jueves, 22 de agosto de 2024

CORNELIA= MARÍA 28-32

CORNELIA

BORORQUIA

O LA VÍCTIMA DE LA INQUISICIÓN

AUTOR: LUIS GUTIERREZ

28-32

El sistema de defensa que adopto Luis Gutierrez fue, de entrada, que todo es una trampa dirigida a vengarse el del gobierno frances. Persistira en la misma actitud hasta el final.

Quienes lo interrogan no salen de su perplejidad, pero la Junta Central, inmediatamente informada del asunto, dictamina —segun frase del Gobernador de la Sala del Crimen de Sevilla, Don Ramon Navarro y Pingarron— que esta causa es muy interesante [...] porque contiene especies de gravísima importancia relativas a los designios de Napoleon para revolucionar las Americas.

Por orden de la Junta Central los dos prisioneros fueron trasladados a Sevilla, en coche, vigilados por Joaquin Vazquez y dos hombres de confianza y con una escolta de ocho hombres a caballo. Luis Gutierrez no se hacia muchas ilusiones sobre la suerte que le esperaba. Iba, en realidad, camino del cadalso y dificilmente podia hacerse a la idea. El 10 de marzo Vazquez avisaba a la Junta Central de que había llegado la comitiva a El Ronquillo y, respecto al prisionero, decia entre otras cosas: salio de aquella prision enfermo

y demente pero la ventilacion del camino le ha restituido su salud y razon.

La Junta Central ordeno el ingreso en la prision de noche, con la prevencion de que evite el tribunal de que ni antes ni despues se sepa la llegada de estos reos.

Martin de Garay insistia en que habia que concluir lo mas rapido posible y Ramon Navarro y Pingarron, Gobernador de la Sala del Crimen encargado de la causa, tuvo que mostrar cierta firmeza para que no se prescindiera de la observancia de los tramites legales. De hecho —si no de derecho— la sentencia ya habia sido pronunciada.

Uno de los tramites legales era la audiencia de los acusados.

En su declaracion, Gutierrez expuso su estado y ocupaciones, manifestando que hacia cosa de diez anos que marcho a Bayona de Francia dimitiendo [s/c] las persecuciones de los Frailes despues que supieron que habia querido secularizarse

y que el Obispo de Bayona admitio su Bula de secularización . Afirmo igualmente que habia sido interprete de la Plana Mayor del Mariscal Rey y que su hermano se había puesto al servicio del Rey Jose de donde le hizo salir indignidad de las vexaciones que cometian en Espana. Interrogado por sus jueces, afirmo que fue redactor de la Gaceta de Bayona cosa de cinco anos, obrando los dos primeros con absoluta libertad; pero cuando el establecimiento del imperio se le destino por censor al Subprefecto quien le designaba los articulos de policia, abandono este papel. Confeso tambien que, por orden de Azanza, habia traducido al espanol

un texto atribuido a Fernando VII, redactado en realidad por Talleyrand y en el cual se exhortaba a los americanos a obedecer fielmente a Jose Bonaparte. Este texto, anadia, no habia sido publicado pero a el le habian amenazado

de muerte si llegaba a divulgarlo. Concluyo alegando la misma justificacion: que habia actuado de este modo para vengarse de los franceses.

Confesar que habia sido interprete de la Plana Mayor de Ney y que habia participado en una falsificacion urdida por Talleyrand contradecia la base de su sistema de defensa: el haber querido vengarse de Napoleon. Indiscutiblemente para menesteres tan delicados los franceses no podian por menos de haber utilizado a gente de entera confianza. El alegato era por demas endeble y el proceso se desarrollaba a una velocidad que no auguraba, ni mucho menos, un desenlace favorable.

El 12 de abril intenta una ultima argucia: escribe en francés una carta a un tal Sandher’s residente en Londres, calle de Manchester n.° 74. Pero los agentes de la Junta Central no tardaran en constatar —a peticion de Martin de Garay— que si bien existe una calle con ese nombre en la capital inglesa, acaba en el n.° 34 y, de todos modos, nadie vive en esa calle que lleve tal apellido. Por supuesto, Gutierrez no ignoraba que su correo era leido e intento o bien acreditar sus pretendidos contactos con los ingleses, o bien, sencillamente, ganar tiempo con la esperanza de que los franceses se apoderaran de Sevilla.

 Lo cierto es que con esta treta Luis Gutierrez apuntalaba la base de su defensa: no era todo sino un intento de vengarse de los franceses. Y con indudable habilidad tuvo incluso la elegancia de afirmar que, ya que los traiciono una vez, no queria repetir semejante vileza. En el

fondo, lo que pretendia era hacer creer que estuvo en Inglaterra el ano anterior y que alli hablo de cuestiones políticas con Canning. Y, claro esta, procuraba retardar al máximo el previsible final. Obedeciendo a esta angustiosa necesidad afirmaba conocer tremendos secretos de alta politica que se llevaria consigo a la tumba.

¿Creyo realmente que los miembros de la Junta Central iban a morder el anzuelo? Es poco probable, ya que al mismo tiempo que urdia esta desesperada maniobra empezaba a componerse el personaje que queria representar en el dia ya no lejano de su muerte. Queria dejar a la posteridad —u ofrecerse a si mismo— una imagen de valiente entereza ante

tan duro trance. Queria borrar el recuerdo de su escasa disposición de animo al salir de Lisboa. Y, por encima de todo, rechazaba con firmeza la acusacion de agente del enemigo o espia por la que iba a ser ejecutado. Queria que se le considerara no como un traidor a la patria sino como un ilustrado victima del fanatismo. A lo largo de la carta insiste en este tema y termina esta especie de testamento espiritual declarando que perecera victima del fanatismo en el siglo XIX

El lector reconocera en tales afirmaciones de odio al fanatismo un tono muy de Cornelia Bororquia

. La identificación con su heroina —ambos en similar situacion— se vuelve obsesiva.

 Al igual que Bororquia, el personaje histórico acusado en 1559 de luteranismo, sufria carcel en Sevilla, y en una plaza de Sevilla le esperaba tambien el verdugo. Como

Cornelia Bororquia, piensa  (él autor) pasar a la historia aureolado con la corona de los martires de la Razon y la libertad de pensamiento.

El 28 de abril de 1809, Navarro Pingarron comunicaba a la Junta Central el tragico desenlace:

**El Tribunal de Seguridad Pública, en vista de la causa y de lo alegado por una y otras partes, condenó a D. Luis Gutiérrez y Don Juan Enrique Goicochea a la pena de muerte en garrote en atención al carácter sacerdotal del primero y notoria hidalguía del segundo,

ejecutándose dichas penas en los términos acostumbrados por el Tribunal, precediendo con aquél la degradación, a cuyo fin se pasase el Oficio conveniente al Excm.0 Sor. Arzobispo y que los bienes de los dos se confiscasen para la Cámara de S.M. Tuvieron efecto las dos penas impuestas al Gutiérrez y Goicoechea en 14 y 18 de abril, habiéndose hecho la ejecución a las doce de la noche dentro de la cárcel, y colocándose en seguida sus cadáveres en el tabladillo del Garrote en la Plaza de San Francisco con un letrero en el pecho en el que manifestaban sus delitos.**

En el supuesto de que los editores de Cornelia Bororquia hubieran identificado a Luis Gutierrez como su autor —lo que no es poco suponer— dada la acusacion de afrancesado

politico, agente de Napoleon, prefirieron, en los años veinte del pasado siglo, cuando se dirigian esencialmente a una clientela liberal, seguir manteniendo en el anonimato esta historia que denunciaba la España negra.

 

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