lunes, 12 de agosto de 2024

SUPRESIÓN DE LA REFORMA EN ESPAÑA 118-120

HISTORIA, PROGRESO Y SUPRESIÓN DE LA REFORMA EN ESPAÑA

SIGLO XVI.

 THOMAS McCRIE,

D. D. PAUL T. JONES, AGENTE EDITORIAL. 1842

118-120

Fue hacia el año 1541 cuando se pronunció la sentencia final sobre Valer.

El más distinguido de sus conversos fue Juan Gil, comúnmente llamado Doctor Egidio. Nació en Olvera, Aragón, y se educó en la Universidad de Alcalá, donde se distinguió por su habilidad en teología escolástica, la única ciencia entonces valorada en España, excepto entre unos pocos individuos que, por dedicarse al estudio de las Escrituras en las lenguas originales, fueron despectivamente llamados biblistas.

 Después de obtener los más altos honores académicos, fue nombrado profesor de teología en Sigüenza. Tal era su celebridad, que cuando quedó vacante el cargo de canónigo magistral o predicador en la iglesia catedralicia de Sevilla, fue elegido para ocuparlo por el voto unánime del capítulo, sin que se le exigiera pasar por el juicio comparativo prescrito en tales casos. Pero por muy versado que fuese en los escritos de Lombardo, Aquino y Escoto, resultó ser un predicador impopular; y no siendo indiferente a su reputación y utilidad, se sintió, después de continuar durante algunos años, casi tan ansioso de abandonar su posición como lo estaba la gente de librarse de él.

En este estado de ánimo fue abordado por Valer, quien tuvo la penetración para descubrir sus sentimientos y percibir las buenas disposiciones, así como

 * ***Cipriano de Valera ha dado cuenta de Rodrigo de Valer en sus Dos Tratados: del Papa, y de la Missa, p. 242-246. La segunda edición de esta obra fue impresa, " En casa de Ricardo del Campo, (Richard Field) año de 1599." Una traducción inglesa de la misma apareció bajo el título de " Two Treatises : the first, of the Lives of the Popes, and their belief; el segundo, de la Misa, etc. La segunda edición en español, aumentada por el propio autor, M. Cyprian Valera, y traducida al inglés por John Golburne." Londres, 1600, 4to. Pero tanto Cypriano de Valera como Llorente (ii. 147-149.) han tomado prestados sus relatos de los de Reynaldo González de Montes, (o Montanus) en su Inquisitionis Hispanicoe Artes Detects, p. 259-264.

La narración de De Montes es original y auténtica, ya que recibió los detalles de boca del discípulo de Valer, el Dr. Juan Gil, (o Egidius) con quien era íntimo en Sevilla. t Montanus, ut supra, p. 259. Cypriano de Valera dice, " cerca del año 1545." (Dos Tratados, p. 246.) talentos con que estaba dotado. ***

Señaló los defectos de su modo de predicar y lo exhortó, como remedio seguro, a entregarse a la lectura diligente y seria de la palabra de Dios. Este consejo, repetido con frecuencia, produjo al fin el efecto deseado.

 Siguió el camino que se le indicó, y su "aprovechamiento apareció a todos". Pronto se convirtió en el predicador más aceptable que había aparecido en Sevilla. En lugar de las discusiones secas, abstrusas e infructuosas que había mantenido anteriormente, presentó las grandes verdades de la Biblia; y la manera fría en que había estado acostumbrado a comportarse en público fue reemplazada por poderosos llamamientos a las conciencias y afectuosos discursos a los corazones de sus oyentes

 Su atención se despertó; se hicieron profundas convicciones de la necesidad y conveniencia de esa salvación que el evangelio revela; y estaban preparados para recibir esas nuevas visiones de la verdad divina que el predicador les presentaba, a medida que se le iban desplegando gradualmente a él mismo, y con una cautela que la consideración de la debilidad del pueblo, así como de su propia situación peligrosa, parecía justificar y requerir.

* De esta manera, por un celo más templado con prudencia que el de su reverenciado instructor, fue honrado no sólo por hacer conversos a Cristo, sino por entrenar mártires para la verdad.

 Entre los otros dones divinamente otorgados a este santo hombre", dice uno que le debía su alma, "estaba la singular facultad que tenía de encender en los pechos de aquellos que escuchaban sus instrucciones una llama sagrada que los animaba en todos los ejercicios de piedad, in ternos y externos, y los hacía no sólo dispuestos a tomar la cruz, sino alegres ante la perspectiva de los sufrimientos de los que estaban en peligro cada hora; Una prueba clara de que el Maestro a quien servía estaba presente con él, grabando con su Espíritu la doctrina que enseñaba en los corazones de sus oyentes".! Egidio no quedó solo en la obra de iluminar a los ciudadanos de Sevilla. Además de aquellos * Montanus, p. 256-259, 265. t Montanus, p. 231. 120  que, como él, se habían beneficiado de la conversación de Valer, se le unieron el doctor Vargas y Constantino Ponce de la Fuente, que habían sido sus condiscípulos en la universidad y eran hombres de talento y erudición superiores. Les impartió su conocimiento de la verdad evangélica, y ellos a su vez contribuyeron con su conversación al mejoramiento de sus dones ministeriales.

 Los tres amigos concertaron un plan, según el cual podrían cooperar en el avance de la causa común. Vargas dio conferencias a los más doctos, en las que expuso la Epístola a los Romanos, y posteriormente el libro de los Salmos; y Constantino, de quien tendremos ocasión de hablar más particularmente después, ayudó ocasionalmente a Egidio en el púlpito. Su celo, mientras despertaba las sospechas, provocaba la diligencia del clero que era devoto de la antigua superstición; y la ciudad estaba dividida en sus apegos entre las dos clases de predicadores. Los de una clase insistían en la necesidad e importancia de la repetición de oraciones a ciertas horas establecidas, la audición frecuente de misa, la visita a los lugares consagrados y la observancia regular del ayuno y de la confesión auricular; mientras exhortaban a los que aspiraban a grados más altos de santidad a dedicar sus bienes a usos piadosos o, renunciando al mundo, a hacer el triple voto.

 

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