viernes, 18 de octubre de 2024

HISTORIA DE LA REFORMA EN EL SIGLO XVI. POR J. H. MERLE D'AUBIGNÉ, D.D. -*1-V*

 

HISTORIA DE LA REFORMA

EN EL SIGLO XVI.

 POR J. H. MERLE D'AUBIGNÉ, D.D.

 Nombro accesorio al estado de los asuntos de esta vida caduca y transitoria. Nombro principal al gobierno espiritual que vuelve a ser soberano de la providencia de Dios.—Theodore De Beze. Por accesorio me refiero al estado de cosas en esta vida que se desvanece y es transitoria.

Por principal me refiero al gobierno espiritual en el que se manifiesta soberanamente la providencia de Dios.

 UNA NUEVA TRADUCCIÓN:

 (QUE CONTIENE LAS ÚLTIMAS MEJORAS DEL AUTOR,)

POR HENRY BEVERIDGE, ABOGADO.

VOLUMEN PRIMERO.

 GLASGOW:

PUBLICADO POR WILLIAM COLLINS.

 LONDRES: R. GROOMBRIDGE AND SONS. 1845.

GLASGOW:

WILLIAM COLLINS AND CO., IMPRESORES.

1-21

ANUNCIO DEL TRADUCTOR.

La Historia de la Reforma de D'Aubigné es tan conocida y tan apreciada que no sólo es innecesario, sino casi presuntuoso, que un simple traductor diga algo en su favor.

El sentimiento público, sin duda, es que, de las obras que han aparecido recientemente, es una de las más talentosas, interesantes, importantes y oportunas. El simple paso del tiempo, ayudado por las tergiversaciones activas del partido romano, había comenzado a causar una impresión en cierto grado desfavorable a los principios de la Reforma.

 Esta admirable obra ha vuelto a poner estos principios en su verdadera luz. Con su vívida exposición de lo que Roma fue e hizo, nos ha recordado de manera impresionante lo que todavía es y está dispuesta a hacer. Su gran orgullo es que nunca ha cambiado. Si es así, anhela volver a su rumbo anterior y lo hará en el primer momento en que las circunstancias se lo permitan.

Habiendo sido advertidos de esta manera, nuestro deber es claro. Debemos prepararnos para el combate, y de todos los preparativos, ninguno promete ser más eficaz que el de imbuir completamente la mente del público con los hechos tan gráficamente delineados y los principios tan luminosa y convincentemente expuestos en esta obra de D'Aubigné.

 Pero, se puede preguntar, ¿no se ha llevado a cabo ya este propósito, o al menos no se puede llevar a cabo sin la instrumentalidad de una nueva traducción?

A esta pregunta el Traductor responde: Primero, la forma de la traducción actual y el precio al que se publica colocan la obra al alcance de miles de personas para quienes [iv] de otra manera podría ser un libro sellado.

 Segundo, si bien esta Traducción es la más barata que existe, también es la única que, en verdad estricta, puede considerarse genuina. La edición de la que se hizo esta traducción se publicó en 1842. La fecha habría tenido poca importancia si la obra hubiera continuado igual; pero el hecho es que la edición de 1842 no es una reimpresión, sino una revisión completa de la que la precedió. Se han introducido numerosos pasajes de considerable extensión y gran importancia, mientras que otros que, tras un examen cuidadoso, se habían considerado redundantes o inexactos, se han suprimido. Seguramente, después de todos los esfuerzos que el distinguido autor ha dedicado a mejorar su obra, no se le hace justicia ni a él ni al lector inglés dejar sus mejoras sin conocer. En otro sentido, la presente traducción contiene exclusivamente lo que se considera una mejora muy decidida. Todas las notas cuyo significado no se da en el texto se han traducido literalmente.

Parecía un tanto absurdo, al traducir al francés para beneficio del lector inglés, presentarle al mismo tiempo una gran cantidad de pasajes en latín sin traducir.

