Y SUPRESIÓN DE LA REFORMA EN ESPAÑA SIGLO XVI. 176-179

HISTORIA, PROGRESO Y SUPRESIÓN DE LA REFORMA EN ESPAÑA

SIGLO XVI.

 THOMAS McCRIE,

D. D. PAUL T. JONES, AGENTE EDITORIAL. 1842

176-179

y así, el destino trágico de una clase, y el escape estrecho y casi milagroso de la otra, al despertar un profundo interés en la opinión pública, hizo que sus nombres y su historia fueran investigados y registrados. Por los hechos que se han presentado, el

***** Illescas, Hist. Pontif. torn, i, f. 337, b. Llorente, ii. 235-6, 407. t Illescas, ut supra. Llorente, ii. 384, 386. t Llorente, ii. 401. Ibid. p. 340-343. II Ibid. p. 411. 7 Ibid. p. 386, 389.

*****

lector podrá formarse una idea de hasta qué punto se propagó la doctrina reformada en España, y de la respetabilidad, así como del número, de sus discípulos.

 Tal vez nunca hubo en ningún otro país una proporción tan grande de personas, ilustres ya sea por su rango o por su erudición, entre los conversos a una religión nueva y proscrita.

Esta circunstancia ayuda a explicar el hecho singular de que un grupo de disidentes, que no podía ascender a menos de dos mil personas, esparcidos por un extenso país y vagamente relacionados entre sí, hubiera podido comunicar sus sentimientos y celebrar sus reuniones privadas durante varios años sin ser detectados por un tribunal tan celoso y vigilante como el de la Inquisición.

Al formarnos un juicio sobre la tendencia que existía en ese momento en las mentes de los españoles hacia la doctrina reformada, debemos tener en cuenta, no sólo el número de quienes la abrazaron, sino también las dificultades peculiares y casi sin precedentes que resistieron su progreso. Al comienzo del cristianismo, los apóstoles tuvieron durante algún tiempo la libertad externa de predicar el Evangelio; y cuando la persecución los obligó a huir de una ciudad, encontraron "una puerta eficaz" abierta para ellos en otra.

Lutero y sus coadjutores en Alemania pudieron proclamar su doctrina desde el púlpito y la prensa, bajo la protección de príncipes y ciudades libres, que poseían una autoridad dentro de sus propios territorios que era independientes del emperador.

Los reformadores de Escocia disfrutaron de una ventaja similar bajo sus jefes feudales. La ruptura de Enrique VIII con el papa, en un terreno doméstico", dio al pueblo de Inglaterra la Biblia en su propia lengua, que al menos se les permitió oír leer desde los púlpitos, a los que estaba encadenada.

 En Francia, un hugonote no podía ser capturado sin el consentimiento y las órdenes de los magistrados, quienes a veces se mostraban reacios y dilatorios. Y el mismo control se impuso a la violencia de un sacerdocio perseguidor en muchos de los estados italianos.

 Pero ninguna de estas ventajas fue disfrutada por los amigos de la Reforma en España, donde la más mínima expresión de opinión pública en favor de la verdad fue impedida o reprimida instantáneamente por un tribunal terrible, armado con ambas espadas, y presente a la vez en todas partes del reino.

 Esa llama debe haber sido intensa y provista de abundantes materiales de combustión, que podían continuar ardiendo y extendiéndose en todas direcciones, aunque estaba contenida y se tenía el máximo cuidado para buscar y asegurar cada abertura y grieta por la que pudiera encontrar un respiradero o entrar en comunicación con la atmósfera externa.

 Si se hubieran eliminado estos obstáculos al progreso de la doctrina reformada en España, aunque sólo fuera en parte y por un breve tiempo, habría estallado en una llama cuya resistencia sólo habría aumentado y que, al extenderse por la Península, habría consumido la Inquisición, la jerarquía, el papado y el despotismo por el que habían sido criados y sostenidos. Éstas no eran las optimistas expectativas de entusiastas amigos de la Reforma, sino los sentimientos deliberadamente expresados ​​por sus decididos enemigos.* " Si la Inquisición no hubiera tenido cuidado a tiempo", dice uno de ellos, "de poner fin a estos predicadores, la religión protestante se habría extendido por España como un reguero de pólvora; personas de todos los rangos y de ambos sexos habían estado maravillosamente dispuestas a recibirla".

 El testimonio de otro escritor papista es igualmente contundente. " “Todos los prisioneros de las Inquisiciones de Valladolid, Sevilla y Toledo eran personas muy calificadas. Aquí pasaré por alto sus nombres en silencio, para no manchar con su mala fama el honor de sus antepasados ​​y la nobleza de las varias ilustres familias que fueron infectadas con este veneno. Y como estos prisioneros eran personas así calificadas, su número era tan grande que tenían la

***** Autoridades para esta afirmación, además de las que se adjuntan, pueden verse en La Croze, Histoire de Christianisme des Indes, p, 256, 257. t Paramo, Hist. Inquisitionis: Preface to Spanish Martyrology, en Geddes s Miscell. Tracts, vol. i. p. 555.****

 "Si se hubiera demorado dos o tres meses más ese mal, estoy persuadido de que toda España hubiera sido incendiada por ellos".*

 Adjunto la reflexión de un autor protestante, que residió durante un tiempo considerable en España y, sintiendo un profundo interés en esta parte de su historia, redactó un breve relato de sus mártires protestantes

. "Tan poderosas (dice) eran las doctrinas de la Reforma en aquellos días, que no había prejuicios ni intereses lo suficientemente fuertes en ninguna parte para impedir que las mentes piadosamente dispuestas, después de comprenderlas a fondo, las abrazaran. Y que las mismas doctrinas no tengan todavía la misma fuerza divina, no se debe ni a que hayan envejecido, ni a que el papado no sea tan burdo, ni a ningún cambio en las disposiciones naturales de las personas, sino que se debe puramente a la falta del mismo celo por esas doctrinas en sus profesores, y especialmente por las tres grandes doctrinas de la Reforma, que los siguientes mártires sellaron con su sangre: que eran, que el papa es anticristo; que el culto de la iglesia de Roma es idólatra; y que un pecador es justificado a la vista de Dios por la fe, y por medio de Cristo y no por sus propios méritos