida.

 Una anécdota que se ha conservado es sorprendentemente ilustrativa de su carácter y modo de actuar.

 Gregorio Ruiz, en un sermón predicado por él en la catedral de Sevilla, empleó expresiones favorables a la doctrina protestante sobre la justificación y el mérito de la muerte de Cristo, por lo que fue denunciado a la Inquisición y se le fijó un día para responder a los cargos que se le imputaban. En vista de ello, tomó el consejo de Arias, cuyos verdaderos sentimientos conocía perfectamente, y a quien comunicó confidencialmente la línea de defensa que pensaba adoptar.

 

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