 Si bien la obra se ha impreso en una forma a la que no puede oponerse el más exigente, se ha publicado a un precio que la hace accesible a todos. Se espera que el resultado sea que la Historia de la Reforma de D'Aubigné obtenga una circulación más o menos adecuada a sus méritos y que, al introducirse en cada familia, llegue a ser lo que bien merece ser: un libro de uso doméstico.

CONTENIDO. LIBRO I. ESTADO DE LA SITUACIÓN ANTES DE LA REFORMA. PÁGINA CAP. I. Cristianismo—Formación del Papado—Unidad de la Iglesia—Las Decretales—Hildebrando—Corrupción de la Doctrina, 13 CAP. II. Gracia y Obras—Pelagianismo—Penitencias—Indulgencias—Supererogación—Purgatorio—Impuestos—Jubileo, 27 CAP. III. Reliquias—Alegría Pascual—Corrupción del Clero—La Familia de un Sacerdote—Educación—Ignorancia, 34 CAP. IV. El cristianismo imperecedero—Oposición a Roma—Federico el Sabio—Su carácter—Su anticipación, 42 CAP. V. El Imperio—Carácter nacional—Suiza—Italia—España—Portugal—Francia—Países Bajos—Inglaterra—Escocia—El Norte—Rusia—Polonia—Bohemia—Hungría, 48 CAP. VI. Estado de la teología—Testigos de la verdad—Los valdenses—Wickliffe—Huss—Savonarola—John Wessel—Prolés, 58 CAP. VII. Literatura—Dante—Imprenta—Reuchlin—Su lucha con los dominicos, 71 CAP. VIII. Erasmo—Su genio—Su "elogio de la locura"—Su Testamento griego—Su influencia—Sus defectos, 82 CAP. IX. Los nobles—Hütten—'Cartas de algunos hombres oscuros'—Seckingen—Cronberg—Hans Sachs—Fermentación general,

LIBRO II. JUVENTUD, CONVERSIÓN Y PRIMEROS TRABAJOS DE LUTERO. CAP. I. Lutero—Su ascendencia—El techo paterno—Disciplina estricta—Escuela—La sunamita—Sus estudios—Universidad, 103 CAP. II. La escolástica y los clásicos—La piedad de LuteroSu descubrimiento de una Biblia—Su enfermedad—La tormenta—Su ingreso en un convento, 112 CAP. III. La ira de su padreEmpleos serviles—Sus estudios—La Biblia—Hebreo y griego—Su agonía durante la misa—Desmayos, 118 CAP. IV. Staupitz—Su piedad—Su visitación—Su conversación—Le presenta a Lutero una Biblia—El viejo monje—La consagración de Lutero—Su llamado a Wittemberg, 126 CAP. V. La Universidad de Wittemberg—El primer empleo de Lutero—Lecturas bíblicas—Predicación en Wittemberg—La antigua capilla, 136 CAP. VI. El viaje de Lutero a Roma—Un convento en el Po—La conducta de Lutero en Roma—Corrupción del clero romano—Inmoralidad prevaleciente—La escalera de Pilato, 140 CAP. VII. El grado de doctor—Carlstadt—El juramento de Lutero—Primeras opiniones sobre la Reforma—Los escolásticos—Spalatin, 149 CAP. VIII. Las 'Declamaciones populares'—La pureza moral de Lutero—Misticismo—Spenlein—Justificación por la fe—Necesidad de las obras, 156 CAP. IX. Primeras tesis—Visita a los conventos—Dresde—Erfurt—Tornator, la paz y la cruz—Trabajos—La peste, 163 CAP. X. Lutero y el elector—El duque Jorge—Lutero en la corte—La cena de Emser, 167 CAP. XI. Tesis—La naturaleza humana—Racionalismo—Eck—Urban Regius—La modestia de Lutero, 172 [vii] Libro III. LAS INDULGENCIAS Y LAS TESIS. CAP. I. Cortejo—Tezel—Su discurso—Venta de indulgencias—Penitencia pública—Carta de indulgencia—Festín y libertinaje, 180 CAP. II. El alma en el cementerio—El zapatero de Hagenau—Miconio—La estratagema—El minero de Schneeberg, 187 CAP. III. León X—Sus necesidades—Alberto—Su carácter—Franciscanos y dominicos, 193 CAP. IV. Tezel se acerca—Lutero en el confesionario—La ira de Tezel—El discurso de Lutero—El sueño del elector, 197 CAP. V. Las tesis de Lutero—Carta a Alberto—Difusión de las tesis, 203 CAP. VI. Reuchlin—Erasmo—Flek—Bibra—El emperador—El papa—Miconio—Los monjes—Adelman—Un anciano sacerdote—Obispo de Brandeburgo—El principio motor de Lutero, 213 CAP. VII. El ataque de Tezel—La respuesta de Lutero—Lutero y Spalatin—Estudio de las Escrituras—Scheurl y Lutero—Lutero aboga por el pueblo—Un nuevo pleito, 221 CAP. VIII. Disputa en Francfort—Las tesis de Tezel—Knipstrow—Las tesis de Lutero quemadas—Las tesis de Tezel quemadas, 227 CAP. IX. Prierio—Su diálogo—La respuesta de Lutero—Hochstraten—Eck—'Los obeliscos'—'Los asteriscos', 235 CAP. X. Escritos populares—El Padrenuestro—Sermón sobre el arrepentimiento, 244 CAP. XI. Las aprensiones de los amigos de Lutero—Viaje a Heidelberg—Bibra—El castillo del Palatinado—Las paradojas—Bucer—Brentz—Snepf—El viejo profesor, 249 [viii]

