jueves, 22 de agosto de 2024

SUPRESIÓN DE LA REFORMA EN ESPAÑA 237-240

HISTORIA, PROGRESO Y SUPRESIÓN DE LA REFORMA EN ESPAÑA

SIGLO XVI.

 THOMAS McCRIE,

D. D. PAUL T. JONES, AGENTE EDITORIAL. 1842

237-240

Al negarse a confesar, la pusieron en la máquina del burro, que fue aplicada con tal violencia que las cuerdas penetraron hasta el hueso de sus brazos y piernas; y al reventarse algunos de los vasos internos, la sangre fluyó a chorros de su boca y fosas nasales.

 Fue trasladada a su celda en estado de insensibilidad, y expiró en el transcurso de unos pocos días.

Los inquisidores hubieran querido ocultar la causa de su muerte, pero fue imposible; y pensaron expiar el crimen de este execrable asesinato, al menos a los ojos de los hombres, declarando inocente a Juana de Bohorques el día del auto de fe, reivindicando su reputación y restituyendo su propiedad a sus herederos.

 "”

¡Bajo qué abrumadora responsabilidad (exclama uno de sus compatriotas) deben estos caníbales comparecer un día ante el tribunal de la Deidad!"

Pero ¿no podemos vacilar en decidir la cuestión: ¿Quién fue el mayor responsable? ¿El de los caníbales o el de quienes ( Autoridades al frente)  les permitieron atiborrarse de sangre humana?

 Seguramente el espíritu de caballerosidad había huido de los pechos de la nobleza española, de otra manera nunca hubieran permitido que sus esposas e hijas fueran maltratadas de esta manera por un grupo innoble de sacerdotes y frailes, apoyados por un monarca igualmente vil y sin principios.*

Habiendo cumplido con la dolorosa tarea de describir los cuatro grandes autos de Valladolid y Sevilla, puede ser apropiado, antes de continuar con la narración del exterminio de los protestantes, hacer referencia a las severas medidas adoptadas contra ciertos eclesiásticos dignos que cayeron bajo la sospecha de favorecer la herejía. Hemos tenido ocasión repetidamente de mencionar el nombre y aludir al proceso de Bartolomé de Caranza y Miranda, arzobispo de Toledo.

 Después de haber asistido al Concilio de Trento y de haber acompañado a Felipe II a Inglaterra, donde tomó parte activa en el examen de los protestantes que fueron llevados a la hoguera, este erudito fue recompensado, en 1558, con el primado; pero no había estado muchos meses en su diócesis cuando fue denunciado a la Inquisición y arrojado a prisión en Valladolid.

 Algunos historiadores han atribuido su procesamiento enteramente a la envidia y al odio personal de sus hermanos, particularmente Melchor Cano, obispo de Canarias, y el inquisidor general Valdés. Es incuestionable que los procedimientos fueron exasperados por motivos tan bajos; pero había motivos de celos, distintos de estos, que operaban contra el primado.

 Varias de las personas más importantes entre los protestantes españoles habían recibido su educación bajo Carranza, quien continuó manteniendo una correspondencia amistosa con ellos y, aunque manifestó su desaprobación de sus sentimientos en privado, no dio información contra ellos al Santo Oficio. Sus ideas teológicas eran más amplias que las de sus hermanos, y parece haber estado de acuerdo con los reformadores sobre la justificación y varios puntos colaterales de doctrina

. * ****Montanus, p. 181-184. Cypriano de Valera, Dos Tratados, p. 250. Llorente, ii. 293-295. t Llorente, iii. 195.*****

 En estos aspectos su modo de pensar se parecía al de Marco Antonio Flaminio, los cardenales Pole y Morone, y otros eruditos italianos.*

De hecho, su intimidad con estos distinguidos individuos formaba parte de la evidencia aducida contra él.

 Su Catecismo, que fue el principal artículo de acusación contra él, además de su presunta inclinación en algunos puntos hacia el luteranismo, fue ofensivo para la Inquisición, porque fue publicado en lengua vulgar e inculcaba las doctrinas de la Biblia más que las tradiciones de la iglesia.

 Al cabo de siete años la causa fue transferida a Roma, adonde fue trasladado el primado; y después de varias intrigas y demoras, el papa Gregorio XIII.

El 14 de abril de 1576, el Papa pronunció una sentencia definitiva, encontrando a Carranza violentamente sospechoso de herejía, confirmando la prohibición de su Catecismo, ordenándole abjurar de dieciséis proposiciones luteranas y suspenderlo por cinco años del ejercicio de sus funciones arzobispales. Apenas se había dictado la sentencia cuando el primado enfermó y murió, tras haber estado dieciocho años procesado y en estado de confinamiento.

La persecución del primado dio lugar a otras.

Ocho obispos, la mayoría de los cuales habían asistido al concilio de Trento, y veinticinco doctores en teología, entre ellos los hombres de mayor erudición de España, fueron denunciados ante el Santo Oficio; y pocos de ellos escaparon sin hacer algún reconocimiento o retractación humillante.

 Mancio de Corpus Christi, profesor de teología en Alcalá, había dado una opinión favorable del Catecismo de Carranza, para el cual había conseguido las suscripciones de los teólogos de su universidad; pero al enterarse de que se había iniciado una persecución contra él, se salvó de ser arrojado a las cárceles secretas transmitiendo a los inquisidores otra opinión, en la que condenaba

***** Historia del progreso y supresión de la Reforma en Italia, pág. 166-188. t Llorente, iii. 246. I Llorente, torcido. iii. cap, xxxii. Bayle, Diet. art. Carranza. Llorente, ii. 427-480 ; iii. 62-90.****

 trescientas treinta y una proposiciones en las obras de ese prelado, a quien poco antes había declarado muy ortodoxo.*

 Luis de la Cruz, discípulo favorito de Carranza, fue arrojado a las prisiones secretas, a consecuencia de que se encontraron en su poder ciertos papeles de su maestro, y de la relación que había mantenido con el doctor Cazalla y otros reformadores.

El encierro y la ansiedad produjeron una tendencia de sangre a su cabeza, acompañada de ataques de delirio, que hicieron necesario, para la preservación de su vida, trasladarlo a la prisión episcopal.
No a pesar de esto, y del fracaso de las pruebas presentadas contra él, La Cruz fue mantenido en prisión durante cinco años, con la esperanza de que compraría su libertad manchando la reputación y traicionando la vida de su patrón

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