viernes, 16 de agosto de 2024

SUPRESIÓN DE LA REFORMA EN ESPAÑA 185-188

HISTORIA, PROGRESO Y SUPRESIÓN DE LA REFORMA EN ESPAÑA

SIGLO XVI.

 THOMAS McCRIE,

185-188

* Véanse las autoridades citadas por Burnet, en su Historia de la Reforma, vol. iii. p. 253. t Llorente, tor. ii. cap, xviii. art. 2. ***

después de utilizar todos los medios para hacerlos cristianos antes de su castigo; porque estaba persuadido de que ninguno de ellos se volvería católico sincero, tan irresistible era su propensión a dogmatizar." Después envió a Luis Quijada, su mayordomo, para instar la ejecución de estas medidas.*

 En conversación con el prior y los monjes del convento, se atribuyó gran mérito por haber resistido las apremiantes solicitudes de los príncipes protestantes para leer sus libros y admitir a sus teólogos en audiencia; Aunque prometieron con esa condición marchar con todas sus fuerzas, una vez contra el rey de Francia, y otra vez contra el turco. Lo único por lo que se reprochó fue su indulgencia con ellos, y particularmente el haber mantenido fiel al heresiarca. Hablando de la acusación que había dado a los inquisidores con respecto a los herejes en España, "Si no los condenan al fuego", dijo, "cometen una gran falta, como yo al permitir vivir a Lutero. Aunque lo perdoné solamente en base al salvoconducto que le había enviado, y a la promesa que hice en un momento en que esperaba suprimir a los herejes por otros medios, confieso no obstante que hice mal en esto, porque no estaba obligado a cumplir mi promesa a ese hereje, ya que había ofendido a un señor mayor que yo, incluso a Dios mismo. Yo estaba en libertad entonces, sí, debía, de haber olvidado mi palabra y vengar la injuria que había hecho a Dios. Si sólo me hubiera injuriado a mí, yo hubiera mantenido fiel mi promesa; pero, como consecuencia de que no le había quitado la vida, la herejía siguió avanzando, mientras que su muerte, estoy convencido, la habría sofocado en su nacimiento." $ Y esto no se basa meramente en la evidencia de conversaciones relatadas. En su testamento, hecho en los Países Bajos, encargó a su hijo "ser obediente a los mandamientos de la santa madre iglesia, y especialmente favorecer y apoyar el santo oficio de la Inquisición.

*** * Sandoval, Historia de la Vida y Hechos del Emperador Carlos V. torn. ii. p. 829, 881. t Ibid. p. 388. Sepulvedse Opera, tomo. ii. p. 542-544. t Sandoval, ut supra, p. 829.*****

 contra la pravación herética y la apostasía." Y en un codicilo a él, ejecutado en el convento de San Justo unas pocas semanas antes de su muerte, después de mencionar las instrucciones que había dado anteriormente sobre este asunto, y la confianza que puso en su hijo para llevarlas a cabo, agrega; "Por lo tanto, le suplico y le recomiendo con todo el fervor posible y debido, y además le ordeno como padre, y por la obediencia que me debe, que atienda cuidadosamente a esto, como un objetivo que es esencial y casi le concierne, que los herejes sean perseguidos y castigados como su crimen merece, sin exceptuar a ninguno que sea culpable, y sin mostrar ninguna consideración a las súplicas, ni al rango o calidad. Y para que mis intenciones puedan llevarse a cabo en su totalidad, le encargo que favorezca y haga que se favorezca a la santa Inquisición, que es el medio de prevenir y corregir tantos males, como he ordenado en mi testamento; para que así pueda cumplir con su deber de príncipe, y que nuestro Señor lo haga prosperar en su reinado y lo proteja contra sus enemigos, para mi gran paz y contentamiento."*

Pero aunque de estos hechos se desprende que los protestantes encarcelados no tenían nada que esperar de Carlos V, sus calamidades se vieron agravadas por su retiro y la sucesión de Felipe II.

Ese fanatismo que en el padre estaba paralizado por la incipiente vejez que lo había inflamado, se combinó en el hijo con todo el vigor de la juventud y con un temperamento naturalmente sombrío e implacable. Otras circunstancias conspiraron para sellar la fatalidad de los reformadores en España.

 Las guerras que habían durado tanto tiempo entre ese país y Francia terminaron con el tratado de Chateau Cambresis, y la paz entre los reinos rivales fue ratificada con el matrimonio de Felipe con la hija mayor del rey francés. Previamente a ese acontecimiento, la disensión entre el monarca español y la corte de Roma se había solucionado amistosamente.

 El trono papal lo ocupaba en esa época Pablo IV, furioso perseguidor y decidido partidario de la Inquisición. Y el cargo de Inquisidor general * Sandoval, ut supra, p. 863, 881, 882. En España, el poder estaba a cargo de Francisco Valdés, un prelado que ya se había distinguido de sus dos inmediatos predecesores por la severidad de su administración, y cuyas pasiones mundanas no se veían mitigadas por la avanzada edad a la que había llegado. El sumo pontífice, el inquisidor general y el monarca estaban igualmente dispuestos a adoptar las medidas más ilegales y sanguinarias para extinguir la herejía en la Península.

 

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