LIBRO CUARTO. LUTERO ANTE EL LEGADO. CAP. I. 'Soluciones'—León X—Lutero al Obispo—Al Papa—Al Vicario General—Rovere al Elector—Discurso sobre la Excomunión, 258 CAP. II. Dieta de Augsburgo—El Emperador al Papa—Lutero citado a Roma—La paz de Lutero—Intercesión de la Universidad—Breve papal—El Papa al Elector, 266 CAP. III. Schwarzerd—Su esposa—Felipe Melanchton—Su genio—Sus estudios—Llamado a Wittemberg—Leipzig—Paralelo entre Lutero y Melanchton—Educación, 273 CAP. IV. Lutero y Staupitz—Orden de comparecencia—Partida de Lutero a Augsburgo—Weimar—Nuremberg, 280 CAP. V. Llegada a Augsburgo—De Vio—Serra-Longa—Salvoconducto—Lutero a Melanchton, 285 CAP. VI. Primera comparecencia—Condiciones de Roma—Proposiciones de retractación—Respuesta de Lutero—Impresiones de ambas partes—Llegada de Staupitz, 293 CAP. VII. Comunicación al legado—Segunda comparecencia—Declaración de Lutero—Respuesta del legado—Locuacidad del legado—Solicitud de Lutero, 299 CAP. VIII. Tercera comparecencia—Tesoro de indulgencias—Solicitud humilde—La ira del legado—Lutero se retira, 303 CAP. IX. De Vio y Staupitz—Staupitz y Lutero—Lutero y la comunión espalatina—Partida de Staupitz y Link—Lutero a Cayetano—Partida de Lutero—Apelación al Papa, 307 CAP. X. La huida de Lutero—El deseo de Lutero—El legado al elector—El elector al legado—Prosperidad de la universidad, 316 CAP. XI. Pensamientos de partida—Adiós a la Iglesia—Momento crítico—El coraje de Lutero—Descontento en Roma—Bula papal—Apelación a un concilio,

PREFACIO A LA ÚLTIMA EDICIÓN.

Mi propósito no es escribir la historia de un partido, sino la de una de las mayores revoluciones que han tenido lugar entre los hombres, la historia de un poderoso impulso que se dio al mundo hace tres siglos y cuya influencia todavía hoy se percibe en todas partes.

