Sábado, 26 de febrero de 2022
EL LOBO QUE BUSCÓ A JESUCRISTO - MI HISTORIA DE LOS DIAS SABADOS
PARTE II
MI HISTORIA DE LOS DÍAS SABADOS
Por. Un apasionado por la historia huehueteca/Autor del Blog
quién se inspira en su gran amor por su ciudad natal
QUIÉN DEDICA ESTA HISTORIA AL PADRE ETERNO, A MI SALVADOR JESUCRISTO Y AL ESPIRITU SANTO
CUENTOS DE LOBOS
A LA LUZ DE LA LUNA,
EN UNA NOCHE DE FOGATA
Adaptación por el autor del blog, del relato original de ”(Las florecillas de San Francisco, Libro anónimo del siglo XIV)
Estimados oyentes, espero les haya gustado mi relato, y ahora dejo el tiempo, con Estanislao.
—Gracias, Daniel, —mi relato lo titularé:
“San Francisco apacigua al ferocísimo lobo de Agubio”
— ¡uy! —exclama más riendo que asustada, Sarah Elizabeth.
— Cuando San Francisco de Asís, vivía en la ciudad de Agubio, de repente apareció un feroz y grande lobo. Los hombres salían armados como si fuesen a la guerra, para darle caza, pero el astuto animal los evadía, y ¡ay ¡de aquel a quien encontrase en solitario, pues su funeral ya estaba asegurado.
Nadie se atrevía ya a salir fuera de sus casas, las siembras se arruinaban, el ganado disminuía, los hombres, mujeres y niños, morían.
Un día San Francisco, compadecido del sufrimiento de estas gentes, convoca al pueblo, y les pide que vayan todos juntos a buscar al sanguinario animal.
Al llegar a la guarida, el lobo sale gruñendo, mostrando los largos colmillos, en ese instante San Francisco levanta su mano derecha y dice en voz alta:
—Hermano lobo, yo te mando en nombre de Cristo que no me hagas daño a mí, ni a ninguno de los que me acompañan, cierra tus fauces, así como los leones cerraron sus mandíbulas delante del profeta Daniel.
A la vista de todos, el lobo cerró su boca, y manso como un tierno corderillo, vino a echarse a los pies del siervo de Dios.
—Hermano lobo, has matado muchas reses y has matado a los hombres, hechos a la imagen del Dios Eterno; eres un homicida pérfido; por ello tienes merecida la muerte en la horca, a pedradas, o mejor aún a palos.
Si renuncias a tus carnicerías, yo me obligo a sustentarte con la alimentación, juntamente con los habitantes del pueblo; se que por hambre has matado, pero Dios te perdonará; si estás dispuesto a cambiar de modo de vida, y prometes no hacer daño a ninguna persona humana ni tampoco a los animales. ¿Me lo prometes?
El lobo lanzó un aullido agónico, unas lágrimas brotaron de sus ojos amarillos azulados, movió la cola e inclinó la cabeza delante del Santo varón.
— Hermano lobo, quiero una prueba de tu compromiso—
San Francisco había extendido la mano con la palma abierta hacia arriba, el lobo mansamente puso su mano sobre la del Santo.
De esta forma se iniciaba un tratado y compromiso de paz entre el lobo, San Francisco y los habitantes de la ciudad de Gubia.
“—Hermano lobo, yo te mando en nombre de Jesucristo que vengas conmigo sin miedo de nada, e iremos a firmar esta paz en nombre de Dios—“
Seguidamente, San francisco, seguido del lobo como si fuese el más manso de los perros, se dirigieron a la iglesia del pueblo.
Al llegar, San francisco vuelve a exhortar al lobo que ya no haga daño a ningún humano, o animal; y pide al pueblo que de ahora en adelante, su obligación será dar la comida a su tiempo al arrepentido animal.
“Entonces el lobo, levantando su pata derecha, la puso en la mano de San Francisco.
A vista de este hecho y de los demás que quedan mencionados, fue tanta la novedad del milagro y la mansedumbre del lobo, que todos comenzaron a clamar al Cielo, alabando y bendiciendo a Dios que les había mandado a San Francisco para que, con sus méritos, los librase de la boca de la bestia feroz.
Después de este suceso el lobo vivió dos años en Agubio y entraba familiarmente de puerta en puerta por las casas sin hacer daño a nadie, ni ser molestado por ninguno; y era generosamente alimentado por la gente, y andando por el campo y la ciudad, nunca perro alguno le ladraba.
Finalmente, después de dos años, el hermano lobo se murió de viejo, de lo cual se dolieron mucho los ciudadanos, porque viéndolo andar tan manso y tan humilde por la ciudad tenían presentes las virtudes y la santidad de San Francisco.
Adaptación por el autor del blog, del relato original de ”(Las florecillas de San Francisco, Libro anónimo del siglo XIV)
Estanislao termina su relato, y a su vez cede el tiempo a Felipe.
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