La historia de la Reforma es diferente de la historia del protestantismo. En la primera, todo da testimonio de un renacimiento de la naturaleza humana, de una transformación social y religiosa que emana de Dios. En el segundo se ve con demasiada frecuencia una notable degeneración de los principios primitivos, intrigas partidistas, un espíritu sectario y la impronta de sentimientos privados mezquinos.

 La historia del protestantismo puede interesar a sólo los protestantes; la historia de la Reforma es para todos los cristianos, o mejor dicho, para todos los hombres.

El historiador tiene una elección en el campo en el que ha de trabajar. Puede describir los grandes acontecimientos que cambian la faz de un pueblo o la faz del mundo; o puede narrar el curso tranquilo y progresivo, ya sea de una nación, de la Iglesia o de la humanidad, que suele seguir a los grandes cambios sociales.

 Ambos campos de la historia son muy importantes; pero la preferencia, en cuanto a interés, parece deberse a aquellas épocas que, bajo el nombre de revoluciones, introducen a una nación o sociedad en general a una nueva era y a una nueva vida. He intentado describir esta transformación con muy humildes poderes, esperando que la belleza del tema compense mi falta de habilidad.

Al llamarla revolución, le doy un nombre que en nuestros días está en descrédito para muchos, que casi la confunden con revuelta. Esto es un error.

Una revolución es un cambio que tiene lugar en los asuntos del mundo. Es algo nuevo evolucionado (revolvo) desde el seno de la humanidad; y, de hecho, antes de fines del siglo pasado, el término se usaba con más frecuencia en un sentido bueno que malo. Hablaban de una revolución "feliz", "maravillosa". La Reforma, al ser un restablecimiento de los principios del cristianismo primitivo, es lo opuesto a una revuelta. Porque lo que debía revivir era un movimiento regenerador, pues lo que siempre debe subsistir es un movimiento conservador. El cristianismo y la Reforma, al tiempo que establecieron el gran principio de que todas las almas son iguales a los ojos de Dios y derribaron las usurpaciones de un sacerdocio altivo, que presumía de colocarse entre el Creador y su criatura, establecieron como principio fundamental del orden social que todo poder es de Dios, y gritaron a todos: "Ama a tus hermanos, teme a Dios, honra al rey". La Reforma difiere esencialmente de las revoluciones de la antigüedad y de la mayor parte de las de los tiempos modernos. En ellas, se trata de cambios políticos y el objetivo es establecer o derrocar el ascenso de uno, o puede ser de muchos.

 El amor a la verdad, a la santidad y a la eternidad fue el resorte simple, pero poderoso, por el que se efectuó nuestra Reforma. Marca un paso que la naturaleza humana ha dado por adelantado. En efecto, si el hombre, en vez de perseguir sólo intereses materiales, temporales y terrenales, se propone un fin superior, aspirando a bienes inmateriales e inmortales, avanza y hace progresos.

 La Reforma es uno de los días más brillantes de este glorioso avance.
Es una promesa de que la nueva lucha, que ahora se decide, terminará en favor de la verdad, con un triunfo aún más puro, espiritual y espléndido. El cristianismo y la Reforma son las dos mayores revoluciones de las que se tiene constancia.
A diferencia de los diferentes movimientos políticos de los que leemos, no tuvieron lugar sólo en una nación, sino en varias naciones, y sus efectos deben sentirse hasta el fin del mundo. El cristianismo y la Reforma son la misma revolución, efectuada en diferentes tiempos y bajo diferentes circunstancias. Varían en rasgos secundarios, pero son idénticos en sus lineamientos primarios y principales. La una es una repetición de la otra. La una acabó con el viejo mundo, la otra inició el nuevo;
la Edad Media se encuentra entre ambos.
La una dio a luz a la otra, y si en algunos aspectos la hija presenta señales de inferioridad, en cambio tiene sus propias propiedades peculiares.

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